Educación para el trabajo

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20 de noviembre de 2020
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12:02 am
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Educación para el trabajo

Por: Jaime Martínez Guzmán
Exsecretario de Educación

Puede considerar a la Educación para el Trabajo (EPT) como un enfoque curricular que orienta el proceso educativo hacia la dotación, formación y desarrollo en los educandos de adecuadas competencias cognitivas, procedimentales y actitudinales para que al egresar de sus estudios, puedan desempeñarse con eficiencia en el campo laboral correspondiente. “Tiene como finalidad que los estudiantes aumenten sus oportunidades de trayectoria profesional a través del desarrollo de competencias que afiancen y aseguren su empleabilidad”.

Desde los tiempos de la Revolución Industrial se institucionalizó la idea del trabajo productivo como medio para satisfacer las necesidades de subsistencia y para alcanzar la realización personal. A partir de ahí los sistemas educativos de los países europeos y de USA se han venido preocupando por una formación pragmática, diferente al enciclopedismo pedagógico que privilegiaba la acumulación de conocimientos y teorización, más que su aplicación práctica.

Surge entonces la corriente pedagógica de la Educación para el Trabajo que, sin menospreciar el enfoque científico-humanista, refuerza el pragmatismo pedagógico hacia las competencias para la vida laboral. “Incorpora en el proceso de formación integral del estudiante, el método del aprendizaje activo, reflexivo y vivencial y a partir de la práctica promueve procesos de producción y aplicación del conocimiento”.

Imbuidos en el enfoque pedagógico de la Educación para el Trabajo, un equipo técnico de la administración gubernamental 90-94, se propuso orientar nuestra educación media hacia los propósitos antes apuntados. Se consideró que con la reducida oferta de estudios existente en este nivel educativo, (Magisterio, Comercio, Secretariado y Bachillerato en Ciencias y Letras) no se podía aspirar a una orientación del mismo hacia la empleabilidad. Se trabajó intensivamente para superar la estrechez curricular de insuficientes carreras, saturadas ya de egresados con pocas opciones laborales. Se procedió a la ampliación de la diversificación de los estudios.

Se extendió el abanico de oportunidades educativas en el nivel medio, implementando carreras denominadas bachilleratos técnicos, a cuyo currículo se le imprimió fortaleza, esencialmente, en la formación de competencias técnicas propias de cada carrera, a fin de facilitar a los egresados, su inserción en el mercado laboral. Paralelo a ello se les dotó del suficiente bagaje científico-humanista para su desempeño en la vida diaria y su continuidad hacia estudios superiores, esencialmente, en carreras afines.

Los bachilleratos técnicos se organizaron en institutos ya establecidos, teniendo en cuenta las necesidades regionales y la existencia de personal capacitado para el servicio docente. Por ejemplo, Hostelería y Turismo en Tela y Santa Rosa de Copán, Caficultura en El Paraíso y Marcala, Acuicultura en la Escuela Agrícola de Nacaome, Administración Agrícola en lo que fue Escuela Normal de Comayagua, Informática donde hubiera laboratorio de computación. Otras carreras organizadas en aquel tiempo fueron Mercadotecnia, Educación en Salud, Cooperativismo y Promoción Social.

Lamentablemente el énfasis técnico, esencialmente, hacia el trabajo productivo de las nuevas carreras fue truncado cuando los egresados de los bachilleratos técnicos tuvieron dificultades de admisión en la UNAH, al considerar que en su plan de estudio, asignaturas como Biología, Química y Física, tenían menos horas de clase respecto al Bachillerato en Ciencias y Letras. No se consideró que la UNAH, en aquel tiempo, admitía a egresados de educación comercial, carrera en cuyo plan dichas asignaturas ni figuraban. Las autoridades educativas sucesivas no pudieron o no quisieron defender una posición que, curricularmente, fue correcta y funcional. Optaron por aumentar de 36 horas de clase semanales que es lo normal, hasta 46 que es antipedagógico.

En la actualidad a las carreras indicadas y otras, se les llama Bachilleratos Técnico Profesionales (BTP) primando un enfoque científico-humanista, tendiente más hacia la continuidad de estudios superiores que hacia la formación de competencias propias para el trabajo productivo. Sugerimos lo siguiente:

1. Desarrollar como eje transversal del currículo de los BTP el emprendedurismo, orientando a los alumnos hacia el trabajo independiente.
2. Impulsar a los egresados que opten a estudios superiores para que lo hagan en carreras afines a los estudios de base. Generalmente no lo hacen.
3. Proporcionar capital semilla a egresados, que se asocien para el desarrollo de proyectos de emprendedurismo.

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