AVES Y PAJARRACOS

MA
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14 de octubre de 2020
/
12:25 am
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AVES Y PAJARRACOS

LAS aves agoreras acaban de revisar sus cifras para acomodarlas a números menos pesimistas a sus anteriores vaticinios apocalípticos. Aunque advierten sobre “profundas recesiones” en varios países. Ahora calculan que la contracción económica de América Latina y el Caribe será menor a la originalmente estimada. “El PIB regional se contraerá este año 8.1% frente al 9.4% pronosticado en junio –aseguran– gracias a la apertura en algunas economías avanzadas”. Igual corrigieron sus malos augurios para el mundo. La contracción mundial ya no será de 5.2% como preveían sino de 4.4%. La rectificación de cifras para los Estados Unidos todavía es más radical ya que sitúan la caída a apenas la mitad de lo que habían anticipado. Si bien el bajón es histórico, ha sido amortiguado por el paquete de estímulo fiscal de la primavera. Este fue repartido entre empresas afectadas, familias golpeadas y desocupados, y el respaldo monetario sin precedentes ofrecido por la Reserva Federal. La capacidad de repunte de los mercados norteamericanos responde al tamaño de los alicientes.

La ventaja del país más poderoso del mundo es que cuenta con medicina propia para auto medicarse. Utiliza varios instrumentos de su haber para corregir desequilibrios. Sin la supeditación que tienen otros cuyo bienestar descansa en la asistencia extranjera. El dólar no solo es moneda principal de las transacciones internacionales sino caudal de reserva en todos lados. El lempira, pasando de lo sublime a lo ridículo, no tiene peso relativo ni valor alguno fuera de la precaria actividad doméstica y de sus limitados intercambios comerciales. Deficitarios, dicho sea de paso. Lo que significa que compramos de afuera más de lo que vendemos. Ello no solo es culpa del deficiente aparato productivo. También de la poca autoestima; que en vez de apreciar y consumir lo hecho en casa, se prefiere lo ajeno, en detrimento de lo elaborado por manos hondureñas. El lempira, entonces, solo vale acorde al poco esfuerzo productivo local. Su valía reducida por ese nocivo complejo de preferencia a las cosas ajenas que a lo propio. Así que, en resumidas cuentas, estos pintorescos paisajes acabados, para sobrevivencia dependen de lo que caiga de afuera. La recuperación, lenta y dolorosa, está atada a los préstamos, a la voluntad de dar asistencia del aparato internacional. Más rápido y efectivo sería el restablecimiento si el tamaño de los rescates económicos ofrecidos por los organismos financieros internacionales fueran siquiera compensatorios al tamaño de la crisis.

Pero eso ha sido decepcionante. Tardados e insuficientes. La detestable burocracia de esos entes financieros internacionales –es preciso repetir, si descargar culpas alivia penas– no solo ha actuado con la parsimonia acostumbrada sino carente de toda creatividad. No ha respondido el sistema multilateral –ni el sanitario ni el financiero, salvo contadas excepciones– con ingenio o imaginación alguna a la feroz acometida de la calamidad. Cuando el mundo –sobre todo las naciones más vulnerables– más requería de su concurso, más se encuevaron. O, siendo benignos, utilizando el símil de un animal más conforme a su naturaleza. Metieron la cabeza en la arena como el avestruz. El pajarraco –que no vuela sino que corre– “cuando percibe el peligro y no puede huir, se echa al suelo y permanece inmóvil, con la cabeza y el cuello lo más plano y estirado posible frente a él”. Así que en lo doméstico, solo queda despabilarse. Agacharse, pero a trabajar, no a meter el pico en la tierra. Y para evitar el contagio, usar mascarilla, no andar de boca abierta ni con la jeta pelada.

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