Elecciones y huracanes

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17 de noviembre de 2020
/
12:04 am
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Elecciones y huracanes

Por: Juan Ramón Martínez

Elecciones y huracanes. En los ochenta, cuando se discutían las fechas de las elecciones e inicio del período presidencial, decían que noviembre era un mes lluvioso y, se corría el riesgo de enfrentarse a algún huracán. Y entonces suspenderlas. Al final, usando información elemental, se impuso el criterio que para finales de noviembre el período lluvioso, estaba terminado. Por ello, las elecciones se establecieron el último domingo de noviembre y el inicio del período presidencial, para el último domingo del mes de enero. Desde entonces, solo recuerdo que las elecciones se suspendieron una vez, en Limón, departamento de Colón.

Ahora, en plena temporada de huracanes; en un período inusual de lluvias, los partidos políticos hacen esfuerzos para completar sus planillas y efectuar elecciones internas. Aunque el país tiene destruida la yugular de su economía, los políticos –que poco les interesa esto– hacen esfuerzos para convencer a muchos, para que presten sus caras, — porque algunos no tienen nombre ni prestigio–, para integrar planillas en donde, no es el pueblo el que escoge a los candidatos, sino que los dueños de los movimientos. La búsqueda es más elevada que la calidad de los recursos humanos disponibles. Cada elección, la calidad de los candidatos disminuye a vista de todos. Hace un tiempo, bastaba con que el líder se mantuviera callado. Ahora, con el desarrollo de los medios alternativos de comunicación, apreciamos la reducción constante de la calidad humana y profesional de los aspirantes. Como la política se ve como un espectáculo; y que los electores lucen también, cada día más tontos, basta que la persona sea conocida o en el caso de las mujeres, –sin descartar a los hombres “bonitos”, que los hay–, que luzca bella. Y como ahora la mitad serán mujeres, el Congreso Nacional, pese a las críticas tendrá más caras bonitas que nunca, a cambio de una reducción peligrosa de la calidad de los legisladores. Es terrible que tengamos legisladores que sus virtudes las tengan en los pies y no en el cerebro; personas sin vocación de servicio, solo con afán de figuración. Y, no pocos que buscan las curules para hacer negocios o emplear a sus familiares.

Los grandes partidos, el Liberal, el Nacional y Libre –excluimos el de Salvador Nasralla, porque no es orgánicamente tal, sino un misterio en donde el propietario es actor, publicista, bombonera y el repartidor de ilusiones– no tienen mayores dificultades para integrar las planillas. En Libre por ejemplo, muchos movimientos, que solo son de nombre, se abstendrán al final, porque no podrán encontrar tantos precandidatos. En el Partido Nacional, el problema es que, no solo se buscan las posiciones de diputados, sino que la presidencia del Congreso Nacional, que se ha convertido –hasta que los zapatos burros de Asfura digan lo contrario– en una antesala para el Ejecutivo que, por la falta de compromiso democrático e irrespeto constitucional, se ha transformado en el primer poder del Estado que, no solo maneja las fichas nacionales, sino que además, legisla en la forma como le place a su titular. En el caso de Toño Rivera, miembro de una familia que ya nacieron “enrolados” en el RNP, más que en el partido fundado por Carías, busca la forma de asegurar que le toque la presidencia del Congreso para estar a la altura de su padre y de su abuelo. Pero, también Ebal Díaz, que es el gran legislador desde el Ejecutivo, busca esa posición. Con la ventaja que Díaz es el único político hondureño, de los últimos tiempos, que se ha aproximado a la búsqueda de las razones por las que votan los electores. Ha ido más allá de lo cosmético, y se ha atrevido a decir, en el ánimo de probar la forma de pensar de la gente, que los electores no votarán por sus muertos, sino que por el dinero que tengan en el bolsillo. Como ve las noticias internacionales, no tengo idea cuán seguro está de su afirmación, porque resulta que la derrota de Trump, la provocó el mal manejo de la pandemia y el miedo de los electores a contagiarse. Claro, entre la bolsa solidaria y regalar dinero para comprar voluntades, hay mucho albur. Solo estamos empezando. Esperando que no siga lloviendo. Y que los electores, se vuelvan más bobos. “Se ven más bonitos”.

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