Estado y mercado se complementan

ZV
/
3 de septiembre de 2020
/
12:04 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Estado y mercado se complementan

Por: Segisfredo Infante

El único lado positivo de la desgracia mundial que estamos padeciendo, más que todo en países atrasados y vulnerables como el nuestro, es la posibilidad de “reconvenir” respecto de varias circunstancias que incluso ya habíamos considerado en el pasado, tanto en los terrenos de la economía como en la esfera de los valores humanos ligados a las buenas tradiciones populares y a la gran “Filosofía”. En lo que concierne a lo estrictamente económico, aquellos que me conocen saben que me ha mantenido, casi siempre, durante décadas, dentro de visiones keynesianas o neokeynesianas de tercera vía. Conozco, desde la “Historia”, que cuando la economía capitalista se hunde, llega de inmediato el Estado a rescatarla mediante “salvatajes” financieros. Así ocurrió en toda la década del treinta del siglo pasado, lo mismo que durante la crisis financiera del año 2008 y fechas subsiguientes, dentro de un atolladero del cual todavía no nos hemos liberado del todo. Las acciones estatales fueron adoptadas sobre la marcha bajo la inspiración del gran economista británico John Maynard Keynes, admirador, extrañamente, del filósofo del lenguaje Ludwig Wittgenstein. Éstos son, solamente, dos ejemplos históricos contundentes.

Creo que Rodrigo Wong Arévalo fue de los primeros en anunciar, en Honduras, la necesidad imperativa de adoptar medidas keynesianas frente a la caída del mercado nacional e internacional. Lo hizo en forma desprejuiciada, en los comienzos de la desgracia hondureña actual. Para evitar malos entendidos jamás hemos dicho que Sir Keynes haya sido enemigo del mercado. Lo que aconsejaba aquel gran economista (inspirado por su profesor Arthur Pigou) era la necesidad de la intervención directa del Estado cuando se presentaran caídas estruendosas del modelo mercadológico capitalista. A la par de lo anterior Maynard Keynes postulaba la necesidad de buscar el posible “pleno empleo” dentro de una sociedad en que suelen chocar los intereses públicos con los intereses archimillonarios de unos pocos, habida cuenta que el mercado suele exhibir muchas fallas que tal vez fueron inadvertidas por Adam Smith.

De los economistas más recientes debo mencionar a Jean Tirole (Premio Nobel de Economía 2014), pocas veces estudiado en el continente americano. Sospecho que Jean Tirole pertenece al subgrupo de economistas franceses que se han resguardado como investigadores independientes frente a las modas avasallantes de las últimas tres décadas, en donde se ha venido imponiendo una subespecie de “pensamiento único”, inapelable desde el punto de vista de los más dogmáticos. A la pequeña lista habría que añadir el nombre del joven economista Thomas Piketty, con varias publicaciones recientes.

Jean Tirole ha publicado el libro “La Economía del Bien Común”. (Edición castellana de mayo de 2017). La verdad, sea dicha con honradez, es que apenas me he asomado a ciertos capítulos del libro. Aunque deductivamente me parece uno de los textos más completos sobre el funcionamiento diario del capitalismo en general, y del submodelo neomonetarista desregulatorio en particular. Monsieur Tirole demuestra las más grandes fallas del mercado que atentan contra las instituciones protectoras del bien común. Pero también pone en evidencia las fallas del Estado cuando éste se convierte en un enorme obstáculo para el funcionamiento de una economía realmente libre. (Nunca “neoliberal” ni tampoco “neopopulista”). Es más, Tirole reintroduce un suave debate sobre el concepto comparativo de “bien común”, que según mi juicio personal es algo sobre lo cual se ha venido abusando, legal y retóricamente, después de Platón y Aristóteles, vaciando su contenido y convirtiéndolo en una cáscara vacía. Jean Tirole es más específico y contundente cuando advierte que “el Estado no puede lograr que sus ciudadanos vivan (correctamente) sin mercado; y el mercado necesita al Estado: no sólo para proteger la libertad de empresa y garantizar los contratos a través del sistema jurídico, sino también para corregir sus fallos”. (…) Este análisis, continúa Tirol, “demuestra que el mercado y el Estado no constituyen alternativas, sino que, por el contrario, dependen el uno del otro. El buen funcionamiento del mercado depende del buen funcionamiento del Estado. Y a la inversa, un Estado que falla no puede contribuir a la eficacia del mercado ni ofrecer una alternativa”. Finalmente: “la búsqueda del bien común pasa en gran medida por la creación de instituciones cuyo objetivo sea conciliar en la medida de lo posible el interés individual y el interés general”. El Estado (Tirole lo escribe con “E” mayúscula igual que nosotros) debe garantizar la sanidad “frente a la desgracia de tener malos genes, la igualdad de oportunidades en la educación”, los derechos humanos y la libertad “frente a la arbitrariedad de los gobernantes, etcétera”.

Dos derivaciones, desde esta primera aproximación a la obra de Tirole, para la actual Honduras son las siguientes: 1) El Estado y el mercado se complementan. 2) Ninguna institución mercadológica debe ir en contra de las instituciones del bien común.

Más de Columnistas
Lo Más Visto