GANADORES Y PERDEDORES
A propósito de la independencia y de la supeditación. De momento no vamos a insistir en la dependencia nuestra, a falta de autoestima interna y de poca confianza en lo doméstico. Del embeleso hacia lo ajeno e insuficiencia de apego a lo propio. Más bien examinar otros casos. Un contraste de cómo cada cual maneja sus conflictos y responde a las amenazas. Los chinos recurrieron a la Organización Mundial del Comercio reclamando por los aranceles que les clavó la Casa Banca. Y acaban de ganar la sentencia. La OMC resolvió que “los aranceles impuestos por Estados Unidos a China en 2018 y 2019, uno de los principales frentes en la guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo, son excesivos y violan las leyes internacionales”. A cada ronda de gravámenes de los norteamericanos a las importaciones chinas, aquellos respondieron en represalia, tasando una lista de importaciones de artículos estadounidenses.
Días atrás puntualizábamos sobre la reversión en las relaciones de cooperación y de intercambio entre las potencias. Una tendencia hacia el aislacionismo –agudizada por el encierro mundial como consecuencia de la peste– y de reversión al ímpetu de la globalización. Los Estados Unidos, líder mundial de gigantesca influencia en tantas asociaciones del multilateralismo, se desmarca de muchas de ellas. Abandona antiguos lazos de correspondencia con organizaciones internacionales y entra en discrepancia con el bloque europeo. Sus tradicionales aliados. Pero también –mientras abraza a algunos de sus adversarios, ejemplo, Putin de Rusia, Tayyip Erdoğan, de Turquía, Kim Jong-un, de Corea del Norte– acentúa la brecha de distancia con otros rivales. La guerra sorda es evidente con la potencia más poblada del mundo que en el próximo futuro aspira ser la primera potencia económica mundial. No solo es un conflicto de aranceles. Los norteamericanos decidieron atacar la fuente de competencia con China en la alta tecnología y el ciberespacio. Acusándoles de espionaje, vetaron a Huawei, (la tecnología 5G del gigante chino). La verdadera causa es la competencia global por el control de la industria digital de alta tecnología. Siguiendo a los norteamericanos, el Reino Unido tomó parecidas medidas bloqueando a Huawei de sus redes. Australia y Nueva Zelandia se unieron al boicot. Ahora, veamos cómo funciona la correlación de fuerzas en la vecindad.
No fue solo fachada de campaña. El gobierno norteamericano persiste, e invierte recursos, en la construcción del muro fronterizo. Cuando POTUS amenazó a López Obrador con imponer a México sanciones arancelarias y anular el tratado de libre comercio, si no paraba en seco las migraciones, mandó volado a su canciller a negociar a Washington. El alto funcionario regresó satisfecho anunciando los logros. Negociarían un nuevo tratado, esta vez más ventajoso para los norteamericanos. Convino, además, prestar a México como salón de espera. De modo que los inmigrantes que pudieron cruzar la frontera, pendientes de resolución de un juez a su solicitud de asilo, –que tarda meses–esperarían en México. Una especie de “tercer país seguro” parecido a los “tratados de cooperación de asilo” suscrito con los países del Triángulo Norte. Cuando ocurrió otra ola migratoria, nuevamente la advertencia. AMLO desplazó al ejército y su guardia nacional a atajar peregrinos. Unos uniformados asignados al norte a evitar el cruce fronterizo y otros custodiando el sur para trancar el paso a los viajeros. Las deportaciones no han parado, incluso durante este desdichado trance del coronavirus. Propicio el debate, entonces, a la celebración de la independencia del imperio español. Que en nada disminuye el fervor cívico de existir como naciones soberanas. Ni la lucha incansable por la libertad. Ni rebaja los anhelos de alcanzar mayores niveles de prosperidad y de autosuficiencia.
