Jefaturas de hogares femeninas

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1 de octubre de 2020
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12:12 am
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Jefaturas de hogares femeninas

Por: Ángela Marieta Sosa
Especialista en Derechos Humanos

¿Quién es la jefa del hogar? Según el Centro Nacional de Información del Sector Social de Honduras, es la persona que siendo residente habitual y miembro del hogar es reconocida como jefe por los demás miembros del mismo, ya sea por una mayor responsabilidad en las decisiones, autoridad, prestigio, relación familiar o de parentesco o por razones económicas (principal sostén de la familia), tradicionales o culturales.

La jefatura de hogar femenina, según estudios, es un asidero de la pobreza en el país debido a que la misma en su mayoría, es asumida por mujeres solas, con ingresos precarios, baja escolaridad y con edades mayores. La ausencia de activos humanos (educación, salud y trabajo) así como la carencia del activo social (núcleo familiar articulado, redes sociales, programas de apoyo etc.) pone de manifiesto que son hogares vulnerables socialmente.

Y según uno de los últimos estudios sociodemográficos publicados por el Instituto Nacional de Estadística en el año 2019, muestra que al evaluar el estado civil de las madres jefas de hogar, el estudio arrojó que el 46.3% de las mujeres manifestaron ser madres solteras y que otra de las cifras alarmantes reveló que el 37.8% dijeron ser madres viudas, convirtiéndose en el principal factor que las obliga asumir el rol de jefas de hogar.

Antes de la pandemia, el contexto ya denotaba insuficiencia estructural de Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales (DESCA) en poblaciones vulnerables por condición socioeconómica precaria y por pertenencia a un grupo cuya potencia de exposición al riesgo de daño físico y psicológico, secular y colateral, se veía maximizado, por la desigualdad social y de oportunidades, para el desarrollo sostenible, especialmente en el caso de las mujeres.

Desarrollo sostenible al que si bien es cierto, tienen derecho los hombres, niños, jóvenes, diversidad sexual (LGTBIQ+), adultos mayores, migrantes, discapacitados, pueblos indígenas y afrohondureños, familiares de privados de libertad, profesionales de diferentes áreas sociales; las mujeres por su antecedente de discriminación y violencia de género, tienen que reclamarlo, en cada espacio, sobre todo al no poder vincularse a estas oportunidades, por ser inexistentes o privilegiadas.

La feminización de la migración es mayormente integrada por mujeres “jefas de hogar” jóvenes, que dejan en manos de sus madres o particulares, a sus menores, multiplicando los factores de riesgo que profundizan la vulnerabilidad de la familia, este fenómeno devastador, es a causa de la falta de oportunidades y recursos para satisfacer las necesidades básicas de quienes dependen de ellas, generando consecuentemente la desintegración familiar y transfiriendo la jefatura en la persona que queda a cargo, que normalmente es alguien de la tercera edad, cuyo promedio de vida no será esperanzador a largo plazo.

La mujer que migra desde su país de origen, de tránsito y destino final, sufre de perpetraciones de una serie de delitos como la trata, las violaciones físicas, sexuales y torturas, tratos crueles, inhumanos y degradantes, y otros, justificación suficiente para una intervención corresponsable por parte de los gobiernos y sociedad civil, en este sentido es decisiva la atención estatal mediante políticas públicas diferenciadas, caracterizadas y articuladas con pertinencia institucional, para incrementar los factores de protección de la mujer jefa de hogar.

Actualmente en Honduras existen oportunidades a madres y jóvenes como estrategia de salida del bono Vida Mejor, asimismo se instaló el programa de Ciudad Mujer, cuyo objetivo es contribuir al mejoramiento de las condiciones de vida de las mujeres en Honduras, en las áreas de autonomía económica (AE), atención a la Violencia Contra las Mujeres (VCM), Salud Sexual y Reproductiva (SSR), Educación Colectiva (EC) y otras afines, mediante una red de servicios ofrecidos de manera integral por las instituciones públicas competentes.

Sin embargo, aún con estos importantes esfuerzos institucionales, la debilidad sobre el impacto en la cantidad de mujeres que esperan ser beneficiadas, persiste, pues no todas las jefas de familia tienen la oportunidad de desarrollarse plenamente y en libertad económica que les beneficie a ellas y sus dependientes (menores y adultos mayores), mucho menos ahora en el contexto pandémico covid-19, que ha multiplicado la carencia de derechos y de oportunidades.

Los porcentajes de pobreza y desigualdad planteados por el Banco Mundial, muestran que un 48.3% por ciento de las personas viven en pobreza en el país (2018, con las líneas oficiales de pobreza actualizadas) y el porcentaje de personas viviendo en pobreza en zonas rurales (60.1 por ciento) es mayor que en zonas urbanas (38.4 por ciento); además de los altos niveles de violencia; y dentro de estas cifras, están las mujeres, las jefas de hogar, las que asumen la vida y se enfrentan a un mundo en donde aún persiste un sistema machista, patriarcal, lleno de misóginos y misóginas.

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