EL CONTAGIO Y LAS ALARMAS
ESTE fue el último cara a cara, a dos semanas de las elecciones. Más tranquilo que el primero. Como espectáculo de entretenimiento –para los apasionados del cachondeo– más aburrido. Cada uno dispuso de tiempo para exponer y quienes sintonizaban lograron escuchar lo que decían. A POTUS presumiblemente sus asesores le recomendaron no interrumpir tanto a su contrincante y dejarlo hablar. Quizás, a que no fue bien recibido lo molesto que lució ser en su anterior participación. A saber cómo fue tomando cuerpo la conjetura que Biden se hace daño cuando habla, ya que no coordina bien los conceptos. Fuera de algún esporádico trastabillar –el candidato padece una leve tartamudez– ese no pareció ser el caso. Esta vez pudieron escucharse enteras las intervenciones. Para corregir el desorden ocasionado por las interrupciones anteriores o los dos hablando al mismo tiempo, los organizadores introdujeron un dispositivo para cortar el sonido y enmudecer los micrófonos.
La crisis de la pandemia acaparó mucha de la atención. Estas son algunas de las impresiones: “Trump tuvo –lo que complace a los republicanos– su mejor intervención de la campaña”. POTUS recurrió a sus argumentos acostumbrados: “Sus acciones salvaron más de dos millones de vidas del virus que mandó China”. Ya salieron de lo peor y la cura a la enfermedad está a la vuelta de la esquina”. “Pronto van a tener lista una vacuna que aplicarán masivamente”. Biden: “No es lo que aseguran los científicos”. “Millares de personas murieron bajo su responsabilidad –le dijo a Trump– y cientos de miles hubiesen evitado contagiarse con el solo uso de la mascarilla”. “Estamos lejos de salir de la emergencia y viene otro rebrote con la temporada fría de invierno”. Cada vez que el candidato demócrata enunciaba propuestas para resolver problemas, Trump martillaba ¿por qué no hizo nada de eso durante su larga carrera política y sus 8 años que fue el vicepresidente de Obama? Eso, de situarse como un “outsider” a la política vernácula y de enmarcar a su rival como parte del “estabishment” de Washington, le funcionó cuando Hillary. El hartazgo de los electores a los clanes políticos familiares y a las burocracias gubernamentales. Pero esto no es igual a la vez pasada. Dudoso que la crítica “antisistema” tenga igual resonancia con los votantes siendo ahora el titular del Ejecutivo. La recuperación económica que se atribuye Trump –empleos generados, empresas establecidas, actividades económicas en crecimiento– se verá empañada por los efectos negativos de la pandemia.
¿Cuánto del presumible progreso va a ser visto en función a lo que habían logrado avanzar y cómo estaba el país antes de la pandemia, y cuánto conforme a lo que se haya perdido hoy a raíz de los encierros, de la creciente desocupación y de la merma en los ingresos familiares? El tema migratorio, –como una necesidad compartida por una buena parte de la opinión pública de hacer las fronteras seguras– fue un punto clave de su campaña anterior. Sobre todo en estados bisagra que inclinan el equilibrio del colegio electoral. La pregunta de la moderadora sobre los niños enjaulados que fueron separados de sus padres, y que se encuentran abandonados, sin que hasta hoy haya sido posible volverlos a unificar, dio un matiz terriblemente humano al drama. Que toca las fibras del corazón de muchísimos norteamericanos. Quién sabe –cuando es un asunto elemental de humanidad que los niños deben estar junto a sus padres– si baste decir que los menores están siendo bien atendidos y cómodos en sus albergues. En términos generales, improbable que este debate haya cambiado mucho el curso que sigue la elección o el sentimiento de los votantes. Más de 50 millones de electores –el 22% del electorado– ya han votado en forma anticipada. Unos 35 millones por correspondencia y otros en los lugares ya habilitados para sufragar. Pero, nunca se sabe.
