Tiempos de durísimas pruebas

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12 de noviembre de 2020
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12:28 am
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Tiempos de durísimas pruebas

Por: Segisfredo Infante

Dentro de los futuros libros conmemorativos deberán escribirse grandes capítulos relacionados con los sucesos más sobresalientes de estos últimos treinta años, compartidos entre dos siglos: El desmontaje de instituciones claves del Estado y de la sociedad; los huracanes y tormentas tropicales; los más espectaculares actos de terrorismo regional y mundial; la crisis financiera del año 2008; los triunfos y decaimientos del neopopulismo frente al neoliberalismo; rebrotes de racismo; la pandemia del nuevo coronavirus; y, sobre todo, el abandono estratégico de los intereses vitales del mayor número de seres humanos, para beneficio de los propósitos inmediatistas de las burbujas mercadológicas. No destaco la condonación de la deuda externa de los países más pobres (liderados por el cardenal Oscar Andrés Rodríguez), porque tal hecho se configuró como una de las facetas positivas de este periodo histórico de treinta años.

Es probable que se me escapen algunos detalles claves de otro orden; o predominantemente regionales: Como la disolución de la vieja Unión Soviética; el desmembramiento catastrófico de Yugoeslavia; y luego el surgimiento de China Popular como la segunda potencia económica exportadora a nivel mundial, apoyada por grandes capitalistas occidentales, especialmente en la rama de las burbujas tecnológicas que cambian cada tres o cinco años. Estos inversionistas de Occidente (casi todos universitarios de reciente data) nada saben de historia política ni mucho menos de las ideologías duras, por eso colocaron casi todos sus huevos en una sola canasta. Ahora con el coronavirus y la previa “guerra comercial”, han bebido tragos amargos. O se han clavado un puñal en los pies, tal como lo expresó un dirigente chino.

Honduras ha experimentado directa o indirectamente (“entre dos siglos” como le hubiese gustado decir al filósofo español Julián Marías) casi todos los fenómenos arriba mencionados: El desmantelamiento de algunas instituciones básicas del Estado; la demoledora tormenta tropical “Mitch”; los forcejeos, con altibajos, entre neopopulistas y neoliberales, con el arrinconamiento de los verdaderos republicanos y demócratas; los rencores y prejuicios ideológicos fundados e infundados; los efectos del narcotráfico continental; la verborrea vacía y grosera de algunos políticos erráticos; la pandemia del “Covid-19” y el huracán y depresión tropical “Eta”, cuyo nombre dilemático muy pocos conocen, pues podría vincularse, imaginariamente, con el viejo grupo terrorista vasco; o con una letra del alfabeto griego, de origen fenicio, con raíces cuneiformes sumerias.

Vale la pena destacar que en estos últimos treinta años hemos experimentado durísimas pruebas, con angustias e incertidumbres, tanto individuales como colectivas; incluyendo el grave sentido de impotencia frente a las enfermedades y fenómenos naturales que escapan de nuestras manos. El “coronavirus” y la depresión tropical “Eta”, han golpeado a nuestro país, trágicamente, dentro de un mismo año. Ninguno de los dos fenómenos ha surgido en Honduras, sino que en lejanas geografías. Inclusive la famosa “corrupción” es un problema íntimamente ligado al desmontaje de las instituciones estatales básicas en distintas partes del mundo, por causa de una ideología económica “ligerita”, empeñada en destruir a la clase media. No vengan, por favor, con extraños cuentos, porque aparte de la gran “Filosofía”, soy un aficionado casi permanente de la “Historia” económica mundial de todos los tiempos. No solo del capitalismo y sus distintos submodelos: unos positivos, otros ambiguos y otros negativos.

No es una mera digresión referirse, como de pasada, a los últimos actos terroristas ocurridos en algunas ciudades de Francia, Alemania y Austria. Esto tiene que ver con lo enunciado en el primer párrafo. Razón por la cual vuelvo a la carga con algo que he venido repitiendo en las últimas tres décadas. Las democracias occidentales se han vuelto excesivamente permisivas con sus “enemigos” ideológicos y religiosos oriundos de diversos bandos. Por un lado, con aquellos que exhiben o esconden inclinaciones medio totalitarias. Pero también los demócratas, principalmente europeos, han sido muy flexibles con sus adversarios musulmanes. Mientras que en varios países orientales es casi imposible construir nuevas iglesias católicas, ortodoxas, protestantes y mucho menos sinagogas, en Inglaterra y Francia abundan las mezquitas por doquier. Los dirigentes laicos (a veces ateos) en su afán por enfrentar o ridiculizar el cristianismo, les han hecho un enorme favor a los musulmanes, que los hay de diverso signo. Hay mahometanos moderados; hay fundamentalistas; y hay terroristas que degüellan a sus víctimas.

Los terroristas musulmanes, los neonazis, los supremacistas blancos y algunos anarquistas, poseen claridad meridiana respecto de los lugares que deben atacar: Pintan “suásticas” en las paredes de las iglesias católicas (a veces les meten fuego); atacan sinagogas e imprentas pluralistas. Asesinan cristianos, periodistas y judíos. Estos sucesos hubiesen sido impensables en algunos momentos feos de la Edad Media. “Occidente” democrático tiene que recuperar a “Occidente”, con sabiduría, palmo a palmo.

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