“LEYENDO EN CASA”

ZV
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20 de agosto de 2020
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12:39 am
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“LEYENDO EN CASA”

CAPITALINOS Y EL AEROPUERTOLO DOMÉSTICO Y LA SOLIDARIDAD

SIENDO justos con la autoridad educativa, no podríamos decir, aunque sea poco, que no haya hecho nada del todo. (A ver qué se les ocurre hacer a los rectores de universidades y al gremio magisterial). Hemos deplorado la decadencia de ciertos valores de antaño, pilares en el desenvolvimiento evolutivo de la humanidad. Entre ellos el abandono de los buenos hábitos de la lectura que ha provocado una degradación de la superación personal y una merma en la calidad educativa del individuo. Pocos han aprovechado la exuberancia de recursos disponibles virtud de los vertiginosos avances tecnológicos de los últimos tiempos en la comunicación. Para el cultivo intelectual y cultural. El analfabetismo –como decíamos en el capítulo introductorio de Los “Idus de Marzo”– pasó a ser una limitante de una mayoría que no sabía leer ni escribir, a una ironía de quienes, aun sabiendo hacerlo, nada sustancioso leen, y nada valioso escriben”. Sin embargo, la lluvia de editoriales destapando este vacío, ha generado algún grado de preocupación del ministerio.

Abrir bibliotecas en algunas ciudades del país, fue una de las iniciativas. Buena idea, solo que el problema no consiste en habilitar lugares donde haya libros, si no hay quienes los quieran ir a buscar. La tarea consiste en inducir en gente que no lee, ni tiene apetito por cultivarse, el interés de leer. Ahora la Secretaría de Educación sale con otro proyecto. Un concurso virtual “Leyendo en Casa”, para el que ha solicitado el apoyo de la prensa. “El acto de leer –exponen– es un apoyo fundamental en cada familia del que no se debe prescindir”. Se presenta el concurso como “una oportunidad y una experiencia compartida de lectura en familia de cada hogar”. “Pretende fortalecer y promover el gusto por la lectura, que esta se convierta en fuente de placer, de información y de aprendizaje y a la vez considerarlo como un medio de perfeccionamiento y enriquecimiento lingüístico y personal, aprovechando el tiempo de confinamiento en casa, con libros físicos o digitales; esta actividad permitirá hacer uso de diversos materiales digitales y audiovisuales disponibles en un sitio web específico que tiene a disposición la Secretaría de Educación”. “Se trabajará junto con docentes de grado, padres y madres de familia y educandos participantes, para lograr intercambios de sus experiencias como lectores a través de mecanismos de redes sociales contando o expresando lo que han leído y recomendar la lectura”. “Ello permitirá que cuenten con mejores posibilidades de enfrentar y asumir posiciones de análisis, a la vez de gozar de la literatura”.

No hay ni qué solicitarlo. Tienen la colaboración de nuestros medios de comunicación. Aunque sería preferible que un proyecto de esa naturaleza contara con distintos patrocinios. Incluso de recursos que podrían aportar empresas interesadas en la educación nacional. Acabamos de publicar extractos de un artículo del doctor en filosofía de la comunicación Antonio Fernández Vicente, –“Estupidez viral: la redes que atontan”– donde expone: “Aunque ya Dickens nos enseñaba en su Historia de Dos Ciudades que no hay épocas mejores ni peores, sí es cierto que para el observador atento de la estupidez hay fenómenos regulares de estulticia que se propagan con rapidez en nuestros días”. “La estupidez se vuelve viral y se contagia de forma instantánea”. “Más rápido que nunca y eso es un logro de nuestra querida civilización digital”. Este es tema recurrente que hemos abordado. Como decíamos ayer. Deplorando que si a todo este tesoro de herramientas y de recursos disponibles los usuarios dieran la utilidad debida, otra sería la historia. Contrapuesto a la superficialidad, a la falta de esencia y profundidad en los debates nacionales. A la frivolidad de las “chatarras de los chats” mandando y recibiendo vacuos mensajes, de vida o muerte, sin verse las caras; de los adictos de las redes, en sus burbujas de soledad, implorando el cariño y la compañía de otras almas desconsoladas, sin realmente conocerse; y de los zombis de los móviles clamando atención y figuración de sus otros socios del club, igual, sin verse, sin tocarse y sin sentirse. Nada de esa actividad insípida y superficial o de ese gélido, distante y desprendido contacto, reemplaza la buena lectura para cultivarse, educarse e informarse o el trato próximo de personas que se palpan, se ven, se escuchan, se entienden, en cuerpo y alma, teniéndose frente a frente.

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