Honduras. Punto de ebullición

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16 de octubre de 2020
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12:04 am
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Honduras. Punto de ebullición

Por: José Luis Núñez Bennet
(Cnel. r)

Iniciamos la tercera semana de octubre. Pesa en el ambiente la incertidumbre de lo que pueda venir, existe temor de que la pandemia no ceda, y que la reactivación económica no dé los resultados esperados. Hemos visto cómo se han desencadenado ataques contra algunos de los precandidatos presidenciales, la pugna entre el Tribunal Superior de Cuentas y el Consejo Nacional Anticorrupción, el drama de los hospitales móviles y, cada vez más frecuentes, los actos de desobediencia e irrespeto a las fuerzas del orden. En un reciente artículo hablábamos de la moralización de la política, es decir la aspiración de ver nuevos líderes, portadores de una nueva antorcha, una que no alimente las tensiones sociales afanadas en pisotear a sus oponentes, ciudadanos e instituciones por igual. Es decir, una antorcha cuya llama nos ilumine con la luz de la esperanza y no el candil del oscurantismo. Algunos ciudadanos se radicalizan por el comportamiento confrontativo de sus líderes, cuestionando todo, las instituciones, las personas y las cosas del vivir diario, solo con el fin de llevar la controversia a largo plazo, ganando tiempo para anarquizar el país. Políticamente la equidad ha sido descartada, cada facción partidista trata de asegurar sus opciones futuras en un ambiente donde el bien común ha sido desplazado por el bien del grupo, del partido, o de quien detenta, o quiere tomar el poder. Algunos desde ya afirman que está en camino “otro gran fraude” negándose a darle al sistema una opción pacífica. Muchos se preguntan si el juego está siendo manipulado.

¿Estaremos ante una debacle del sistema económico y la iniciativa empresarial? La pandemia está dejando una secuela de pobreza, desempleo, y enfermedades, y ante los ojos de los ciudadanos, la estela podrida de la corrupción. Es tiempo de meditar sobre los efectos de gerenciar el gobierno sin un plan nacional o gobernar para unos pocos. En las últimas tres décadas ¿cuánto han crecido nuestros índices sociales y económicos? Cuando analizamos las disparidades salariales entre los potentados y recomendados políticos y el minimo minimorum más bajo, nos encontramos con un funcionario de la banca estatal o un ejecutivo de inversiones estatales cuyo salario supera en más de 66 ó 40 veces el salario base de un hondureño en el área de la agricultura, algo no está funcionando bien en el sistema económico.

Al revisar estas estadísticas básicas vemos que hemos retrocedido, otros países, en peores circunstancias, en igual fecha, se nos han adelantado. La riqueza de unos pocos hondureños supera en centenas de veces la de los hogares promedio, porque si bien en la década del 1970, en el gobierno de Juan A. Melgar, hubo una expansión de la clase media, la década perdida de los años 1980s se llevó esa ganancia y potenció a unas pocas familias que con influencia política, se dedicaron profesionalmente a politiquear, algunos promoviendo negocios irregulares, casi siempre burlando al fisco, lucrándose, y lastimosamente, desarrollando una sociedad hedonista en donde la ostentación es la norma del advenedizo político, el nuevo rico o el nuevo potentado con orígenes ilícitos. Así, en una mañana en las calles de Tegucigalpa podemos observar el flujo de las “prado”, lo que podríamos ver en un mes, en las calles de una ciudad cosmopolita como Santiago o Buenos Aires. Por contraste, nos encontramos con los hogares del hondureño común, donde se lucha día a día, trabajando más y ganando menos, mientras ven que el costo de vida, la educación, la salud y los servicios aumentan drásticamente. Cuando la sociedad siente que no se satisfacen sus necesidades, el populismo, de derecha o de izquierda, puede parecer atractivo. A menos que se hagan arreglos concretos, es en estos casos en donde “la ira popular llega para quedarse hasta provocar un punto de ebullición social”.

¿Qué pasa con el sueño del bien común y la armonía social? El sueño de todo hondureño es el de un mundo mejor para sus hijos, pero el sistema los está condenando por su condición social o su afiliación política, la superación por mérito propio sigue siendo esquiva. La pandemia y sus secuelas han puesto de relieve las muchas injusticias económicas y sociales que enfrenta el ciudadano en la actualidad. Casi toda la hondureñidad pide un cambio positivo, hay poco avance, pero aún estamos a tiempo, antes de que la olla entre en ebullición.

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