Presencia del arco iris en el éter de las letras (1)

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3 de septiembre de 2020
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12:02 am
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Presencia del arco iris en el éter de las letras (1)

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares

Invierna. Una curva espectral va dibujándose en el cielo. ¿Qué es eso?, inquiere Luciana Karín al ver la comba multicolor. Los mayores explican el espectáculo que hace nido en las nubes, cuando la luz distante del sol atraviesa un cuerpo de agua -la lluvia- y se proyecta cual cabellera envuelta en rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul, añil y violeta, que se esfuma a los minutos. También es posible verla en cascadas y pulverizaciones de agua bañadas por el astro-rey o por la luna en determinadas posiciones. En los siglos de los siglos, ha servido de telón inspirativo, de simbólicas representaciones, de asociaciones especulativas.

En los registros mitológicos, Iris era el fruto filial de Electra con Taumante. Homero le decía “la de los pies ligeros”; sus alas irradiaban los colores del arco celeste. Se asocia a los siete días de la semana; a los pecados capitales -soberbia, avaricia, lujuria, envidia, gula, ira, pereza-; a las seis y una maravillas -pirámide de Guiza, jardines colgantes de Babilonia, templo de Artemisa, estatua de Zeus en Olimpia, mausoleo de Halicarnaso, coloso de Rodas, faro de Alejandría-; a los hitos de la creación -universo, cielo, tierra, naturaleza, seres vivientes, al hombre y al “acto de Dios” que los hizo existir-; a las siete palabras que pronunció Jesús durante la crucifixión, la primera: “Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen”, la última: “En tus manos encomiendo mi espíritu”.

Para algunos rabinos, el arco muestra la forma de una comba caída, similar al arma del guerrero cuando deja de usarla, por lo cual emblematiza la paz, o el reposo de las lanzas en metáfora vikinga. El pincel paisajístico y la obra literaria no son ajenos al arco de San Martín, como es conocido en Murcia. Del catálogo de pintores allegados al iris, se repintan: Adrien Van de Venne, Maurice Prendergast, Camile Pizarro, Raquel Gallena…

Rubén Darío coteja que “la banda de iris tiene siete rayos,/ cual la lira en sus brazos siete cuerdas”. En sus canciones, Lorca nos remite a la teoría del iris: “Cantad las siete doncellas./ (Sobre el cielo un arco/ de ejemplos de ocaso). Alma con siete voces/ las siete doncellas./ (En el aire blanco/ siete largos pájaros). Mueren las siete doncellas”. Y Neruda: “Hay un país extenso en el cielo/ con las supersticiosas alfombras del arco iris/ y con vegetaciones vesperales”. Para Antonio Machado: “Las siete cuerdas/ de la lira del sol/ vibran en sueños”. “Hacia Madrid, una noche,/ va el tren por Guadarrama./ En el cielo, el arco iris/ que hacen la luna y el agua”.

En narrativa, Grey Zene, Thomas Oynchon, Cecilia Ahem, Pedro Carrasco, Antonio Skármeta y Osiris Valdés colgaron el arco en sus títulos. ¿Y en Honduras? El siquiatra Dagoberto Espinoza Murra, incursionó con “La magia del arco iris” en marzo de 2000. En 2010, “con atentas muestras de aprecio”, puso el libro en mi diestra, -que comento a la ligera-, en tanto el cercano amigo reconquista su salud entre el recuerdo inseparable de Virginia, con quien compartió su vida hogareña.

El protagonista, Pablo Solares, proveniente -como el autor- de Liure y Soledad, cursa estudios en el seminario capitalino, con dudas y rebeldías sobre todo a los ojos franquistas -no franciscanos- del vicerrector, Antonio Escober. En sus argumentos contrastantes, que tanto incomodan al religioso español, Pablo retoma los de un maestro que impartía clases en Liure, al que llamaban don Chema y respondía a los nombres de José María, padre en el plano real del narrador Espinoza, pues como en toda novela -de Joyce, de Faulkner, por caso-, se codean invocaciones biográficas y trozos imaginarios.

Después de ser su progenitor sometido a investigación, por parte del seminario, deserta del noviciado y logra iniciar estudios en la Facultad de Medicina, cuyo decano es -ni más ni menos- el doctor Espinal, estudios que lo involucran en la política universitaria y en la lectura de textos marxistas, peligrosa mixtura por cuanto vive en casa de su tía, casada con un agente represivo, quien terminará echándole a la calle.

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