Rubén Darío y el modernismo

MA
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15 de noviembre de 2020
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12:51 am
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Rubén Darío y el modernismo

Carlos Gilberto Sandoval

Nos dice la escritora argentina María Isabel Siracusa que “en el siglo XVIIIl la imágen de España marchaba con distinto ritmo, como fuera del tiempo, sin fuerzas para superar un opaco presente, ajena a la evolución de las vecinas e ignorada por estas. La poesía se había estancado en viejos carriles que ya nadie transitaba. El romanticismo declinaba. La prosa de los románticos comenzaba a experimentar el rechazo de los cánones retóricos impuestos por el neoclasicismo que retorcía y esterilizaba la expresión sonora pero hueca; y la declamatoria era por demás, intranscendente”.

Se proponía para obviarlo nuevos caminos expresivos, prosódicos y estilísticos. Había necesariamente que hacer surgir un movimiento de renovación de las letras latinoamericanas, denominado modernismo.
Para tal fin se reconocieron dos estados sucesivos: el primero dispuesto a la elaboración preciosista de la forma, que llegó a constituir el amaneramiento falaz de los malos escritores; el segundo orientado a la expresión con sentimiento latinoamericano.

El escritor español Pedro Enríquez Ureña, fija el movimiento con la publicación de “Ismaelillo” del poeta héroe y mártir cubano José Martí, en 1882, que ya significaba una transformación de la literatura.
El modernismo nació entonces como una reacción contra los excesos del romanticismo, pero este se conformó con un amalgamiento o mezcla de movimientos retrasados como el parnasianismo que significaba el afán de perfeccionamiento de la forma y, del simbolismo, que significaba la intuición y el intimismo, que le enseñó a descubrir las emociones, pero veladamente. El amalgamiento de esas corrientes, era unido, casi inseparable, porque se imbricaban y alternaban estrechamente sin fisuras.

Los poetas latinoamericanos buscaban en el español, cadencias y sonoridades nunca oídas, al utilizar ritmos desusados y desconocidos. En la prosa y el verso imponían símbolos de belleza y plástica sensualidad como lirios, cisnes, rosas, princesas de ambientes exóticos, como la Francia versallesca del siglo XVIII; seres obtenidos de la mitología escandinava, grecorromana e indigenista.

La mediocridad burguesa, el utilitarismo, estimulada por ventajas económicas; placeres; subversión de valores, irrealidad simbólica, donde se imponían los ideales que la vida no les daba.
El refinamiento efímero verbal implicaba selección de vocabulario, que requería musicalidad, rareza, claridad.
El modernismo, por el período que cubre, resulta inocuo y vano, reducido a caracteres homogéneos, anárquico y multifacético sujeto a rectificaciones, cuya poesía es circunstancial y de despareja calidad, unas veces, brillante y en otras, de compromisos adquiridos casi siempre.
Se consideraban precursores del modernismo a los poetas Manuel Gutiérrez Nájera, José Asunción Silva, a Julián del Casal y a otros.

Al morir los precursores, quedó Rubén Darío como solitario representante, quien, en sus inicios, sobre todo en Chile, comenzó con un fracaso poético, el alcanzar un octavo lugar en un concurso organizado al efecto. Sin embargo, con su poemario “Canto épico a las glorias de Chile”, fue galardonado al obtener el primer lugar. Prosiguieron epístolas y poemas; prosa y verso de su poemario Azul, de gran trascendencia, que encarna la perfección modernista y renovación del lenguaje poético, con su deslumbrante eufanía y su belleza. Siguió Cantos de vida y esperanza; Canto errante y Canto a la Argentina. Aun cuando los versos de Darío no aportaban nada útil al mundo en su tiempo, se le admiraba la belleza, el ritmo, el estilo y la musicalidad.
Sin embargo, no tardaron las críticas con sus ataques despectivos y burlones: decir “Modernismo”, “sinónimo de decendencia”. Qué aporta a la sociedad benéficamente: “en un verso olvidado se desmaya en una flor”, “La divina Eulalia ríe, ríe, ríe”, “compasivo y blanca luz”, ¿“ya se oyen los timbales de las timbaleras”?

Por su esclarecido talento obtuvo la representación diplomática y consular de Nicaragua, Colombia, Argentina, pero su exagerada afición al licor y a todos los nepentes embriagadores, lo hicieron fracasar al perder sus funciones y es cuando comienzan los sufrimientos. Sus enfermedades se profundizan y su agobio lo hace regresar a la patria natal; pero en su trayecto cuando hace escala en Guatemala, fallece el 06 de febrero de 1916, después de haberse sometido a una intervención quirúrgica. Es enterrado en León, Nicaragua.

El poeta español Manuel Machado escribió un sentido poema como epitafio, del que entresacamos unos pocos versos:

Eres en nuestras mentes
y en nuestros corazones,
rumor que no se apaga…
Y en Madrid, en París, en Roma
en la Argentina
te aguardan… Donde quiera tu citará divina.
Vibró, su son pervive, sereno, dulce, fuerte…
Solamente en Managua hay un rincón sombrío
donde escribió la mano que ha matado a la muerte:
Pasa viajero, aquí no está Rubén Darío.

“Junto a la belleza retórica se enristran gárrulas series de palabras que inflaman enhiestos signos de admiración y remedos entusiastas”.
Darío tenía la perfección estilística de artilugio.

“Desde la eternidad el hombre tiene destinado un segmento de tiempo para realizar su existencia y luego la parábola se cierra con la muerte”.

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