De idiotas y trampas

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31 de agosto de 2020
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12:26 am
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De idiotas y trampas

Por: PG. Nieto.
Asesor y Profesor CISI.

Decía Umberto Eco que el drama de Internet es que ha promovido al tonto al nivel de portador de la verdad; que las redes sociales dan el derecho de palabra a legiones de imbéciles. Efectivamente, no hay diferencia entre un premio nobel y un idiota, en igualdad de condiciones ambos suben a la red lo que son. Vivimos en una hiperrealidad donde no distinguimos si los datos son reales o virtuales. No interesa su veracidad sino la rapidez del contagio. Tanto vale la ñorda del rey como la del plebeyo, se difunde más la que más hiede. La capacidad de diseminación determina su grado de credibilidad. Libertad de pensamiento, de expresión y comunicación, amparan la propagación del virus convirtiendo las redes sociales en fecales.

Para Noam Chomsky la propaganda es a la democracia lo que el garrote es al Estado totalitario. El tolete advierte sobre la supresión de derechos y libertades, pero la propaganda penetra en el cerebro sin avisar hasta quedar anclada en el subconsciente. El sujeto cree que toma decisiones propias pero contaminado actúa inducido, incluso perjudicando sus intereses. Alemania con Hitler, Venezuela con Chávez, son ejemplos de pueblos que votaron por genocidas y dictadores engañados por la propaganda. “Aquí no mando yo, manda el pueblo”; “Yo no soy yo, yo soy el pueblo”, explicaba Chávez su modelo de democracia. El prócer “converso” mejora al maestro metiendo a Dios en la política: “La voz del pueblo es la voz de Dios”. Si Dios no puede equivocarse el pueblo -dirigido convenientemente- tampoco.
Propagar es diseminar, pero propaganda es orientar esa diseminación para influir en la opinión pública en una determinada dirección.

El filósofo Maxime Rovere en su libro ¿Qué hacemos con los idiotas? advierte que los idiotas anulan la capacidad de raciocinio, resultando imposible mantener con ellos un diálogo civilizado. Escuchamos a Nasralla injuriar y calumniar a las autoridades del CNE amenazándolas para que inscriban su partido, o de lo contrario “el pueblo se encargará de que no haya elecciones”. ¿Cuál pueblo? “Me considero el líder de la oposición porque tengo el apoyo de un millón de electores que me dieron su voto”, afirma desde Matrix. ¿Dónde está su electorado?

No está entre militares, policías y familiares, a los que sin misericordia insulta y difama. Nunca en el partido Libre que lo llaman “traidor”, “malnacido”, porque le entregaron la candidatura de su proyecto bolivariano y los abandonó al regresar de Gringolandia: “Me aconsejaron distanciarme de Mel si quería llegar a la Presidencia”. “Qué sería hoy Libre en el Congreso Nacional si no fuese por mis votos”. Tampoco está en el funcionariado a quienes llama “barrigas agradecidas, delincuentes que trabajan para sostener la narcoactividad del cartel”. No deberíamos encontrarlo en las bases liberales porque necesitan sumar votos para aumentar su fortaleza política. El liberalismo debe cuidarse de acuerdos secretos entre Nasralla y Orlando Zelaya que debilitarán aún más al Partido Liberal. Imposible identificar a su electorado en el Partido Nacional y familia nacionalista sobre quienes lleva treinta meses defecando impunemente.

¿Quién queda? Resentidos movidos por venganza. Policías depurados algunos asesorándole, mareros, delincuentes y familiares de los presos “políticos” con los que hay química. Quedan indecisos y primerizos, quienes deberían buscar propuestas políticas diseñadas para ellos por el comentarista deportivo. No encontrarán, no tiene, no sabe de política solo de televisión. “Me basto yo solo para ganarle a todos los partidos juntos”, locutorea con brutal humildad. Habla a la gente como si fuesen una cámara de televisión. Confunde la política con un show mediático: “Cuatro millones de personas me miran todo el domingo durante cincuenta años”. Esto solo puede suceder en Matrix. Posiblemente encontremos electores entre los telespectadores de su concurso.

Narcisista incapaz de asumir errores, pretende soltar el lastre que arrastra por haber aceptado la candidatura de Libre. Atentos a la boñiga: “Juan Orlando me obligó. Fue una trampa entre Juan Orlando y Libre para que me uniera a ellos y les levantara el partido”. ¡Me tendieron una trampa!, es la misma excusa que esgrimió para responsabilizar a la OEA después de firmarles el documento aceptando los resultados electorales. La idiotez es una trampa emocional. El idiota intenta arrastrarnos a su fango intelectual, donde obligarnos a jugar su juego distópico de incoherencias y ganarnos por experiencia.

“Lo que firmo siendo candidato no tiene ningún valor cuando sea presidente”.

-Nasralla, salvador-.

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