Estelas del saqueo en las Ruinas de Copán

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11 de septiembre de 2020
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12:40 am
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Estelas del saqueo en las Ruinas de Copán

Estelas del saqueo en las Ruinas de Copán

Estelas del saqueo en las Ruinas de Copán, Por: Oscar Armando Valladares

Vocablos hay en español venidos de nombres propios, significativos de conductas o de características reales o supuestas del personaje a que se alude. Filípica: censura acre, invectiva, alusiva a las arengas que Demóstenes profirió contra Filipo, el rey macedónico; catilinaria: escrito o discurso vehemente, originado de las oraciones de Cicerón en menoscabo del político Lucio Sergio Catilina; draconiana: ley o medida extrema o sanguinaria, en referencia al legislador Dracón, responsable de un severo código ateniense; maquiavélico, quijotesco, pánico (del dios Pan), quevedos (anteojos como los que usaba el escritor español), cantinflesco, etc, son algunos de esos términos adheridos al cuerpo robusto del diccionario.

Con estos dos nos quedamos: Caco y Zaqueo, de la antología mitológica y bíblica comúnmente empleados para designar al ladrón que roba con destreza y al que entra en plaza a robar cuanto halla y puede. Ambas formas de volar con lo ajeno, han sentado sus reales con respecto a los bienes del Estado, más aún con los haberes antropológicos, arqueológicos, históricos y artísticos del país e inclusive con sitios de belleza natural o de atractivo boscoso. Los recintos y museos eclesiásticos vienen siendo el blanco de propios y extraños.

Lo grave y enfadoso, empero, es que, en lugar de velar por su conservación e impedir sustracciones los gobiernos se hacen de la vista baja y más bien suelen dejar el arca abierta. Así han transpuesto las fronteras el oro, el bosque, la fauna y el fruto del vientre de la patria.

En cuanto al patrimonio arqueológico, la historia revela en sus entrecijos el despojo al que fue sometido, en especial la antigua ciudad maya de Copán, desde que tuvo la visita de John L. Stephens y Frederick Catherwood. El libro “Incidentes de viaje” -que dieron a conocer en Estados Unidos- despertó el codicioso interés de sus paisanos, como lo indican las doce impresiones y reimpresiones efectuadas de 1841 a 1871.

Daniel de la Borbolla y Pedro Rivas, en su texto sobre monumentos históricos y arqueológicos resentíanse, en 1953, de que a pesar de sus esfuerzos y sus leyes en Honduras no había impedido “la destrucción y el saqueo, ni podido hacer una restauración completa de esa monumental acrópolis”. En el Primer Anuario Estadístico (1889), Antonio R. Vallejo ofrece el dato siguiente: “En la jurisdicción de este pueblo (Santa Rita de Copán) están las renombradas y prodigiosas ruinas, que hoy explora y explota una compañía norteamericana”.

En realidad, el gobierno de Luis Bográn (afecto a dar bondadosas concesiones) había expedido un decreto según el cual el ciudadano estadounidense, E.W. Perry, establecería una Sociedad de Antigüedades y el Museo de Copán. Al no cumplir, traspasó sus derechos al Peabody Museum, de Cambridge, Massachusetts, entidad que por acuerdo ejecutivo de 1991 recibió la prerrogativa de apropiarse de la mitad de los objetivos mayas localizados bajo la superficie del suelo. Su representante, John Francis Owens, murió de fiebre en 1893 y sus restos yacen en una explanada de las ruinas.

En el régimen de Carías Andino la Carnegie Institution, de Washington, se hizo cargo de trabajos de excavación y restauración, al cuidado de Sylvanus Morley y Gustavo Stromsvik. Además de estos nombres, a Copán han llegado personajes como Erick Thompson, Earl Morris, Wilson Peponoe, Doris Stone, George B. Gordon, Alfred V. Kidder, etcétera.

En tiempos de la Federación, el cónsul inglés Frederick Chatfield cumplió órdenes de la Corona, encaminadas a embarcar ejemplares arqueológicos de Copán. La artística escultura del dios del maíz “existentes en los museos Británico y Peabody” -en palabras de Thompson- son más que evidentes. Stephens, por su lado, escribió en su libro: “Yo pagué cincuenta dólares por Copán”. Ante los desmanes de “Zaqueo”, Miguel R. Ortega elevó a poema su indignado reclamo: “Columna vertical de la leyenda/. Alfileradas lenguas de la raza. /Pingue negocio/ de mafiosos banqueros macarrónicos/ que birlando los ídolos/ les han brindado viajes de turismo,/ y hoy adornan exóticos museos…/¿Volverán algún día esas estelas/ a su cuna de piedra de Copán?/¿Y se coronarán de enredaderas/ en su vieja ciudad?/ ¿O simbolizarán nuestro desdoro?/Pues las ávidas manos extranjeras/ agotaron las minas, las maderas/ y han saqueado hasta el último tesoro/ que es nuestra dignidad”.

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