La pandemia con rostro de niño

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10 de septiembre de 2020
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12:05 am
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La pandemia con rostro de niño

Por: Jorge Valladares Valladares

Este día del niño será histórico, como el momento que vivimos a nivel global y local. Las organizaciones y personas que trabajamos por sus derechos, por vez primera, no contamos con cifras ciertas en términos de indicadores sociales del 45% del total de la población hondureña, o sea de los niños y niñas, que también son víctimas de la pandemia. Viven un impacto silencioso, oculto, sin precedentes.

No sabemos cómo les está impactando en términos de pobreza, hambre, desnutrición, pero si podemos llegar a cifras dramáticas en términos de no escolaridad, número de víctimas por el COVID 19, incremento del trabajo infantil y de varias formas de explotación. Ya que es evidente que están fuera de la escuela, muchos ahora están trabajando, en las calles, en mendicidad, siendo abusados justo en el seno en dónde se debería protegerlos, sus propios hogares y comunidades. El confinamiento disparó las cifras de violencia intra familiar y ha obligado a cientos de hogares a ejercer la mendicidad, volcarse al empleo informal y otras modalidades de franca sobrevivencia.

El COVID 19 sin duda merece una urgente respuesta en términos de salud pública, pero como afirmamos, atrás viene un enorme tsunami, que impactará en la economía, incrementará por ello desempleo, pobreza, y otros aspectos que nos costó décadas avanzar unos pocos puntos en índices de bienestar social.

En trabajo infantil por ejemplo, dos factores habían contribuido a frenarlo, por un lado la mejora relativa y gradual de ingresos en hogares y la escolaridad. El impacto ha sido sin precedentes en ambos y se espera un incremento hasta de un 30% en la cifra de niños y niñas trabajando para contribuir con el ingreso y supervivencia en sus hogares. Adicionalmente a ello y por la falta de empleo formal, se espera lo hagan en sectores peligrosos y en las denominadas peores formas de trabajo infantil. En Honduras 2 de cada 10 niños trabajaban antes de la pandemia, abandonando estudios y en sectores de riesgo y en términos de niño y jóvenes, que no estudiaban y trabajaban, la cifra era una de las más altas de América Latina, afectando a casi 700,000. Siempre suelo ilustrarlo como 23 estadios nacionales repletos de niños y jóvenes sin acceso a educación y empleo. Con la pandemia ya estamos viendo el efecto adverso en este sector.

Con ese panorama, que no es nuestra intención dejar sin aliento al lector, sino, con cifras oficiales previas a la pandemia, proyectar el impacto que la misma tendrá en términos sociales y que seamos conscientes que estamos frente a otra gran emergencia de carácter humanitario.

Se requiere por ello, primero poder medir ese impacto, saber con precisión dónde actuar y luego reorganizar la institucionalidad dedicada a niñez y adolescencia, fortalecerla, dotarla de recursos suficientes para que en forma coordinada con cooperantes, sociedad civil, gobiernos y liderazgo local, sepamos enfrentar este histórico y difícil momento. Si nos demoramos, el retroceso en desarrollo humano será monumental.

Que este 10 de septiembre, día del niño hondureño, evoquemos lo mejor de nosotros, invoquemos a Dios que nos guie, porque la tarea que tenemos todos es colosal, será para salvar toda una generación de niños, niñas y jóvenes que merecen cualquier sacrificio para que logren después de esta crisis, un país con oportunidades y bienestar.

Como afirma una de las ONGs más grandes a nivel global dedicada a la protección de la niñez, World Vision: “Una niñez protegida promotora de una sociedad más justa y segura”. Que así sea.

¡Felicidades a nuestros niños y niñas en su día!

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