Se olvidó lo esencial

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17 de noviembre de 2020
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12:07 am
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Se olvidó lo esencial

Por: Rafael Delgado
Economista. Catedrático universitario

Este año estamos ante situaciones sumamente duras. Primero llegó el COVID-19, un terrible enemigo que nadie ve, pero que contagia, enferma y mata a seres humanos. Ahora enfrentamos la temporada de huracanes, Eta e Iota, que con su fuerza destruye lo que encuentra por delante.

22 años después del huracán Mitch, la naturaleza nos somete a la prueba sobre qué tanto se ha trabajado en crear condiciones para aminorar el impacto de estos fenómenos; qué tanto hemos avanzado en construir un país más congruente con los principios de sostenibilidad que nos llama a cambiar la forma de producir en la industria, en la agricultura y la ganadería; qué tan lejos hemos llegado en aplicar prácticas diferentes a las tradicionales, introducir disposiciones quizás percibidas como incómodas y como estorbo para la libre empresa, pero necesarias para un futuro menos riesgoso para todos. Hoy nos queda claro que se ha hecho muy poco al respecto.

Como ejemplo lo siguiente: las advertencias en cuanto a la regulación del crecimiento de las ciudades y pueblos no fueron escuchadas. Los centros urbanos, semiurbanos y hasta los pequeños poblados del país siguen creciendo en lugares sumamente vulnerables, a orillas de los ríos y en las laderas frágiles quitándole el espacio que les ha pertenecido. Los servicios públicos que deberían apoyar en el buen manejo de las aguas para el consumo, de las aguas residuales, en la protección de las cuencas y el bosque, son débiles ante las crecidas exigencias de sostenibilidad. Por allí abundan las leyes y las regulaciones que recogen algo de esto, pero prácticamente todos ignoran o aplican a su antojo las disposiciones encaminadas a crear las condiciones de un equilibrio ecológico. Nuevamente nos encontramos con la debilidad institucional que no funciona adecuadamente asediada por la corrupción y la negligencia de los que manejan el poder.

Como muchos han recordado en estos días, los grandes proyectos de generación de energía eléctrica y control de volumen de agua que entra al Valle de Sula han caído en las trampas de la burocracia. Es imperdonable después de 22 años que no exista esta infraestructura, pese a sus evidentes ventajas en mitigar riesgos de inundación y apoyo energético a la economía del país. Pero eso solamente es una parte. Los bosques que tanta agua absorben y que generan una buena cantidad de beneficios directos para la vida no se han cuidado. Las áreas boscosas del país son agredidas a diario por las viejas prácticas que corresponden a un mundo con mucha menos gente. Ahora el crecimiento acelerado y mal gestionado de las urbanizaciones en el campo y la ciudad despejan enormes cantidades de bosque; la agricultura migratoria del pequeño y las prácticas agrícolas del poderoso gran productor depredan el bosque y las fuentes de agua de manera constante. La ganadería a todas las escalas amplía cada vez más sus áreas, llevando al bosque a un grado de reducción que amenaza su futuro.

Hemos llegado a un punto sumamente peligroso. Los expertos indican que existen una serie de procesos provocados por la gente que están contribuyendo a que fenómenos como los huracanes, las sequías y el cambio climático estén ocurriendo con más fuerza. Quizás son para algunas personas imperceptibles como amenazas, pero la ciencia los cataloga como dañinos y se producen día a día. Algunos de ellos son como lo mencionamos arriba, el cambio de uso de la tierra en detrimento de las áreas cubiertas por bosques y el sobre consumo del agua. Pero se agregan otros, como la pérdida de biodiversidad, el cambio climático generado por el dióxido de carbono liberado a la atmósfera, así como la contaminación generada por agentes químicos utilizados en la producción. Ha llegado el momento para un profundo cambio con nuevos actores, para que la política y la economía caminen juntos y frontalmente ataquen todos estos fenómenos que son los principales causantes del aumento del riesgo y pobreza de millones de hondureños.

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