WINSTON LEVA ANCLAS EN LA CIUDAD DE LETRAS

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18 de octubre de 2020
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12:42 am
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WINSTON LEVA ANCLAS EN LA CIUDAD DE LETRAS

WINSTON LEVA ANCLAS EN LA CIUDAD DE LETRAS

WINSTON LEVA ANCLAS EN LA CIUDAD DE LETRAS, Por: Renso Manolo Suazo

<< Me detuve un instante para contemplar aquella armazón que le deja a la imaginación la tarea de completar la forma y el sentido. Lo que ha sido o lo que viene después, como me ha ocurrido con ciertos sueños de amor o aventura, que tarde o temprano atracan en la rada de la realidad contundente, sensoria y corpórea. Esto es así, me dice una voz interior suave como el murmullo de la marea o el golpe apenas perceptible de las olas en el casco. Esto es así ahora: un alejarse en proyecto, una marcha anticipada, sin importar que se eleven anclas en la madrugada gris o en el anochecer con luna llena. Lo importante es la certeza del viaje, y yo veo la quilla de mi barca rompiendo las aguas con altivez, con gallardía y regocijo sin igual, en pos de la amada lejanía, del horizonte eterno, dejando tras de sí una densa estela de recuerdos y vivencias como las partículas de una cauda. Y mientras crece mi barca con pujidos vibrantes y retortijones de organismo vivo, me yergo en la crujía para otear la punta de la bahía, donde contados postes y bodegones desolados son los testigos mudos y envidiosos de mi cercano hacerme a la mar.
Miro aquella estructura y siento dentro de mí sus palpitaciones, su aliento de vida. Y al pararme sobre las cuadernas me invade un mar de encontrados sentimientos: mi ayer desaprensivo se aleja por la popa, el ahora es el centro, justo donde se alza el palo mayor que sostendrá el velamen. El porvenir entra por proa, cargado de expectativas. Y corro, y subo agitado y contento como confiado grumete que conoce su nave. Y entonces emprendo el viaje cuyo puerto de arribo solo yo conozco, porque es un viaje hacia dentro de mí mismo. >> (Del libro” ESTACIÓN INSÓLITA”).

En el año 2005, armado tan solo con elementales nociones de informática e Internet, incursionó en ese territorio con la publicación de un Blog personal en la web. Nació así “La Bitácora de José Winston” que más tarde se convertiría en “Comayagua, Artes y Letras” y “Ciudad Universal”. Un año después, con igual entusiasmo, decidió publicar “CIUDAD DE LETRAS” un Boletín electrónico de suscripción gratuita que me enviaba por email religiosamente, dedicado a la promoción de escritores hondureños y de otras nacionalidades, convirtiéndose en un punto de interactividad de hombres y mujeres. Con este nombre sostuvo por varios años una columna en diario “LA TRIBUNA”, con el que dejó de colaborar en 1998, casi por las mismas fechas en que se retiró de la docencia, ejercida por más de dos décadas en el Instituto “León Alvarado” de Comayagua.

Se dedicó por entero a la redacción de algunos libros, dos de cuentos fantásticos “La Negra y Otros Cuentos” y “Piel Canela y otros Cuentos”, y un par de novelas románticas. Entre estas obras, la novela “La ciudad que borró sus huellas” fue publicada primero como un folletín mimeografiado que circuló entre sus alumnos de secundaria. Con posterioridad fue publicada por entregas en La Tribuna, y, para su sorpresa y complacencia, mereció un comentario en la Antología de la Novela Hondureña de Helen Umaña. Publicada en la web, también la obra “Imperfecto Amor” que primero fue un libro de prosas líricas y hoy es una novela merecedora de infinidad de buenas críticas. Entre otras de sus obras resalta “Estación Insólita” (Cuentos), del cual les comparto un fragmento a inicio de esta publicación, “Inolvidable Catherine” (Novela), Selecciones y Notas: “León Alvarado, El Hombre, El Instituto”. Después le vimos incursionando en el mundo de las historietas graficas “Comic” con sendos mensajes sociales.

Nos refirió en vida el profesor Pacheco que “En Honduras el oficio de publicar no es cosa fácil. Los escritores más publicitados, que no son por cierto los mejores, pero si los que en número considerable no vacilan en medrar bajo el amparo oficialista, han acaparado las editoriales, especialmente las de organismos autónomos como las universidades estatales, y formado una suerte de argolla que no deja paso a los noveles. Las editoriales de signo presuntamente independiente tienen costos prohibitivos para la publicación de obras, y cuando se deciden a publicar alguna es bajo condiciones leoninas: ediciones de dos mil ejemplares de las que regularmente corresponde al autor el 10% de regalías… ¡en libros! Los cuales el autor tiene que proponer a los amigos o regatear con libreros que raramente exhiben sus obras en lugares preferenciales”.

