El paso del huracán y el buen gobierno

MA
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10 de noviembre de 2020
/
12:20 am
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El paso del huracán y el buen gobierno

Rafael Delgado

El huracán Eta cruzó Honduras dejando a su paso mucha destrucción en el patrimonio de miles de hondureños. Hubo pérdidas humanas, se dañaron bienes privados de todo tipo, se arruinaron cultivos, se quebró la infraestructura vial del país. Con lo anterior, otra vez los eventos naturales nos enseñan los descuidos y las terribles omisiones de la nación.

Su paso nos recordó que somos cada vez más vulnerables, que se ha olvidado gobernar alrededor de temas estratégicos para el país. Pese a las experiencias internacionales de desarrollo sustentable, avanzamos tercamente de espaldas a las prácticas del buen gobierno. Realmente, no se ha podido estructurar, mucho menos implementar una estrategia frente a los retos del milenio. Ni tampoco se ha avanzado en el fortalecimiento de la institucionalidad encargada de las emergencias que serán cada vez más fuertes.

El río Chamelecón para el caso, una vez más demuestra lo poco inteligente que hemos sido. Recorre su camino, tomando fuerza y acumulando agua, entre los callejones de las montañas de Santa Bárbara. Finalmente, hinchado de agua y fuerza, entra al Valle de Sula, justo para encontrarse de frente a la población de Chamelecón que inocentemente crece y crece, precisamente donde el río tiende a desparramarse a lo ancho. Pasa esa población y el río continúa su amenazante recorrido sin contenerse en los azolvados cauces que intentan proteger La Lima, las carreteras, el aeropuerto Villeda Morales, los sectores aledaños de San Pedro Sula y Choloma. Cualquier obra que se construya para quitar fuerza, aliviar el caudal y proteger es inútil ante el descuido de estas durante años y el nulo esfuerzo de controlar sus aguas y el entorno que las genera desde antes que llegue al valle.

En el país se ha hablado incesantemente sobre estos problemas desde hace muchos años. No han faltado las advertencias y las propuestas. Incluso hay profesionales especializados en toda la temática relacionada con el cuidado de las cuencas, uso adecuado de los suelos, planificación urbana moderna, construcción de obras modernas para mitigar riesgos. Y si hablamos sobre ello y además tenemos a los profesionales, ¿qué pasa? Parte de la respuesta es sencilla: no tenemos autoridades ni líderes preocupados por los problemas estratégicos que son de largo plazo. El antojo político del momento, la conveniencia coyuntural, las ganancias inmediatas desorientan la agenda nacional. Pregúntenle a los capitalinos la historia de los puentes, el problema del agua y las urbanizaciones en laderas y se entenderá qué define la agenda gubernamental. Vean lo que pasa en San Pedro Sula creciendo aceleradamente, comiéndose los recursos vitales de las generaciones del futuro y con problemas ya muy parecidos a la capital.

Por ello es necesario insistir en enfocar el país al cumplimiento de los objetivos estratégicos que son los únicos que nos salvarán. Eso inicia con un tratamiento adecuado de la problemática del bosque, suelo y el agua del país. La conservación de las áreas forestales y su uso racional es de vital importancia. No podemos seguir ensañándonos contra ellos con excusas inventadas. La agricultura y ganadería debe reinventarse para no reducir los bosques y que las prácticas agropecuarias sean congruentes con la naturaleza del suelo para así preservar su riqueza y no abusar del agua. Las áreas destinadas para las viviendas deben ser definidas en función de la seguridad para los habitantes y sin convertirse en una agresión para la naturaleza. Las ciudades del país deben crecer para sus habitantes y no para los carros; con conceptos modernos de movilidad que integren el uso del transporte público seguro y accesible para todos; integrar más áreas verdes y menos áreas de concreto. El cuidado de las fuentes de agua debe ser preocupación fundamental de todos, de tal forma que su uso no esté en conflicto con su preservación. En fin, un conjunto de iniciativas que deben emprenderse sin más retraso para que la historia no se repita cada año.

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