Sor María Rosa, una santa: Al recordarla en el día de su cumpleaños

ZV
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21 de noviembre de 2020
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12:43 am
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Sor María Rosa, una santa: Al recordarla en el día de su cumpleaños

El santo evangelio según San Mateo al explicar el juicio final, capítulo 25, versículos 31 y siguientes dice: …Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, era forastero y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y acudisteis a mí. Entonces los justos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer, o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te acogimos; o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y acudimos a ti? Y el Rey les dirá: En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. Y finaliza diciendo “E irán estos, los justos a una vida eterna.

Sor María Rosa Leggol Rosales, la hermana franciscana que desde su infancia se pasó la vida haciendo el bien, sin contar con ningún recurso material, más que su entusiasmo y el afán de socorrer y ayudar a los niños pobres y abandonados de Honduras, fundó la Sociedad Amigos de los Niños, como asociación civil sin fines de lucro, para atender a los niños de la calle, inocentes criaturas que abandonados por sus padres, deambulaban por las calles de Tegucigalpa y Comayagüela, cubiertos con harapos, durmiendo en las aceras de las calles y mendigando en las casas “una comidita por favor”, conmovió aún más su sentimiento noble de ayudar a los niños pobres que desde niña anidaba en su corazón.

Era el año 1966, y ella como enfermera del hospital La Policlínica de Comayagüela, conoció algunas personas de sentimiento altruista; que al presentarles la idea de recoger a esos niños de la calle, para ayudarles en alguna forma, con alimentos sanos, cubrir sus cuerpecitos con ropa decente y ofrecerles un techo donde pasar sus noches, entusiasmó aquellos y al obtener un ofrecimiento de ayuda, ella dejó su trabajo, consiguió una casa de las que estaba construyendo la urbanizadora MICASA S.A. en la colonia Miraflores de Tegucigalpa que desarrollaba con fondos del programa Alianza para el Progreso que impulsó el presidente Jhon F. Kennedy de los Estados Unidos de América, y por lo tanto se podía acceder con una prima muy baja y facilidades de pago, hasta por veinte años, puso en marcha su obra y por la noche, con otra enfermera amiga, se fueron a recoger los seis primeros niños que encontró durmiendo en calles de Tegucigalpa y los llevó a vivir con ella, dando inició a su obra de misericordia.

Con el paso de más de 54 años esta asociación ha asistido integralmente con techo, comida, vestuario, salud, educación y formación moral y espiritual a más de 85,000 infantes que hoy son hombres y mujeres profesionales que dignifican a Honduras.

Su corazón palpitaba ansiosa cuando dio a conocer a sus primeros colaboradores el inicio de su obra; porque ella era mujer de acción inmediata; pues decía que al que tiene hambre hay que saciar su hambre, al sediento hay que calmar su sed, al desnudo hay que vestirlo y al forastero hay que acogerlo de inmediato, cuando lo necesitan. Ella pasó su vida haciendo el bien a los demás.

Manuel Isaac Ferrera V.
Tegucigalpa, M.D.C.

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