Agregó además que, “El flamante Ministerio de Cultura ha sido desde su creación un organismo rectorado por políticos insensibles. No hay políticas de apoyo a la actividad creativa nacional. Los autores hondureños -especialmente los de provincia- no pueden esperar nada de esta entidad oficial, a menos que cuenten con “contactos” dentro de los gobiernos de turno. Tal panorama ha hecho que notables escritores, poetas y artistas hondureños opten dignamente por permanecer inéditos, o prefieran publicar sus trabajos bajo su costo y riesgo, por el solo amor al arte, sabiendo que sus obras circularán en espacios extremadamente reducidos”.
“No obstante, la tecnología moderna ha dado hoy la posibilidad real de saltar esos muros de insensibilidad y discriminación nativa, para proyectarse al mundo sin prepotencias pero sin temores.
El internet nos sitúa a los que ejercemos el oficio de la escritura, ante una perspectiva infinitamente más amplia para realizar nuestra labor, en cierto modo somos como esos miles de compatriotas que emigran forzadamente hacia lejanas latitudes, sorteando mil y una dificultades, pero rompiendo definitivamente las cadenas del marginamiento y la cuasi miseria ética e intelectual de los dómines, que se han aprovechado por siglos del sistema inhumano impuesto en la patria sufriente”- Resumió.

Winston Pacheco fue amigo personal de reconocidos escritores nacionales, como su coterráneo Antonio José Rivas, a quien acostumbraba visitar con frecuencia y enfrascarse en toda suerte de disquisiciones, principalmente filosóficas, incluyendo el tema de eso que llaman “muerte”.

Como siempre, saludaba al poeta Rivas con un “¡Salve, señor de la palabra!”, saludo hasta cierto punto histriónico que lo hacía sonreír, y le incitaba a la conversación amena y siempre aleccionadora:
<< -Una vez hablamos de Comayagua, del crecimiento material que comenzaba a experimentar aparejado a una como postración espiritual. Le referí que un novel poeta me había visitado en mi casa, y que al regalarle una de mis obras de argumento romántico me comentó que “eso de escribir sobre el amor como sentimiento trascendente, no podía hacerse si la obra no era antes “tallereada”.
Soltó una sonora risotada:
-¡Vaya!- Ese sujeto no sabe lo que dice. Escribir sobre el amor es escribir sobre la esencia de la vida.

-¿Sabe usted, poeta? Yo no sirvo para dar pésames ni asistir a velatorios. En estos días en que han muerto tantos conocidos, he preferido guardar silencio. Me parece más expresivo (para Rivas la esencia trascendente de la muerte fue siempre el silencio). En esa obra que le regalé (Imperfecto amor), sostengo que el silencio es el eterno enamorado de la soledad. Usted, en cambio, en un poema dice que al silencio: “la soledad lo enamoró por señas” ¿De qué clase de amor estamos hablando realmente?
Me miró con gesto meditabundo, como escrutándome con sus ojos expresivos.
-No todos hablan de estas cosas- afirmó suavemente- Exige meditación, elaboración. En mi caso, callar hasta dar con la estructura perfecta de un poema, algo como escuchar la música, que no solo es oírla sino sintonizarse con ella, y me refiero a la verdadera música.
-¿Un poco de Nirvana? -acoté con intención-.
Sonrió como si la comparación le divirtiese.
-Esto que usted dice que prefiere no dar pésames me parece correcto. Es mejor elevar una oración. Las mejores oraciones, quizás las más escuchadas, son las de aquellos que queriendo orar no saben que decir, y, por supuesto, los que saben que decir. >>
El silencio que guardó por meses luego del tránsito del poeta Antonio José Rivas a las regiones del espíritu puro, fue intencional, porque no hay misas en los templos los Viernes Santos si alguien las requiere.

Winston Pacheco inició una petición a la Alcaldía Municipal y a las Autoridades del Instituto “León Alvarado”, para que el busto del poeta Rivas que está colocado en la entrada sur del Bulevar Cuarto Centenario (y que ha sido objeto de toda clase de vejámenes por vándalos) sea colocado dentro de los predios del instituto, del cual su padre fue director y el poeta un alumno sobresaliente.

También sobresale su amistad íntima con el poeta Edilberto Cardona Bulnes.
<< …….
Una tarde preñada de oscuros nubarrones de tormenta, me encontraba visitando a mi anciana madre cuando alguien llamó a la puerta con insistencia. Era Edilberto Cardona Bulnes, estaba empapado hasta la médula. Lo invité a pasar pero se negó.

– He venido a darte estos papeles -expresó con voz trémula- Tú mereces tenerlos. Son unos poemas míos. Cuídalos,.y ya me voy.

-Pero…está empapado poeta, y la lluvia arrecia. Pase usted adelante.

-Me voy, he dicho –replicó, alejándose acto seguido.

Yo quedé con los papeles casi deshechos por el agua. Eran dos hojas con cuatro poemas suyos editados por la antigua Escuela Superior del Profesorado, hoy Universidad Pedagógica. Estaban ilegibles, casi destruidos por la acción del agua. Aún así, con esfuerzo, intenté copiar un soneto a la Catedral de Comayagua. >>

José Winston Pacheco Orellana, escritor predilecto de Comayagua, murió el 4 de agosto del 2020.

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