Yani Rosenthal rompe el silencio: “Aprendí la lección”

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12 de septiembre de 2020
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05:50 am
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Yani Rosenthal rompe el silencio: “Aprendí la lección”

Yani Rosenthal rompe el silencio: “Aprendí la lección”

Yani Rosenthal rompe el silencio: “Aprendí la lección”, -LA ENTREGA: Me dijeron que en Honduras me preparaban un caso. Salí en caballo por Corinto a Guatemala
-SENTENCIA: Me condenaron a 36 meses por una compra de ganado a “Los Cachiros”
-JUSTICIA: Los fiscales y jueces fueron objetivos al retirarme los otros cargos
-INCAUTACIONES: Fue desproporcional, le quitaron sus bienes hasta a mis padres y mis hermanos
-CANDIDATURA: Estoy pensando pidiéndole a Dios sabiduría para tomar la mejor decisión

El empresario y político sampedrano Yani Rosenthal, reveló que salió por un punto ciego para entregarse a la justicia estadounidense, dio clases de matemáticas, le negaron una pastilla para el dolor y leyó 150 libros, mientras estuvo en prisión, durante una entrevista televisiva en la que rompió el silencio, tras su regreso a Honduras.

“Nunca he estado tan feliz como ahora, como dice la canción, en el mismo lugar y con la misma gente”, dijo el político liberal en la entrevista a canal 11, la primera que brinda a un medio de comunicación hondureño en cinco años que estuvo detenido en Nueva York.

Con 55 años de edad, el pelo teñido que le daba un aire rejuvenecido y sin perder esa seriedad que le caracteriza cuando platica, Rosenthal se presentó al canal de su familia para explicar, según dijo, mucha desinformación que hubo en su caso tanto en Honduras como en Estados Unidos.

Vestido de chaqueta azul, camisa celeste, sin corbata y entrelazando sus manos, dejando ver su anillo de boda, cada vez que respondía, Rosenthal relató por casi una hora los sinsabores de su caso a la periodista Yadira Bendaña, sin sobresaltos, excepto cuando le tocó recordar a su padre, Jaime Rosenthal Oliva, fallecido mientras él estuvo preso.

“Cometí un delito y pagué, pero de algo muy malo salió algo positivo, sufrí muchísimo, pero aprendí la lección”, agregó. “Mi papá se me murió estando preso, ese fue el día más triste de mi vida”, subrayó casi al borde del llanto.

APOYO FAMILIAR

Rosenthal resaltó el apoyo de su esposa Claudia, con quien tiene 30 años de casado, lo mismo que sus hijas, hermanos, sus sobrinos, primos y tíos, como claves para soportar el encierro en una cárcel del Distrito Sur de Manhattan. “Era un cuarto de tres metros, con un servicio, una mesita y una cama de cemento con un colchón duro”, recordó.

“Algunos guardias son amables, pero la mayoría ven a los presos como perros”. Pese a ello, dijo, “logré reencontrarme con Dios y aprendí a que todos tenemos derechos a una segunda oportunidad”.

El político dijo que estuvo cinco años sin ver a su esposa porque le cancelaron la visa, pero tuvo la visita permanente de sus hijas, Elisa y Victoria, porque ellas estudiaban en Estados Unidos cuando él cayó preso.

Recibió asimismo la visita de muchos amigos en prisión y lamentó que otros no pudieron verlo por el trámite carcelario, pero se ha podido reencontrar con ellos.

“Estoy sorprendido, los amigos no me reciben como un exconvicto, con los enemigos no he platicado, no me llaman. Al 95 por ciento de los presos, los abandona su esposa, su familia, a mí no. Todos me estaban esperando, como dice la canción, en el mismo lugar y con la misma gente.

Supongo que no a todos les caigo bien, no soy moneda de oro, soy político, y está bien”.

EL CASO Y LOS CACHIROS

Rosenthal confesó que una vez que sus abogados neoyorquinos entraron en arreglos con los fiscales estadounidenses, salió de manera ilegal por Corinto, en el occidente de Honduras, llegó a Guatemala, de ahí a Panamá y por último a la Gran Manzana.

“Llegué en caballo a Guatemala después de un día de camino y bajo la lluvia”, recordó.

Antes de su entrega, dijo, sus abogados le habían explicado que se presentaría ante un juez y sería puesto en libertad bajo fianza, pero no fue así.

“No sé qué pasó entre los fiscales y los jueces, pero al final me tendieron una trampa y quedé preso el mismo día”.

Posteriormente, aseguró, fue condenado a 36 meses de prisión por una transacción de 250 mil dólares en una compra de ganado al grupo mafioso “Los Cachiros”.

Cuatro cargos más que le adjudicaban los fiscales, le fueron retirados.

Admitió que, en el tramo final del juicio, los jueces y los fiscales fueron muy objetivos, pero consideró injusta su condena porque era un cargo administrativo y no criminal.

“Me acusaron de un cargo de lavado de activos, que tiene cuatro cargos y uno por transar bienes de procedencia ilícita con “Los Cachiros, les compraba ganado”, dijo.

Yani explicó que pudo defenderse en libertad por ese delito, pero como le cancelaron la visa, quedó ilegal y siempre iba a ir a prisión.

Frente a esto, los abogados le aconsejaron que era mejor esperar su veredicto en una cárcel federal que en una migración.

“Mis abogados pensaba que me dejarían libre bajo fianza desde un principio. pero me metieron preso. Caí en una trampa”, insistió.

Como parte del proceso, el político confesó que fue interrogado duramente por los fiscales las primeras tres semanas, pero después se dieron cuenta que les dijo la verdad desde un principio.

“Ellos me preguntaban dónde estaba el dinero, pensaba que lo tenía en Suiza, y nada que ver”.

