Rolando Kattán y la alegría de leer

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24 de octubre de 2020
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12:03 am
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Rolando Kattán y la alegría de leer

Por: Julio Raudales

Cómo Rolando, también crecí cercado por una adición impenitente a la poesía. No tenía, como él, la facilidad de amasar y esculturar las palabras, a modo de hacerlas hermosas y tibias a la vista, dignas de ser leídas; pero me gustaba escrutar con avidez a quienes nacieron tocados por Orfeo o Caliope, a aquellos que iluminados por dolientes plenilunios, pergeñan mundos osados y nuevos donde transportarnos.

Rolando posee el don. Junto a una brillante pléyade de congéneres, deambula por el infinito derramando palabras bellas por doquier. Ya sea a Lorenza o a la luna llena, a los cisnes o a la madrugada, su voz escrita con gotas de rocío o marcas incandescentes de sus cielos mustios, vaga por los alegres infinitos de la imaginación cada vez más rica de quienes nos abrevamos en sus letras.

Pero lo bonito es que tu carisma se reconozca, no solo por los legos, también por los que saben. ¡Y eso le pasó a Kattán! Con premura envió en sobre sellado y bajo seudónimo una copia de su obra “Los cisnes negros”, poesía refinada, egregia y preñada de frases hilvanadas de sabiduría e imaginación, que, como toda la obra de Rolando, te deja abiertas las puertas del espíritu para que orfas, duendes y serafines entren a la mente a recrearse.

Al final, Casa de América le concedió el premio “por su capacidad para mezclar poemas de largo recorrido, con otros de formas tradicionales, donde cabe la observación poética y la reflexión de rango filosófico”.

Lo que conozco de su poesía le da la razón al ilustrado consorcio español que lo premió. Casa de América no es cualquier árbitro. Es uno de los más destacados grupos de pensadores, artistas e intelectuales que trabajan en la Iberia para desarrollar nuestro idioma. Por sus pasillos deambulan personajes de la talla de Mario Vargas Llosa, Nieves Blanco Díaz y Antonio Pérez-Hernández Torra y otros.

Por eso resulta tan enorgullecedor que un amigo y compañero en las ilusiones por un país mejor, sea reconocido por un ente tan prestigioso del saber. La tarea conjunta debe consistir en sembrar en todas y todos los que se pueda, el afán por la lectura necesario para la liberación y, por ende, en la mejora del bienestar y la felicidad general.

Frente a las apocalípticas lamentaciones de que cada día se lee menos, de que los jóvenes incrustados en la cultura del tweet y sus sesenta letras o en la banalidad de Instagram o el Tik-Tok, de que nos aguarda un futuro sin libros, es evidente la necesidad de luchar con mayor fuerza para retener la afición de los humanos por las historias, que no presenta síntoma alguno de disminución, aunque tal vez revista formas más primitivas y menos sofisticadas.

Es posible que las nuevas generaciones no atinen a recurrir a Proust ni a Bergman ni a algunos otros para entender por ejemplo lo que significa el amor. Será una pena, porque nuestra actitud ante el mundo, ante nosotros mismos, ante los grandes problemas, les debe mucho. Alternativas hay para satisfacer la natural inclinación humana a conocer relatos; la globalización e innovación tecnológica, han poblado el mundo con ellas.

Pero ¿habrá alguna lo suficientemente efectiva para incentivar la imaginación como lo son ahora la poesía, los cuentos y las novelas que, durante milenios arrullaron a la humanidad? Si lo hay o si viene, ojalá que sea tan buena o mejor que los libros, mientras tanto, no cejemos en la lucha por instaurar en la mente de la gente las bondades de leer.

Que Rolando Kattán, un “influencer” de mi generación haya sido distinguido por sus pares poetas, como uno de los referentes continentales en la expresión creativa de las letras es un adelanto. Más que felicitarlo y regocijarnos con él, sus camaradas poetas y quienes amamos la belleza debemos instarlo a continuar desde nuestra nube, incentivando en todo Honduras la pasión por el saber y la belleza.

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