Derrumbes y llenas obligan a capitalinos a buscar albergues

MA
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18 de noviembre de 2020
/
02:46 am
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Derrumbes y llenas obligan a capitalinos a buscar albergues

Por si fuera poco, los damnificados en la capital se enfrentan al contagio del coronavirus.

Derrumbes y llenas obligan a capitalinos a buscar albergues. Doña Lidia Corea ha vivido los ocho días más dramáticos de su vida: Se le cayó el muro de la casa, la llevaron a un albergue y ahí se le quebró la mano a su niño.

Sin techo, comida y desempleada, ahora enfrenta otro gran problema: El contagio del coronavirus.

“No tengo nada, duermo en el piso, acepto cualquier ayuda voluntaria”, dice esta mujer, casi al borde del llanto en uno de los albergues cercanos a la colonia Reynel Fúnez, al sur de la capital.

Ahí convive temporalmente junto a decenas de damnificados capitalinos.

Todos ellos fueron albergados desde la tormenta Eta y en esos días pensaban regresar a lo que quedaba de sus hogares, pero la crecida del río Germania, nuevamente, a causa de Iota, los ha obligado a seguir en este refugio por tiempo indefinido.

“No sé cuándo vuelva a mi casa, si es que la hallo”, dice resignada mientras sostiene a su otra hija menor.

En este mismo albergue, Bertha Luz Sierra (52), vive la misma tragedia. Una gigantesca roca aplastó parte de su vivienda y lesionó a su hija menor.

Sola con su hija, espera sin futuro el desenlace de la tormenta Iota. “No sé qué será de nosotros”, recalcó.

EVACUADOS Y OLVIDADOS

Doña Lidia Corea atiende a su hijo, quien sufrió una quebradura de brazo en el albergue.

El caso de estas dos mujeres se repite en cada uno de los cientos de albergados en la capital. La cruda realidad presenta a estas personas, además de desplazados, desempleados y enfermos de coronavirus.
El número de afectados de la zona vulnerable de la capital crece conforme arrecian las lluvias de Iota.

“A la mayoría de las personas les hace falta colchonetas, abrigos y comida”, señala María Elena Benítez, encargada del albergue de la escuela Moisés Starkman, de la colonia Villanueva, al oriente de la ciudad, donde se han refugiado unas 51 personas, más de la mitad menores de edad.

“Aquí nos alojaron desde hace 13 días, pero nos han olvidado. El único que vino fue el diputado, David Chávez, pero Copeco no ha venido”, agregó Benítez mientras hacía tortillas en un fogón improvisado.

Los albergues improvisados, casi todos en escuelas públicas, acogen a refugiados de 180 barrios y colonias, calificados de alto riesgo.

Las autoridades siguen sin precisar una cantidad exacta de las personas refugiadas. Lo mismo pasa con el equipo del alcalde capitalino, Nasry Asfura, quien anoche registraba 1,600 damnificados por Eta y los comités de emergencia seguían sumando los de Iota.

Las autoridades, sin embargo, se han enfocado en las últimas horas a evacuar a los pobladores de las zonas de alto riesgo por las buenas y por las malas. Camiones militares se han encargado de trasladar a familias completas de colonias como La Vega, ubicada al margen del río Choluteca.

Aquí, sus pobladores huyeron desde el domingo y buscaron refugio con familiares. “No quiero vivir lo mismo que durante el Mitch”, recuerda Francisco Cárcamo, un abogado que vivió la misma tragedia del huracán Mitch en 1998.

“Aquella vez me agarró solo con la ropa que andaba, hoy me llevo mi maleta y mis documentos personales”.

Lo mismo ha pasado con los vecinos de La Betania, donde el cauce de río Choluteca atrapa la colonia como una gigantesca serpiente. Como el albergue más cercano en el Instituto Central “Vicente Cáceres”, está al tope, han tenido que hacer improvisadas champas con techos de plástico a la orilla del bulevar Fuerzas Armadas, mientras pasa el huracán confiando que la monstruosa corriente no arrase sus viviendas.

María Elena Benítez hacía tortillas en un albergue de la colonia Villanueva.

COMIDA Y AGUA

En el barrio El Edén, los cuerpos de socorro sacaron por la fuerza a una docena de pobladores que no querían salirse pese a que sus casas estaban cediendo por la saturación del suelo. Ahora están albergados en la Villa Olímpica, sin ropa, comida, ni agua potable. “Estamos bien, es más importante la vida, pero no tenemos comida”, dice María Betanco, una de las damnificadas.

En la Canaán, otra colonia de alto riesgo, al noreste de la capital, también ya no caben los damnificados. Aquí, los albergados se disputan un pedazo de espacio para dormir. No hay comida ni agua potable, menos medidas para evitar el coronavirus, como distanciamiento, gel y mascarillas.

Los niños deambulan sin saber la calamidad de sus padres, casi todos desempleados desde que empezó el confinamiento por la pandemia.

Todos estos albergues son los mismos desde la tormenta Eta y se encuentra en abandono. Las autoridades sanitarias estiman un 15 por ciento de contagios de coronavirus, pero los resultados se verán en las próximas semanas. (EG)

Los pobladores de la colonia Las Vegas, abandonaron sus casas desde el domingo.
Los vecinos de la colonia Betania se han instalado en las orillas del bulevar Fuerzas Armadas mientras pasa la tormenta.
Los afectados del barrio El Edén están refugiados en la Villa Olímpica.
Al tope y sin comida ni agua se encuentran los albergues de la capital.

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