Niños separados de sus padres

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27 de octubre de 2020
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12:52 am
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Niños separados de sus padres

Juan Ramón Martínez

No fue el tema más importante en el debate de Trump y de Biden. Pero sí, el más emotivo; el que más caló en la sensibilidad de los estadounidenses indecisos, a pocos días de las elecciones más importantes de este y el pasado siglo. Fue el tema de los niños que, acompañados de adultos, ingresaron ilegalmente a los Estados Unidos, para reunirse con sus padres. Hasta la presidencia de Trump, el tema era tratado con mucha delicadeza y, la política era, reunirlos con los progenitores. Pero Trump, dentro del concepto de “tolerancia cero”, los trató como adultos infractores y, además, los separó de sus padres que, antes de esa medida, se mantenían juntos mientras se seguían los protocolos respectivos.

Ahora, hay 455 niños, cuyos padres no aparecen por ninguna parte. Posiblemente los menores son tan pequeños que no saben dar direcciones; ni los nombres completos de sus progenitores. Y mucho menos las direcciones. En otros casos, los niños no tienen parientes que puedan presentarse ante Migración, con la solvencia que da la condición de residentes, legalmente establecidos. Frente al temor de la captura y deportación, se alejan de los niños. Esto puede parecer duro; pero es una posibilidad que, porcentualmente no podemos determinar. Carecemos de datos. La otra probabilidad es que, algunos niños –como lo ha dicho Trump– no tienen parientes en Estados Unidos y son usados por los narcotraficantes como “mulas”. En este caso, tampoco tenemos pruebas para afirmar que esta posibilidad sea cierta. Y finalmente que, algunos padres, poco informados de los riesgos, prestan a sus hijos para que los coyotes, puedan cobrarles a parientes endeudados, cuentas atrasadas por otros traslados efectuados, sin cancelar.

Al margen de lo anterior, estamos frente a un problema humano, que afecta la sensibilidad estadounidense y que, preocupa a los que, desde Centroamérica, observamos estas movilizaciones ilegales de adultos que, sin tomar conciencia, víctimas de la desesperación, recorren el camino de la muerte, en procura de la pesadilla “americana”. Para los estadounidenses que, como todas las sociedades desarrolladas –contrario a las atrasadas como las nuestras– le dan un elevado valor a los niños. No solo porque son el futuro de ese gran país, sino porque, además, su nacimiento, crecimiento, formación y realización es, responsabilidad de los padres que los trajeron al mundo. En una oportunidad que viajara a los Estados Unidos, un compañero de viaje que era su primera vez que ingresaba a aquel país, impresionado por la belleza de un niño blanco, rubio, le colocó la mano sobre la cabeza diciéndome “que niño más bonito”. Me asusté cuando vi la reacción del padre que se incorporó muy disgustado, en actitud de llamar a la policía, cosa que no hizo cuando con mi escaso inglés, le pedí disculpas; y, logré que, entendiera que mi compañero no tenía ninguna mala intención. Y que, era simplemente una muestra de simpatía. Solo la integridad de las mujeres, cuyo respeto nadie puede transgredir, tienen un respeto similar o mayor. Los que irrespetan a las mujeres, como se hace aquí, allá en Estados Unidos, son castigados severamente.

Ahora, el problema es cómo reencontrar a estos niños con sus padres, muchos de los cuales como me dijera Paty Choy, colega salvadoreña en un correo en el que comparte sus preocupaciones, son hondureños, guatemaltecos y salvadoreños. En consecuencia, tenemos la obligación de cooperar con las autoridades de migración, mucho más que lo que hemos hecho hasta ahora. Conozco los esfuerzos que se hacen desde la Cancillería, por medio de los consulados, especialmente los establecidos en la zona fronteriza, entre México y Estados Unidos. Obtener sus nombres, identificar su nacionalidad –cosa que es más fácil decirle que hacerla– y vía los registros oficiales, citar a sus padres que, posiblemente no responderán por temor; o porque crean que, en la medida en que los niños no tengan familias conocidas, serán adoptados o ingresados en centros sociales, en donde les pueden garantizar su futuro, en una esperanza vana en la que, no hay que descartar cierto menosprecio cultural por la vida de sus propios vástagos.

Creo que nos debemos involucrar en el problema que, no solo es de los Estados Unidos. También es problema nuestro. Trump puede perder las elecciones por esto. Pero perderemos más nosotros porque con la indiferencia, demostraremos indolencia e irresponsabilidad.

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