MUCHO DURÓ EL INTERLUDIO

MA
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20 de octubre de 2020
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12:25 am
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MUCHO DURÓ EL INTERLUDIO

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NO van a repechaje en Bolivia. (Y aquí que ni la iniciativa de reformas constitucionales para la segunda vuelta han presentado al pleno). El desenlace de la trama arroja cifras contundentes. El candidato de Evo, 52%; el vicepresidente de Goni, 31%; y el jefe del frente cívico de Santa Cruz, 14%. Otra vez fallaron estrepitosamente los sondeos que auguraban un balotaje. Con razón. Los analistas convencionales no entienden que se han quedado con sistemas arcaicos de medición de opiniones. A partir de las revelaciones del “Big Data”, de Seth Stephens-Davidowitz, en su libro “Todo el Mundo Miente”, no funcionan las técnicas tradicionales de la demoscopia para vaticinar eventualidades. “Estamos en shock” –nos escriben amistades bolivianas–remitiéndonos un cuadro de resultados. Raro, porque unos días antes les enviamos el texto de un editorial, anticipando lo que sucedería. Pero como allá en Bolivia tampoco hacen caso. Solo como constancia de lo dicho reproducimos un extracto de lo advertido:

La campaña electoral, nada de propuestas, toda de ataques e incidentes violentos. Presiones que se bajen otras candidaturas contrarias a MAS para no dispersar el voto que permitiría el retorno de Evo al poder. Todavía hay muchos. Ni “Tuto” ni otros pesan mayor cosa en el equilibrio. El peso lo tiene Camacho –cuya salida sí inclinaría la balanza– tercero en los sondeos. No solo los errores tienden a repetirse sino los disparates. El exdirigente cívico, líder de la poblada Santa Cruz, “podría paradójicamente convertirse, con la dispersión del voto, en el causante de la vuelta de Evo al poder, después de ser él quien lideró su salida”. (Hasta aquí el párrafo del editorial anterior). Exactamente eso fue lo que sucedió. Pero fue una consecución de errores. Un rosario de vanidades y de mezquinos intereses grupales que cegaron el criterio sensato de los opositores a Evo. Hasta los fraudulentos sucesos que propiciaron la caída de Evo, su partido era minoría. Los sectores opuestos eran más. Sin embargo, fracturaron la unidad lograda cuando salieron a las calles a protestar por el chanchullo. De allí en adelante todo conspiró en su contra. En vez de mantener el bloque con un solo liderazgo cada uno de ellos se contagió del virus presidencial. Aliados en contra de algo, pero contrarios entre sí, desorbitados de envanecimiento. Hasta la senadora que colocaron para lidiar con el interinato, lanzó su candidatura. Ya arriba, no quería bajarse. Depuso meses después, cuando ya era muy tarde.

Igual “Tuto” Quiroga. Mantuvo su grupo compitiendo hasta que fue obvio que no levantaba. Duró demasiado el interludio. Si a las semanas de la expulsión de Evo hubiesen dado elecciones –bajo el efecto psicológico en la sociedad del supuesto mal que se libraban– otra sería la historia. Pero –igual a quien lo tuvo casi eternamente hasta que lo derrocaron–cómo les cuesta soltar el poder. El desgaste gubernamental fue agravado por el malestar acarreado por la pandemia. Tampoco hay que ser tan mezquino para no acreditar logros a la larga etapa de Evo, beneficiado por altos precios del gas y de otros recursos minerales. Contrasta la desgracia que ahora padecen los bolivianos a las muchas obras entregadas y beneficios alcanzados en pasadas gestiones. De repente, como luz de esperanza, renace un nostálgico recuerdo de lo que pareció no ser tan malo. Ese fue el envite de MAS. Escoger entre los paralelos. Con memoria todavía que el contrincante en segundo lugar –que luce muy enojado y un tantito subidito para la sensibilidad de los rurales, cada vez que ofrece entrevistas– cuando tuvo la oportunidad de gobernar renunció arrinconado por la crisis. Nadie apuesta su futuro a un conflicto sin salida. O a salir de la crisis para caer en el trauma. (Quizás si los resultados hubiesen sido al revés, los revoltosos de Evo no hubiesen dado momento de sosiego al nuevo gobierno). Hay Evo para rato. Los bolivianos, afligidos por persistentes perturbaciones, desean un retorno a la normalidad. Trabajar y ganarse la vida en paz.

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