Una cosa rara llamada antimateria

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4 de octubre de 2020
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12:01 am
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Una cosa rara llamada antimateria

Una cosa rara llamada antimateria, Por: Segisfredo Infante

Desde que vi la película “Ángeles y demonios” (2009), dirigida por Ron Howard, quedé intrigado, nuevamente, por el tema de la antimateria. Cómo era posible que la ciencia ficción imaginara que se podía contener en un pequeño cilindro transparente una cantidad aceptable de tal cosa sin provocar una inmensa explosión en el mismo laboratorio, sabiendo que, por principio de cuentas, a la materia le resulta imposible coexistir con la antimateria, su enemiga natural. Ya sabemos que la materia le ganó la pelea mortal a las partículas antimateriales en los primeros segundos del Universo.

Me parece que después de ver aquella película basada en una novela del subgénero policíaco (creo que me la regaló Luis Martín Alemán) de la pluma de Dan Brown, sentí la necesidad de conversar con Josué Danilo Molina, experto en partículas elementales y un excelente matemático. Así que llegué a la conclusión preliminar que aquella era (o es) una mala película, y una mala novela, de inferior calidad al “Código Da Vinci”, sobre cuyos temas tampoco deseo, por ahora, pronunciarme de ninguna manera.

Lo que pasa es que hace unos quince años aproximados leí un libro de un científico francés llamado Gabriel Chardin. El libro de este personaje lleva por título “La Antimateria; un ensayo para reflexionar”, en donde se discurre sobre los “anti-átomos”, el “anti-hidrógneo” y, por consiguiente, la imaginable “antimateria”. Chardin anticipa que es posible fabricar antimateria en laboratorios altamente sofisticados. O en los aceleradores de partículas. No recuerdo si este científico del “CERN” (Organización Europea para la Investigación Nuclear) advierte sobre la cantidad de años que llevaría producir un solo gramo de antimateria y la cantidad súper-archimillonaria que tal proyecto presupondría en la vida real. En todo caso resulta absurda la suposición del autor, del guionista y del director de la mentada película “Ángeles y demonios”, escenificada en Roma, como también resultan ser absurdas las inconsistencias históricas de tal novela. Por eso un ensayista español, buen amigo nuestro me confesó, en cierto momento, que él prefería leer “Historia” que supuestas novelas históricas. A menos que se trate del “Nombre de la Rosa”, le contesté al amigo; o tal vez es lo que quise contestarle para mis adentros. También pude haber añadido a mi diminuta lista “El Mártir de las Catacumbas”; o quizás (pero muy quizás) la novela “Salambó” de Gustave Flaubert.

Monsieur Chardin sostiene que la antimateria existe sobre la base de la detección cosmológica de los rayos gamma; de la existencia pasajera de los positrones (que son partículas aniquiladas o rechazadas por los electrones), y sobre el hecho concreto de la desintegración de los protones atómicos que hoy en día se está experimentando (lo insinuamos arriba) en los más prestigiosos centros de aceleración, eliminación y creación de nuevas partículas subatómicas. Conviene añadir que hay otros autores como Josué Danilo Molina que discurren, entre otras cosas, sobre las asimetrías entre la materia y la antimateria. (Por lo menos he hojeado sus tesis de maestría y de doctorado).

La antimateria está significada por partículas existentes que probablemente desaparecieron en el primer devenir vertiginoso del Universo. Por eso pensé en un primer momento, hace alrededor de quince años, que la antimateria era un territorio propicio para la epistemología, es decir, la filosofía de la ciencia. E incluso una esfera atractiva para la especulación filosófica abstracta (y estricta). Pero ahora mismo tengo dudas, en tanto que es probable que se trate de un tema altamente complejo que debiera conversar con el joven Wilder Guerrero y con otros epistemólogos viejos y jóvenes. Lo importante, en el mediodía de la jornada, es reconsiderar positiva y negativamente los pasos andados y desandados en el duro pero sabroso camino del conocimiento riguroso, un poco al margen de las diletancias intelectuales.

Al recordar el libro de Gabriel Chardin se revive la impresión de haber abordado una cosa rara llamada antimateria, cuya existencia pasada es difícil imaginar o recrear mentalmente. Por eso pensábamos, en aquellos días, que estábamos aproximándonos a las zonas factualmente “prohibidas” para la filosofía especulativa y la teología de más alto vuelo, en caso que pudiera existir un empalme entre la gran “Filosofía” y los pormenores de las partículas elementales. No lo sé. “YHVH”, el Dios Eterno, y el mundo del futuro lo decidirán, en caso que los seres humanos nos pongamos de acuerdo para subsistir como especie, frente a cualquier calamidad provocada por la naturaleza, las exigencias comerciales, las ideologías violentas o por las nuevas tecnologías. De muy poco serviría la sobrevivencia de unos pocos arrogantes exitosos frente al empuje de las “Ideas” de muchos pensadores de diversas nacionalidades.

La gran Filosofía posee la virtud de abordar conceptualmente los problemas vitales y centrales del “Hombre”, lo mismo que canalizar los conocimientos dispersos por aquí o por allá, a fin de poner orden en medio del desorden intercontinental.

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