LO QUE REALMENTE IMPORTA

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11 de octubre de 2020
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12:56 am
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LO QUE REALMENTE IMPORTA

ESO depende en buena medida de la perspectiva de cada segmento poblacional, según sea la zona o la subregión del país. O según sean las miradas particulares de los individuos con capacidad de discernimiento. Sin embargo, hay problemas concretos ligados a los intereses vitales de grandes aglomeraciones, por así decirlo. Y esto es lo que debe prevalecer, en primera instancia, al momento de un análisis frío e imparcial de los hechos. Sin dejar por fuera otros espacios de observación.

Por supuesto que tales problemas concretos pueden ser de corto, mediano y largo plazos. Algunos defectos se han deslizado, incluso, hasta fechas recientes, desde el siglo diecinueve, en que abundaron los pequeños cacicazgos centrífugos locales, y se aplicaron políticas equivocadas, desde el mismo Estado central, en el tema de la distribución y redistribución de la tierra. Asimismo se eliminaron algunas cofradías católicas más o menos productivas, sobre todo en lo que ahora es el Distrito Central y el departamento de Francisco Morazán. Se sabe, por investigaciones archivísticas de primera mano, que la cofradía del valle de Amarateca era la más rica contribuyente de Tegucigalpa.

Aparte de lo anterior se les quitó a los indios y a sus descendientes pardos y mestizos el derecho de administrar sus propias tierras comunales. Todo en nombre del progreso positivista, utilitario y romántico, que se impuso mediante los nuevos submodelos de “colonización” en la mayor parte de los países de América Latina, como si se tratara de una fea caricatura del submodelo industrial progresista europeo de la segunda mitad del siglo diecinueve, que aquí nunca logró cuajar. Y que sigue como a la espera, con fuertes opositores contra el progreso. Porque cada vez que se menciona una iniciativa económica que tal vez podría ser redituable para la empresa privada y para los trabajadores mismos, se alzan unas pancartas fingidamente coléricas, que jamás alzarían esos coléricos en los llamados países “socialistas”, en donde las mismas iniciativas son bien recibidas, aplaudidas o cuando menos toleradas.

Lo que realmente importa a nuestra gente es conseguir empleo estable; llevar el alimento indispensable a la mesa del hogar; pagar las colegiaturas de sus hijos, el agua y la luz eléctrica y luego adquirir los medicamentos indispensables. Lo demás viene por añadidura, como los terribles alquileres y eso de comprar teléfonos celulares más o menos sofisticados, que hoy por hoy se han vuelto casi insustituibles para realizar las tareas escolares vía “whatsApp”. Hay familias con cuatro o cinco niños que realizan sus tareas desde la misma “tablet”. O desde el mismo celular.

Pero, para conseguir empleo y evitar las consabidas caravanas de migrantes (manipuladas detrás de los telones), es indispensable ensanchar el aparato productivo nacional. Al Estado le resulta imposible resolver todos los problemas privados de la población. Ningún Estado del mundo aguanta con tantas exigencias semanales. Pero esto significa que los empresarios, nacionales y extranjeros, deben aprender a operar con acciones más expansivas por todo el territorio nacional, más allá de los estrechos límites del corredor económico norte-sur. Y deben, además, aprender a pagar sus impuestos religiosamente, sin buscar mecanismos de evasión o dobles contabilidades. Pues con los impuestos es que el Estado cubre las necesidades educativas establecidas en la Constitución de la República. Construye represas, hospitales, aulas y carreteras. De tal suerte que el Estado y el sector privado se complementan, tal como lo han expresado algunos autores respetables, y el mismo Papa Francisco, con el viejo concepto griego del “bien común”. Esta relación de reciprocidad es igualmente importante porque de lo contrario los mismos dirigentes les abren las puertas a los modelos semitotalitarios o a la anarquía total. Cualquier otro discurso que se aleje de las necesidades básicas de la población, es puro formalismo verbal que puede atentar contra la misma democracia.

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