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29 de agosto de 2020
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12:39 am
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EN ESTE TRANCE

EL CONTAGIO Y LAS ALARMAS

EL foco de la pandemia, que se originó en un poblado de China, mortificando durante varios meses a las naciones europeas –sin que todavía hayan logrado superar los contagios ni los efectos del estrago– ahora se encuentra en América. En Estados Unidos, el país con más de 182 mil fallecidos que con unos 6 millones de contagiados sobrepasa con más positivos a Europa –seguido de Brasil, India, Rusia y Sudáfrica– gobernadores y alcaldes imponen nuevas restricciones. Algunas ciudades han hecho reaperturas parciales mientras otras se mantienen cautelosas. Las convenciones políticas de ambos partidos, Demócrata y Republicano, se transmitieron en forma virtual, desde auditorios controlados. El discurso de POTUS aceptando la nominación de su partido para un segundo término, lo dio desde un estrado, adornado con decenas de banderas de los Estados Unidos, colocado en los patios de la Casa Blanca. Sillas fueron colocadas al frente, con la debida separación, para acomodar a los 1,500 invitados que acudieron sin mascarillas.

El infernal virus está golpeando con despiadada crudeza a América Latina. La pandemia no cede. Rebrotes en varias ciudades de Europa que mantienen en vilo a la población obligando a las autoridades enfatizar en el mantenimiento de las medidas de distanciamiento social, el uso de mascarillas y en casos severos la imposición de nuevas restricciones. Aquí los triajes han ayudado a descongestionar los hospitales. La reapertura gradual permite la reincorporación de varias actividades, para no permitir el desplome total de la economía. Sin embargo hay personas que no se percatan de las graves consecuencias de la enfermedad hasta que se han contagiado. Que a muchos deja secuelas con las que deberán lidiar por varios meses. Por descuido algunos o por terquedad de otros que se niegan a la precaución recomendada, exponiendo la vida de los demás. Las empresas que, poco a poco, van abriendo deben ser las primeras interesadas en defender lo avanzado de manera que un rebrote no vaya a obligar a un reculón. Es necesario repetir todos los días las recomendaciones sanitarias. Redoblar las campañas informativas para crear consciencia entre los ciudadanos, no solo a observar, por su propio bien, las medidas de bioseguridad, sino para que la sociedad no se forme la impresión que el país está derrotado. En este trance, hay héroes –como los médicos, las enfermeras, los socorristas, los brigadistas, los soldados, los policías, los laboratoristas– que se han partido el pecho, asistiendo a sus compatriotas.

Hay valientes que enfrentan la calamidad con hidalguía, sin arrugar la cara frente a los desafíos. Empresarios que no se amainan. Trabajadores luchadores. Incluso varios pasando por lo peor, resignados a recibir lo mínimo con la esperanza que la mala situación cambie. Mientras otros, como el avestruz, metieron la cabeza en la tierra. Acobardados por la amenaza que confrontan. Lamentándose de lo que sufren sus negocios sin voluntad de contribuir. Ni un centavo invierten arriesgando perder la imagen institucional que debiesen cuidar. Es obvio que todos están sobrellevando el impacto de la crisis, pero muchos de ellos también aportando y echándole ganas para levantarse. Algunas transnacionales se hicieron las desentendidas. Incluso cuando le han sacado el jugo al encierro. Tampoco han dado muestras de solidaridad. Una que otra pese a las canonjías que obtuvo –ahora metidos al manejo de actividades que exceden el ámbito de su concesión– no ha habilitado el servicio gratis de conectividad a los estudiantes y maestros de tierra adentro. Cuando es apremiante que nadie se quede sin recibir sus clases. La esperanza es que el país venza su adversidad gracias a las buenas actitudes de los más y a pesar de las malas de los pocos.

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