Las elecciones de Estados Unidos

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6 de noviembre de 2020
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01:12 am
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Las elecciones de Estados Unidos

Juan Ramón Martínez

Las elecciones de Estados Unidos. Las elecciones de los Estados Unidos, han sido presentadas como ejemplares. Como modelo a imitar. Expresión inicial de la democracia. Y esta, como puerta para el desarrollo. No cualquiera democracia, sino que una individualista, centrada en la iniciativa particular, respetuosa de las instituciones y, organizada, de forma que pudiera resistir las pretensiones de cualesquiera tirano, interesado en ahogar la libertad ciudadana. Para ello, contrario a los centroamericanos, centralistas y verticales, crearon los estados –trece inicialmente– los que, con sus Constituciones, después, pactaron entre sus líderes, una unión que produjo los Estados Unidos de América. Por ello, aunque cuesta entenderlo, los sistemas electorales son propios de los estados, con peculiaridades que, van desde la forma de valorar los votos ciudadanos, que transforman en votos electorales, hasta diferenciar los delitos, de un estado a otro de los que forman su nación. Las controversias –menos las referidas a las elecciones generales: presidente, vicepresidente, senadores y representantes de la Cámara Baja– no son remitidas a jueces locales, sino que a tribunales supra estatales.

El sistema electoral de los Estados Unidos, no es perfecto para imitarlo. Nadie lo ha hecho. Pero sí, les ha funcionado. No solo ha evitado la tiranía, sino que ha impedido que las libertades y derechos sean conculcados por la autoridad. Por su peculiaridad, solo tiene valor para los Estados Unidos que, no admite observadores; tampoco intervención de las Naciones Unidas y menos la OEA o simple declaración de Almagro y sus especialistas electorales, expertos en países subdesarrollados. Sus diferencias, las deslindan en sus entidades legales, sin admitir –como un imperio imaginado como contrapuesto a la monarquía inglesa– intervención que consideran legítima solo cuando la ejercitan ellos, con respecto a naciones a las cuales les dispensan poco respeto.

Las elecciones del martes pasado, fueron peculiares. No por las reglas. Que mantienen sin ajustar caprichosamente a los líderes. Ni representantes a líderes sospechosos. En primer lugar la autoridad allá es, de cada estado. Y los resultados de cada estado, producen el Colegio Electoral que, elige al presidente. Estas características son antiguas. Lo peculiar es que –podemos hablar en pasado– que, más que una elección fue un plebiscito alrededor de, si un hombre, singular, extraño, retador al máximo de sus instituciones; e incluso de lo que allá se llama la “buena política”, debía seguir en la Casa Blanca. De acuerdo con la lógica latina, un hombre del cual nadie habla bien, que ha descuidado la pandemia y además, destruido casi todo lo que ha hecho su antecesor, tanto en política interna o externa, estaba condenado a ser barrido en las urnas por su contendor. Pero no ocurrió así. La secta, blanca en su mayoría, con negros y latinos que no debían respaldarlo –porque tiene algo de religión, con sus ideas premonitorias, sus dioses y sus demonios e incluso con sus visiones del fin de las cosas– ha mostrado, en el acto final de las elecciones, un músculo que ha sorprendido. Y como se había anticipado, –por analistas muy versados y hasta por el mismo Trump– esa secta política, religiosa y racial, se resiste a aceptar resultados que no le favorecen.

Es decir que, la obediencia a las urnas, el respeto a los resultados y la buena crianza al referirse a sus adversarios, han sido abiertamente irrespetados por un hombre para el cual, la peor ofensa es, ser llamado fracasado. Y en su breve diccionario, no existe la palabra mencionada. Por ello, exigirá recuentos de votos e incluso irá a los tribunales, para que lo que no le dieron los ciudadanos, se lo den los magistrados de los tribunales. Hasta aquí, los razonamientos son normales. Ya en las elecciones entre Bush y Mondale, la presidencia fue dirimida por un tribunal. El problema, es el tono y la arrogancia amenazante, en que no solo se pide una revisión, sino que además, se exhibe más que una pretensión, un resultado caprichoso. Y se insinúa, en un machismo evidente, cierta amenaza. Con lo que, el ejemplar sistema estadounidense, que antes incluso se celebraba por sus embajadas con elegantes festejos, por efecto de un hombre singular, empieza a dejar de ser ejemplar. No solo en sus sistemas, –propios de sus realidades–, sino, por el irrespeto a los sistemas electorales y a la ley.

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