Al final, “el mérito que les doy a los fiscales y el juez es que fueron objetivos, me retiraron los cargos que no podían probar, algo que no pasa en Honduras”.

La sentencia fue de 36 meses, cumplida el pasado 7 de agosto y cinco años después de su entrega en el 2015.

SU CASO EN HONDURAS

Mientras el caso seguía su curso en Manhattan, relató que en Honduras de inmediato le incautaron 60 bienes, incluyendo las casas de su papá y sus hermanos, a pesar que no tenían nada que ver en el proceso.

Las incautaciones alcanzaron al banco Continental y el cierre de Diario Tiempo y la empacadora de Carne Continental.

Dijo que decidió entregarse porque en Honduras le estaban armando un caso para procesarlo aquí.

“Me lo dijeron incluso policías”, dijo sin precisar si esto lo motivaba el gobierno el Ministerio Público.

“Cuando allanaron mi casa, los periodistas vieron que los policías entraron sin armas y salieron con armas diciendo que eran mías, no sé quién preparaba esto, esto me obligó a entregarme en Estados Unidos y evitar la extradición”.

Ahora, no tiene cargos pendientes, excepto, el caso por recuperar sus bienes, porque a su juicio fue una incautación desproporcional considerando que casi todos sus bienes los obtuvo antes del 2008, año en que comenzó a hacer negocios con “Los Cachiros”.

“En los Estados Unidos probé que tuve negocio con Los Cachiros, entre el 2008 y el 2013, lo que debe suponer que los bienes hacia atrás no debieron tocarlos como la casa de mi mamá que data de 1963 y la mía”, dijo.

Yani aseguró que tenía negocios con el clan Rivera Maradiaga desde los años noventa sin saber que eran narcotraficantes hasta el 2008. “Los debí cortar inmediatamente, pero seguí comprándoles ganado, ese fue mi error”, dijo.

Por ese negocio, recalcó, fue sancionado por la OFAC (Oficina de Control de Activos Extranjeros) y de ahí se valió la Fiscalía neoyorquina para abrirle un juicio. “Es inconcebible que hayan actuado por una sanción”, se quejó.

Agregó que años después cortó relaciones con “Los Cachiros”, pero fue tarde. “Cometí un error y pagué por él. Aprendí la lección, me arrepiento, sufrí muchísimo, le impusieron penas a mi familia, y mi papá, que no tenían nada que ver”.

“Mi papá se me murió estando preso, ese fue el día más triste, (hizo una pausa, tomó un vaso de agua para evitar llorar), no me gusta hablar de eso, porque me pone triste, era mi mejor amigo, nos gustaba lo mismo, política, todo”, subrayó.

EN LA CÁRCEL

Mientras estuvo preso dio clases de matemáticas, lo que le ayudó a reducir un 15 por ciento de la condena. También le permitían comunicarse con su familia y enviar correos electrónicos, hasta que se declaró la pandemia. A partir de ahí quedó incomunicado.

En el día a día, podía moverse en espacios reducidos, ir al gimnasio, canchas y con horas puntuales, los lunes, miércoles y viernes.

Los martes y jueves llamaba a su esposa Claudia y a su madre, a las 6:00 de la tarde, hora de Honduras, casi siempre.

También dijo que recibía LA TRIBUNA en su edición electrónica. En una de esas llamadas, pudo platicar con su padre días antes de su muerte.

“Un lunes me dijo que se sentía débil y murió el viernes”, dijo al borde del llanto”.

Mientras estuvo preso, el político leyó 150 libros de todos los saberes y aprendió que dar clases, tarea que ahora dice no es algo fácil y le ha hecho respetar la labor docente. “Es tedioso estar parado y que no le ponga atención a uno”.

También vivió sinsabores como los demás reos comunes, incluso, dijo que hasta le negaron una pastilla para calmar un dolor en su brazo.

“Yo siempre viví en comodidades, pero ahí me di cuenta de muchas cosas y el sufrimiento de ser un pobre reo. Algunos guardias son amables, pero la mayoría ven a los presos como perros”.

SU REGRESO y CANDIDATURA

Rosenthal dijo que no sabía del recibimiento que le tenía preparado la dirigencia liberal hasta que llegó al aeropuerto, porque había perdido comunicación con el exterior a mitad de la pandemia, cuando la cárcel extremó las medidas por temor al coronavirus.

A un mes de estar en Honduras, dijo que no ha podido tomar una decisión con respecto a aceptar una candidatura presidencial como se lo propone un sector del Partido Liberal.

Lo único que ha hecho hasta ahora es ir al cementerio a ver la tumba de su padre y estar con su familia en casa. “No me lo esperaba, nunca pensé que podía venir a una campaña electoral”.

En se sentido, agregó que “lo he pensado, he estado platicando con la base, no he tomado una decisión al respecto, si la toma debe ser rápido, tengo que tomar una decisión, porque viene la convocatoria.

Yani admite que, para mucha gente, incluso, en los Estados Unidos, es inconcebible que un exconvicto aspire a una candidatura presidencial, pero señaló que los hondureños tienen la bondad de darle una segunda oportunidad a las personas y él cree lo mismo.

“Es una sorpresa para mí que me miren con candidato presidencial, puede ser que se deba a la falta de liderazgo, pero los liberales están ahí, los 12 años del gobierno nacionalista ha sido largos, la gente quiere un cambio. Y yo creo que ya es hora, no importa quién lo lidera, sea yo, o no”.

“Todos los días le consulto a Dios, que me dé orientación y sabiduría para tomar la decisión correcta, y creo que él me va dar la respuesta correcta”, subrayó el empresario al tiempo de recalcar que “todos merecemos una segunda oportunidad, yo mismo, la voy a dar porque es correcto, porque todos merecemos una segunda oportunidad” (EG)

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