¿Socios estratégicos de los Estados Unidos?

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21 de noviembre de 2020
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12:05 am
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¿Socios estratégicos de los Estados Unidos?

Esperanza para los hondureños

Por: Héctor A. Martínez
(Sociólogo)

“¿Qué pasará con nuestro país, ahora que Biden ganó las elecciones?”, es la pregunta más estereotipada que suelen hacer los periodistas a los analistas de nuestro país, con la intención de saber si el nuevo presidente contemplaría en su agenda para Centroamérica, los dos factores que más nos interesan por su importancia económica, a saber: la migración y las ayudas financieras para proyectos de diferente naturaleza. Se trata de la vieja e incorregible costumbre de esperar a que fluyan los dólares, y que las leyes migratorias sean tan condescendientes como para permitir que nuestros compatriotas puedan largarse al Norte sin las trabas legales de siempre. En otras palabras, seguimos con la idea de que somos importantes para los intereses de los Estados Unidos.

Eso fue en otros tiempos. Durante la Guerra Fría fuimos los preferidos de los “gringos”, pero, una vez caído el socialismo marxista, las cosas comenzaron a cambiar. Estaba claro que dejaríamos de ser los “mantenidos”, y que debíamos participar en los encarnizados escenarios de la economía global, brindando bienes y servicios en mercados diferentes a los de Estados Unidos. Desgraciadamente, la oferta siempre apuntó hacia las materias primas y a los productos de escaso valor agregado, una dependencia peligrosa por la alta volatilidad de esos mercados y las fluctuaciones de precios de los “commodities”, como las que hemos experimentado en los últimos años. Un informe de la UNCTAD explica que los precios promedio de productos básicos entre 2013-2017 estuvieron sustancialmente por debajo del máximo generado entre el 2008 y 2012, lo que contribuyó a una desaceleración económica en muchos países dependientes de esas exportaciones. El impacto negativo se da por descontado: una disminución en el crecimiento económico implica menos ingresos fiscales y un mayor endeudamiento para sostener los presupuestos gubernamentales, razón que nos obliga a pedir prestado de nuevo. Se trata de un círculo bastante vicioso que se repite como una constante a lo largo de la historia de los países pobres. Al enfocarnos en las materias primas, sin invertir en otros rubros menos tradicionales, es lógico que se dispare la tasa de desocupación, que se reduzca la oferta de trabajo, y que aumenten los flujos de migrantes hacia los puntos geográficos más prósperos: es el origen de las famosas “caravanas”.

En conclusión, a pesar de las inversiones norteamericanas en nuestro país, no calificamos para ubicarnos en la categoría de ser socios estratégicos para los Estados Unidos, al contrario: las últimas administraciones desde Obama a Trump nos están enviando mensajes contundentes para que arreglemos las cosas en nuestro patio, que pongamos todo el ingenio, la cooperación y la creatividad para generar la riqueza. Pero esa colosal empresa es como repetir el Éxodo mosaico, es decir, tendrá que pasar una centuria de imposibilidades hasta alcanzar los resultados de un proyecto nacional de desarrollo. No lo conseguiremos con el actual sistema político, ni con esa mentalidad cortoplacista de nuestros empresarios. Además, los norteamericanos nos están poniendo a prueba: pretenden que aprendamos a crecer solos; que tenemos la capacidad para salir de la pobreza. Nos advierten que no seguirán manteniéndonos para siempre, pero que arreglemos nuestras corruptas y altamente politizadas instituciones estatales que nos impiden salir de la miseria. Es lo que ellos llaman con mucha razón, la aplicación de la ideología “American First”.

Para que Biden y los gobiernos del futuro nos consideren verdaderos socios estratégicos, tendremos que volvernos económicamente fuertes, con capacidad para entrar a competir a los mercados de todo el mundo, no solo al de los Estados Unidos; en otras palabras, necesitamos salir de ese anquilosado círculo de dependencia económica que nos inmoviliza eternamente. Es la única forma en la que ellos puedan cuidar de nuestros intereses, porque serían los intereses de ellos mismos. O apuntamos hacia otros lados.

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