LA MOSCA

ZV
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9 de octubre de 2020
/
12:15 am
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LA MOSCA

INDISCUTIBLE. Fue la mosca. La sensación de la noche. Ninguna cosa de lo debatido o de lo sucedido mereció tanta atención como la mosca. Nada de lo dicho por ninguno de ellos será registro de memoria perdurable. Ni recibió tanta divulgación como la mosca. En las sociedades líquidas de hoy, no es la esencia lo que pesa. No es calidad de contenido lo que se enseña. Ni utilidad de la materia lo que se aprende. Tampoco hay pasión alguna de asimilar el fondo del asunto. Las superficialidades son las que se riegan en forma vírica. El provecho al conocimiento consiste en que sea gracioso. Motivo de diversión. Y mientras haya algo que divague o entretenga ¿para qué reparar en las mundanas cosas importantes de la vida? Así que concluida la función no quedó recuento memorable de nada sustancial de lo tratado. Nada notable. No habrá recolección de ninguna frase contundente, de alguna postura digna, de algún sentimiento expresado que calase hondo. Más que de la mosca.

El díptero –parecía tábano no una mosca común y corriente– fue a descansar exactamente en el flequillo engomado del pelo blanco del vicepresidente. Como posando para las cámaras. Allí permaneció inmóvil por espacio de dos minutos. Separada de Kamala por el plexiglás. Sin que Pence se mosquease para quitársela de encima. El insecto, no era de esos bichos ariscos, como suelen ser las moscas en los Estados Unidos. Poco acostumbradas a interactuar alrededor de la gente. No como aquí que el mosquerío vela la comida. Patrulla los mercados. Ronda zumbando el contorno de las personas. Se encisma sobre ellas, como muchedumbre domesticada. Tan familiarizadas al ambiente que permiten acercarse y no se mosquean. Casi se dejan tocar. Quizás, algunas de ellas, las más confianzudas, aceptan empujoncitos con el dedo. No son como allá que al percibir un lejano movimiento de la mano remontan vuelo amedrentadas y salen despavoridas. Pero esa mosca, nada huraña, llegó y se posó imperturbable, como atontada. Así que, esta vez, no hay duda de cuál fue la figura más comentada. La más difundida. Objeto de memes, de bulos, de videos, de bromas. Repletas las redes sociales de su inoportuna presencia. No hay que quebrarse la cabeza adivinando quién ganó el debate político. O agarrarse de los cabellos de estupor como hicieron muchos por lo ocurrido en el debate presidencial anterior. Tampoco puede decirse que “ya le andan las moscas”, ya que solo fue una. Solitaria llegó a la comparecencia.

¿Cuál habrá sido el pensamiento de la mosca mientras permanecía estática, inalterable, sobre la blanca alfombra de su anfitrión? ¿“Aramos, dijo la mosca, y estaba en el cuerno del buey”? Tan elocuente el silencio de la mosca, para que nadie la olvide. Dirán que opacó lo sucedido en el bullicioso debate pasado. Aquel fue caótico y desconcertante. POTUS llegó más decidido a sacar de quicio a su adversario que a convencer votantes con propuestas. Biden, a absorber el tupido aguacero sin humedecerse. Sin mostrar al público señales de perturbación. Es poco lo que logran captar los oyentes cuando ambos disertantes hablan al mismo tiempo. A veces tres, contando los amagos mediadores del conductor. Resulta, entonces, difícil percibir diferencia sobre la esencia. Para capricho del paladar, quedó más un sabor –gusto o disgusto– de estilos distintos. De temperamentos y personalidades diferentes. Poco sobre la naturaleza de los tópicos fundamentales. Muchos dijeron sentirse alarmados. Como si fuera conducta rara y no la acostumbrada. Extraño que no la anticiparan. Y si ello era lo esperado, entonces ¿de qué se asustan? No se asustó la mosca de llegar sin mascarilla. Ni la asustaron tampoco, por llegar, sin invitación, de entrometida.

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