¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

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14 de agosto de 2020
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12:06 am
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¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?, Por: Óscar Armando Valladares

El reciente desaparecimiento de cuatro activistas garífunas, ha puesto en alarmada movilización a quienes promueven la vigencia de los derechos humanos en Honduras, y en “jaque” correlativo a las autoridades responsables de darles protección por amenazas de que, al parecer, eran objeto. Medidas cautelares solicitadas por algún motivo y ofrecidas del lado gubernativo han sido de hecho ineficaces, como fue con Berta Cáceres y con iguales consecuencias en casos de periodistas, abogados, dirigentes patronales, gente de la oposición y promotores de alguna causa social.

La develación cuasi fortuita de los crímenes que segaron las vidas del general Julián Arístides González y del ingeniero Alfredo Landaverde -en su momento sumidos en el misterio-, evidenció el accionar de bandas al interior de la jerarquía policíaca, con gatilleros revestidos de agentes añudados con el hampa callejera. Similares estructuras operaron -con carácter y diseño clandestinos-, en las dos últimas décadas del siglo anterior, en simetría con la política fijada por Estados Unidos, y que tuvieron efecto tanto en Centroamérica como en varios países del “cono sur”.

La doctrina de la seguridad nacional, nombre con que se produjo el proceso de exterminio político e ideológico, aniquiló a hombres y mujeres -esencialmente jóvenes- tachados de subversivos. La lista innúmera de desaparecidos -de personas cuyos restos concluyeron en aguas saladas o hundidos en la tierra- provocó la creación de comités y asociaciones de dolientes que, por años, clamaron frente al entorno impune: ¡Vivos se los llevaron, vivos también los queremos! Tribunales para esclarecer “la verdad” se establecieron tímidamente después de las dictaduras, con logros mínimos condenatorios.

Madres en la Plaza de Mayo, Buenos Aires; grupos de familias argentinas movilizados con apoyo de Ernesto Sábato; deudos apostados en el parque La Merced y la apertura del Comité de Familiares de Desaparecidos en Honduras (COFADEH), libraron desde entonces una lucha tenaz contra el olvido y los perpetradores de aquella caza de brujas.

Dos documentos referentes al drama de las desapariciones forzadas, fueron del dominio público: Desde el silencio, opúsculo que prologó el novelista Sábato (julio 1984), y Los hechos hablan por sí mismos, bajo el patrocinio del Comisionado Nacional de Protección de los Derechos Humanos, Leo Valladares Lanza (diciembre, 1993).

Cartas, poemas y reflexiones de 24 jóvenes secuestrados por las dictaduras de los generales Jorge Videla y Reynaldo Bignoni (período 1976-1983), integran las hojas del primer volumen. “Es una siniestra paradoja -señaló el prologuista- que el exterminio de seres de este valor haya sido perpetrado en nombre de Dios, la patria y la familia”.

Una de las víctimas argentinas, Liliana Galletti, dejó escrito: “Como siempre suele pasar a los que de alguna manera emprenden una lucha justa, se les presentan inconvenientes, como el que hoy me toca vivir. Sin embargo, soy optimista y sé que todo va a solucionarse… Ellos son los que van a salir perdiendo cuando se juegue el último partido”. Su padre, Alfredo, abrumado por no poderla recuperar, terminó arrojándose al vacío.

El informe sobre los desaparecidos en Honduras, resulta sobrecogedor. Valladares Lanza anota: “Hubiéramos preferido informar que miembros de las instituciones oficiales nunca tuvieron que ver con una desaparición o con una ejecución… Lamentablemente, sí hubo desapariciones y, más aún, hubo responsabilidad y silencio de autoridades civiles y militares”. Entre los casos documentados se cuentan los de Tomás Nativí, Fidel Martínez y Eduardo Lanza, que al sol de hoy yacen en fosas inencontradas.

¿Apunta el rapto de los cuatro garífunas en Triunfo de la Cruz, hacia un rebrote de algún batallón tipo 3-16, a más del COVID-19? ¿Qué intereses creados se coluden en Tela? De nuevo, ¿los hechos hablarán por sí mismos? Repásese, en el entre tanto, “Desaparecidos”, la reflexión poética de Tulio Galeas: “Los huesos son los únicos que dicen/ que hubo un ser humano en ese espacio./ Los huesos son palabras que no duermen,/ lámparas de un gas inagotable,/ no hay muerte que los cubra./ Buscan una salida/ a través de las bocas que reclaman justicia./ No habrá paz si no vuelven los ojos traicionados/ a rescatar la luz que les robaron./ El olvido no cabe en estos huesos,/ es necesario abrir a dentelladas/ todos los escondrijos./ No habrá paz hasta el día/ en que todos los huesos enterrados/ puedan contar su historia/ y torcerles el nombre a los culpables./ Hasta entonces/ echaremos a andar nuestros relojes”.

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