EL BALOTAJE

ZV
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17 de septiembre de 2020
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12:13 am
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EL BALOTAJE

CAPITALINOS Y EL AEROPUERTOLO DOMÉSTICO Y LA SOLIDARIDAD

NADIE ignora que la segunda vuelta no sea tema de reformas a la ley secundaria. Ni que tampoco sea materia de la Ley Electoral pendiente de aprobación. Si hubiese voluntad política de incorporar el mecanismo del balotaje con vigencia para este proceso comicial, es cuestión de introducir la iniciativa de reforma constitucional al pleno –ya cuentan con un borrador de proyecto remitido a diputados por el CNE– discutirlo y aprobarlo. Obviamente la ratificación en la siguiente legislatura perfeccionaría el proceso de la reforma constitucional. Como se trata de asuntos independientes, no subordinados uno del otro, nada impide, por un lado tratar lo pertinente a las reformas electorales y, como cosa aparte, discutir lo relativo a la reforma constitucional. Sería como mascar chicle y parpadear al mismo tiempo. Lo que se hace con los dientes no estorba lo que se haga con los ojos. Meses después, una vez aprobada la ratificación, se modifica la Ley Electoral para adecuarla a la reforma constitucional. Nada del proceso electoral en marcha sufre inconveniente.

Ya se materializó la primera sugerencia ofrecida en esta columna de opinión. En días pasados dijimos: Cuando la nación está abocada a un nuevo proceso electoral, si la intención es hacer justicia a los nuevos liderazgos, que cuentan con significativo respaldo ciudadano, deben proceder a la inscripción de otros partidos. Por unanimidad el CNE votó el ingreso de tres nuevos partidos a la contienda. También advertimos. Esta podría ser la última oportunidad que tengan los partidos políticos –cuando la mayoría indignada a todos los ve como más de lo mismo– antes que las realidades cambiantes acaben de darles cristiana sepultura. Así que lo verdaderamente novedoso en el sistema electoral sería la segunda vuelta. Como aspiración –ahora que hay tantos partidos– que la nación salga fortalecida de la consulta comicial, dando sentido real a las alianzas, con un gobierno fuerte, respaldado por una mayoría contundente de los hondureños y con mayor solvencia para conjuntarlo. A manera que un auditorio desencantado con la clase política y hasta indignado con el sistema –en medio de la pandemia que exacerba aún más el descontento– pueda anidar alguna mediana esperanza que el camino electoral conducirá irremisiblemente a linderos más prometedores de bienestar colectivo. La óptica más cercana a un balotaje es lo que se avecina en Bolivia. Algo que nada costaría observar con atención. Después que despacharon a Evo, –por hacer trampa queriendo perpetuarse– los bolivianos resisten los embates de una doble crisis.

El golpe sanitario y económico por la peste y la política, exacerbada por los mismitos políticos, sus grupos sectarios y sus mezquinos intereses de siempre. En octubre finalmente van a elecciones. El gobierno de transición mucho ha durado y con los males del virus encima se ha desgastado. Así que MAS, el partido del depuesto, –apertrechado con toda la infraestructura que pudo apelmazar cuando estuvo en el poder– lleva la delantera. Pero con un 26.2 por ciento del voto no logra imponerse en la primera tanda a sus adversarios divididos. Le sigue Mesa, con 17.1%, que hace años quedó completando el período del derrocado Sánchez de Lozada. Acabó –cuando le cayó encima una crisis inmanejable– renunciando al cargo. Aquello le pavimentó el camino a Evo que una vez arriba no hubo forma de apearlo. La presidenta interina, con 10.4% ocupa un tercer lugar. Uno de los más aguerridos políticos opositores, expresidente del Comité Cívico de Santa Cruz, obtiene un 6.9%. “Respecto de los votos válidos, sin contar los blancos, nulos o no sabe ni responde, Arce tiene 37.3%, Mesa 24.2%, Áñez 14.4%, Camacho 12.4%, Chi 5.9%, Quiroga 3.8%, Bayá 1.3% y Mamani 0.7%”. De cristalizar esa tendencia Arce, el candidato de Evo, iría a segunda vuelta con Mesa. Presumiblemente los votos de los opositores a Evo, que son más, se le sumarían, ya que en el balotaje los eliminados sufragarían por el que detesten menos. A nadie asombra que la campaña sea más de guerra sucia que de propuestas. Nada distinto a la tónica contemporánea, ahora que el veneno que transmite una sociedad bien dividida se hace viral.

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