La perra está parida

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17 de noviembre de 2020
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12:07 am
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La perra está parida

Por: Armando Euceda

Siempre recuerdo con asombro y alegría un mensaje que se registra en una fotografía de los años 90, de un niño frente a un viejo pizarrón, en alguna escuela de la comunidad de San Lorenzo, San Francisco de Opalaca, en Intibucá. La tomó Aura, una joven colombiana que en esos años había contratado la Cooperación Alemana para apoyar el desarrollo de aquella zona del país, económica y educativamente deprimida. Hoy, Rosaura Gonzales es doctora en educación, graduada en la Universidad de Hamburgo, Alemania y una investigadora activa “metida de lleno” con las ideas de Lev Vigotski, David Ausubel, y la lista sigue.

En la fotografía, un niño de la etnia lenca, frente a la pizarra, contempla su propia creación escrita, después de haber seguido el esfuerzo de su maestra tratando de llevar vida al acto educativo; de acuerdo a lo que Ausubel teorizó como métodos de aprendizaje de tipo verbal, que novedosamente empezaban a llegar al aula hondureña, contraponiéndose -en desacato a la tradición- al aprendizaje memorístico que por décadas había curtido el valor del conocimiento en nuestras aulas.

Este niño de origen rural tenía como meta usar las vivencias de su propio entorno para escribir una frase con las letras R y doble RR. Semáforo, interruptor, Vicerrector, ferrocarril o probablemente cereal, por ejemplo, estaban fuera de su alcance.

Pero, me describió la colombiana Aura Gonzales: “El gran concepto de Ausubel ‘el aprendizaje significativo’: la única garantía que tenemos de aprender, de apropiarnos de nuevos conocimientos es haciendo ‘aprendizajes significativos’ y esto emergió en la mente de ese niño lenca, que con su maestra Esperanza -maestra única de los seis grados- batallaba para construir, para inventar, ese nuevo saber con los conocimiento previos que su vida rural le proporcionaba”.

Pero al niño le quedaba un riquísimo universo de palabras con el cual la naturaleza ha emborrachado a los poetas en todos los tiempos. El niño escogió a su perra como sujeto y al acto de perpetuar la vida como el verbo y escribió, con sufrida letra, el verso con el cual, al pronunciarlo, contribuiría con nota propia a la melodía celestial cuyo coro se canta en el templo del conocimiento humano: “La perra está parida”.

Hermoso relato. Continúa la doctora Gonzales: “El acto se dio en él; sí, es toda una creación, llena de significado, es la interacción de cognición + creación + vivencia/experiencia”.

El huracán ETA ahogó muchas de nuestras escuelas rurales y algunas urbanas, con todo y sus textos y bibliotecas escolares y, en algunos casos, con las pocas computadoras que con mucho esfuerzo se habían adquirido.

Lo que no se podrá inundar es la aurora que a diario nos ofrece la naturaleza como anuncio inequívoco de que viene un arcoíris que -como promesa usada una vez en el diluvio bíblico- pintará de esperanza nuestro futuro.

El niño en Intibucá, no tenía una tablet o una computadora, no tenía wifi ni aparatos con bluetooth. Y es probable que todavía hoy en día no gocen en su aldea de servicios confiables de la internet. Lo que sí tenía, como biblioteca natural, era la misma naturaleza con el territorio de su entorno y su barro artesanal, su perrita y sus cachorros. Esa misma naturaleza a la que años atrás nuestro gran Juan Ramón Molina le había extraído esos tres bellos versos de apertura para su poema “Río Grande”: “Sacude amado río, tu clara cabellera,/ eternamente arrulla mi nativa rivera,/ ve a confundir tu risa con el rumor del mar”./ ¡Ese inconfundible rataplán, de la R, danzando con la RR, con que redobla la naturaleza cuando quiere seducir a tu oído!

Para un niño campesino, construir “La perra está parida” con la artesanía lingüística local pero infinita, es el boleto de ingreso al universo del conocimiento actual. Así como lo es para la niña en la ciudad, la vivencia de su barrio, residencia, o su experiencia con el photoshop, su música predilecta en Spotify o la serie en Netflix.

Para el niño o la niña, en lo rural o en la ciudad, -preservando su derecho a jugar con sus muñecas o pelotas- su educación es pertinente si le permite mostrar que tiene capacidad para entender e inventar. Y, en comunión académica con sus pares, crecer en cualquiera de las ramas que hoy en día se cultivan, ya sea en las humanidades, en ciencia o en la tecnología.

Vigotsky, con su zona de próximo desarrollo, y Ausubel estaban presentes en este parto de escolarización de la mente de nuestro niño campesino.

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