El conflicto árabe-israelí

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29 de agosto de 2020
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12:09 am
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El conflicto árabe-israelí

Por: Carlos López Contreras

Honduras, como miembro fundador de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha observado desde 1948 el conflicto árabe-israelí, procurando a lo largo de 71 años promover la paz, para que árabes e israelíes convivieran pacíficamente como lo propuso la ONU en 1947.

Infortunadamente varios estados intentaron, antes de que se proclamara el Estado de Israel, negarle a esta nación su derecho a existir, desencadenando guerras internacionales que produjeron pérdidas humanas, materiales, refugiados y cambio de fronteras en tiempo de guerra.

A las sucesivas guerras sucedieron grupos armados no convencionales que han procurado mantener la negativa a la existencia de Israel.

Honduras ha evaluado la delicada situación en el próximo oriente con relación a la aplicación del derecho internacional, en el marco de situaciones cambiantes, de guerras internacionales, conflictos localizados y negociaciones de paz que se han perpetuado. Como fruto de esa evaluación, en 2011 reconoció al Estado Palestino, como una posible contribución a la paz, y para proteger los derechos de la comunidad hondureña de ascendencia árabe que, previo a emigrar a Honduras vivía en Palestina, que formaba parte del Imperio Otomano.

Honduras ha mantenido relaciones diplomáticas plenas con varios estados árabes y no árabes, que en el pasado mostraron un interés prominente en el conflicto árabe-israelí. Pero, con el paso de los años las situaciones cambian.

Honduras ha podido comprobar cómo algunos estados pasaron de una situación de estado de guerra con Israel, a una posición moderna y pragmática, suscribiendo tratados de paz, reconocimiento de fronteras y normalización de relaciones diplomáticas y de cooperación en diversos campos, en función de ofrecer una mayor oportunidad a la paz regional.

El mundo está abierto al cambio y los estados que combatieron con Israel en varias guerras, han registrado esos cambios para contribuir a la paz regional y posicionarse del lado correcto de la historia.

El traslado de nuestra embajada de Tel Aviv a Jerusalén responde al fundamental principio de reciprocidad entre dos estados soberanos: Israel reabrirá su embajada en Tegucigalpa y Honduras abrirá la suya en Jerusalén, porque no es razonable tratar de imponerle a Israel dónde debe ubicar su capital.

Debemos recordar que la Carta de las Naciones Unidas postula el principio de la “igualdad soberana de sus miembros”; y de que ninguna de sus disposiciones autoriza a las Naciones Unidas a intervenir “en los asuntos que son esencialmente de la jurisdicción interna de los estados”. Es evidente que la decisión de un estado de decidir dónde establece su capital constituye un asunto esencialmente de su jurisdicción interna.

Estoy consciente que habrá quien objete que la Ley de Jerusalén del 30 de julio de 1980 proclamando a Jerusalén “entera y unificada” como capital de Israel, es “una violación del derecho internacional” de acuerdo a la Resolución 478 del Consejo de Seguridad, pero no debe olvidarse que dicha resolución se dictó en aplicación del capítulo VI de la Carta de las Naciones Unidas, no del capítulo VII y que precisamente por eso, el entonces secretario de Estado de los Estados Unidos Ed Muskie expresó: “…In our judgment, this provision is not binding. It is without force. And we reject it as a disruptive attempt to dictate to other nations. It does nothing to promote a resolution of the difficult problems facing Israel and its neighbours. It does nothing to advance the cause of peace”.

Por otro lado, no podemos ignorar que Israel afirma su presencia en Jerusalén desde los tiempos bíblicos, y que habiendo sido expulsado por medio de un exilio forzado y violento por más de dos mil años, Israel en la diáspora nunca dejó de ser la nación que aspiró siempre a retornar a su hogar nacional o patria ancestral en la Palestina judía; y que hoy es un estado soberano internacionalmente, reconocido y miembro de las Naciones Unidas desde 1949, teniendo a Jerusalén como su capital y la sede del gobierno, desde hace 71 años.

Conviene también recordar que es en Jerusalén donde los jefes de Estado, ministros de Asuntos Exteriores, secretarios generales de organizaciones internacionales y embajadores extranjeros acuden para conducir negociaciones y celebrar acuerdos con las más altas autoridades de Israel. Esta realidad no puede ser ignorada por nadie.

“En nuestra opinión, esta disposición no es vinculante. Carece de fuerza. Y la rechazamos como un intento perturbador de dictar a otras naciones. No hace nada para promover una resolución de los difíciles problemas que enfrentan Israel y sus vecinos. No hace nada para promover la causa de la paz”.

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