La desventura de Minerva

MA
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1 de septiembre de 2020
/
12:18 am
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La desventura de Minerva

Julio Raudales

Minerva es hija de Metis, diosa de la prudencia y por supuesto, de Júpiter. Los intelectuales y artistas romanos la veneraban y elevaban a su altar oraciones para obtener sabiduría y creatividad divina.

Guerrera valiente y efectiva, nunca perdía una batalla; Cicerón, Virgilio, Séneca y Plutarco, se cuentan entre sus hijos consentidos y juntando el esplendor de su sabiduría, al de los délficos de Atenas, crearon la cultura fuerte y milenaria de la que el mundo actual se abreva.

Minerva llora. Lo hace porque el conocimiento envejece, pero la sabiduría no; porque no importan los desenfrenos del Big Data ni los hallazgos jactanciosos de la IV Revolución Industrial o la locura de las redes sociales, ni los millones de dólares de Zukemberg o Gates. Le importa porque la juventud y los viejos también, perdimos el norte y vagamos en el limbo del desconocimiento que provoca el exceso de desinformación.

Los últimos meses son testigos mudos de la caída libre de Minerva, del golpe atrabiliario y funesto que una masa de necios le dieron por la espalda. Pero la diosa es aguerrida, indómita y decidida a levantar a sus guerreros, por muy oscuros que parezcan sus días.

La pandemia, el virus, esa enfermedad que asola al mundo desde el primer trimestre, se esmera en demostrar que el conocimiento languidece si no lo acompaña la prudencia. No importa si el país por donde pase es rico, pobre, gobernable o anárquico; tampoco si sus habitantes están o no “educados” de acuerdo con el canon de la época. Todos sufrimos y hemos tenido que enterrar a miles, que llorar a tantos. ¿Por qué? ¿Dónde está la imbatible Minerva?

Pero por más que el mundo entero sufra su aparente abandono, nuestra Honduras lo resiente más que muchos: Sus más de 20 mil escuelas públicas abandonadas desde hace décadas, sus 58 mil maestros, la mayoría con deseos de trabajar, pero sin herramientas para hacerlo de forma efectiva; los miles de millones de lempiras recaudados en el Fondo Social para las Telecomunicaciones, que pagamos los usuarios de la telefonía para que los centros de estudio se doten de tecnología. Nada funciona y solo le coloca a la diosa un valladar que le impide vencer a sus terribles enemigos.

Hace un par de días, los rectores de las universidades más conspicuas del país se reunieron virtualmente con los directores de medios. Discutieron de manera amplia y honesta los problemas existentes y se propusieron encontrar una solución; un caballo espartano que pueda entrar en Troya y traer con ella el legado de Minerva. El debate fue intenso, aunque distendido. “No podremos seguir empujando en la dinámica que nos ha traído hasta la orilla del abismo, debemos cambiar de rumbo y hacerlo con sabiduría.
Las universidades pueden ser el hilo conductor de una propuesta, pero no se logrará si no hay consciencia ciudadana. Ningún gobierno logra por “generación espontánea” el cambio que un sistema educativo requiere. El liderazgo es importante, pero más lo es la actitud sostenida de un pueblo indignado que, ya sea en el aula o en el ágora, le muestre a sus líderes o pseudo líderes, que solo con más y mejor educación las cosas pueden cambiar.

Minerva ha sido herida en Honduras, pero se levantará. Hace falta una pléyade de adalides que le forjen un camino donde andar. Pueden ser los rectores universitarios, pero hay que abrir paso, sobre todo, a los estudiantes, profesores, campesinos y obreros, a los profesionales que aman al país y están dispuestos a luchar por su liberación.

Nada nos hará cambiar si no empezamos por allí, pero hay que despertar el espíritu de la hija de Metis y Júpiter, traerla hasta nosotros y ponerla de nuestro lado. Solo así huirán los malos augurios y resurgirá la luz que hasta ahora nos es ajena. ¡Vamos! Quitémosle a la gran Minerva sus desventuras y armados con la espada de su sabiduría, aprendamos a poner nuestro futuro en sus manos.

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