FORTALEZAS EN LA DEBILIDAD

ZV
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22 de noviembre de 2020
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12:15 am
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FORTALEZAS EN LA DEBILIDAD

SIN lugar a dudas este es un momento histórico singular en la vida nacional, en cuyo contexto estamos tocando fondo. Sin olvidar a los países hermanos que también han sido afectados por la pandemia y por los siniestros naturales. Uno detrás de otro. Jamás hubiésemos imaginado, ni en la más inverosímil pesadilla, que los hondureños atravesaríamos estas circunstancias tan extremadamente penosas.

Los efectos de la pandemia y de los desastres naturales por ahora son inmedibles, tanto en los daños directos a los habitantes, como en el terreno de la economía. Quizás en seis meses, o dentro de un año, podrían hacerse las primeras mediciones matemáticas correctas. Lo demás es pura conjetura, donde cada quien puede realizar sus propias mediciones y proyecciones, según sean los intereses sectoriales.

Algo que es imposible negar, pero que tampoco se puede medir, son los daños físicos y morales de la persona humana, concebida en este caso como un conglomerado heterogéneo de gente afectada por las muertes ocasionadas por el “COVID-19” y las tormentas tropicales. No hay manera de medir el dolor, la desolación y el sentimiento de desamparado e impotencia de las personas afectadas directa o indirectamente. Nuestra mirada se vuelve realmente triste al contemplar, de cerca y de lejos, las múltiples tragedias de nuestros paisanos localizados en distintos puntos del país. Empezando por el valle de Sula, que ha sido el primero en recibir el impacto gigantesco de la crecida inusual de los grandes ríos,

Tal como sucedió durante la guerra de las cien horas en julio de 1969, ahora mismo los hondureños “estamos solos”, con las secuelas de la soledad diplomática. Pero, así como nos repusimos después de la guerra del sesenta y nueve, lo mismo que después de la tormenta tropical “Mitch” ocurrida en 1998, ahora mismo las mejores voluntades catrachas y las clarividencias cerebrales del país, podemos unificar criterios para “sacar fuerza de flaqueza”; o fortalecernos en medio de la debilidad. En este proceso de reunificación nacional, deberemos aprender a ganarnos las simpatías del mundo exterior, con acciones audaces que se salgan de la aburrida cotidianeidad. O de los mezquinos intereses de corto plazo, principalmente en las embajadas europeas.

Habría que elaborar unos cinco grandes lineamientos consensuados para salir a flote, desde el abismo. El primero de todos es reactivar la agricultura en todos los puntos neurálgicos de la rosa geográfica nacional, teniendo en cuenta la seguridad alimentaria de nuestro pueblo. Sacar experiencia positiva, de ser posible científica, de los casos de coronavirus que se han experimentado en todos los hospitales públicos y privados, a fin de mejorar nuestro sistema sanitario. Incentivar al sector industrial del país, y a los comerciantes mismos. Crear equipos de negociación internacional para mejorar las relaciones exteriores de Honduras, con gente que posea pensamientos serios, y con técnicos que amen a su propio país. No se puede ni se debe continuar con una política exterior pasiva, que espera que ocurran las cosas feas para reaccionar después. Buscar mecanismos más ágiles para que los profesores y los estudiantes de todos los niveles escolares (incluyendo el de las universidades) logren superar los desafíos que hemos enfrentado durante el presente año. Y los desafíos que pudieran presentarse en el porvenir casi inmediato.

Existe la opción de lamentarnos y de ofender a todas las personas que consideremos contrarias a nuestros puntos de vista ideológicos. Pero con esas verborreas, por una larga experiencia histórica, nada se consigue solventar. Al contrario, suelen agravarse los problemas existentes. La segunda opción es buscar consensos factibles por encima de las diferencias coyunturales, hasta llegar a los puntos de encuentro en donde se respeten los intereses de las mayorías, incluyendo a los sectores profesionistas.

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