Mientras haya un solo pensador

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22 de noviembre de 2020
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12:14 am
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Mientras haya un solo pensador

Por: Segisfredo Infante

Cada 22 de noviembre cumple años José Cecilio Díaz del Valle, fecha que es conmemorada por algunos economistas aislados. Recuerdo que Roldán Duarte, cuando fungía como presidente del Colegio Hondureño de Economistas (CHE), me invitó a pronunciar, en ayunas, unas palabras frente a la estatua del prócer en el lindo parquecito de Tegucigalpa que lleva su mismo nombre. Más tarde me invitó a desayunar en un sofisticado restaurante. Mi discurso fue breve, en el que pude puntualizar, por primera vez, que la acción política encaminada a la Independencia de Centro América, había comenzado unos dos meses antes del 15 de septiembre de 1821. A esa conspiración en favor de la Independencia, se le conoce como “Plan Pacífico”, montado por la familia Aycinena y el pensador Pedro Molina. (Hay dos o tres artículos míos, y un par de conferencias, destacando estas nuevas investigaciones históricas).

La verdad es que he dedicado casi toda mi vida al estudio de la obra de este intelectual y estadista centroamericano de alcances continentales. Desde una bonita representación dramática en la escuela primaria, hasta leer las penúltimas investigaciones guatemaltecas relacionadas con el “Plan Pacífico”; y la más o menos reciente de Alejandro Gómez, un investigador argentino, quien publicó en el mes de junio del año 2011, su libro “José del Valle, el Político de la Independencia Centroamericana”. Este libro del historiador Gómez, lo comenté en mi artículo “¿Pensador o político?”, aquí mismo en LA TRIBUNA, el jueves 28 de noviembre del 2013. Pero mis primeros dos artículos sobre José del Valle fueron publicados en el diario “El Cronista”, quizás a finales de 1980 o en los comienzos de 1981. Uno fue redactado con bastante flojedad o descuido. Pero el segundo, un poco más consistente que el anterior, me permitió ganar la amistad definitiva de Medardo Mejía.

Desde entonces he publicado veintenas de artículos, charlas, conferencias y ensayos sobre la vida y obra del gran pensador centroamericano. Al recopilar tales escritos algunos resultarían flojos, otros buenos, regulares y excelentes, según el tiempo que haya dispuesto para redactar sobre la marcha. También le he dedicado ciertos programas de televisión. Uno lo realizamos con Matías Funes Valladares (QEPD), creo que un mes y medio antes de su fallecimiento. Me parece que el libro de “Matiítas” es muy bueno. Casi en el mismo nivel que el de Louis E. Bumgartner.

En cierta ocasión le pregunté a Medardo Mejía su opinión sobre el libro de Ramón López Jiménez titulado “José Cecilio del Valle, Fouché de Centro América”. Don Medardo pronunció una sola palabra para referirse a López Jiménez: “!!ENVIDIA!!”. Naturalmente que yo había leído la biografía novelada de Stefan Sweig: “Fouché, el genio tenebroso”. No había nada parecido entre el intelectual recio y estadista de primera línea que era José del Valle, en relación con la personalidad del jefe “jacobinista” de la policía francesa en tiempos de Napoleón Bonaparte. Nunca he terminado de comprender la relación forzada y perversa que hizo el supuesto historiador Ramón López Jiménez, en relación con la trayectoria zigzagueante pero luminosa de un pensador del calibre de José Cecilio del Valle, quien a mi juicio (lo he dicho mil veces) es uno de los tres más importantes pensadores del continente americano durante las cuatro primeras décadas del siglo diecinueve. Me refiero a Thomas Jefferson, José del Valle y Andrés Bello. Este último escribió un verdadero tratado de filosofía tradicional. En cambio, don José del Valle declaró su preferencia por la “economía política”. A los tres grandes pensadores del continente americano de aquella época, tal vez podríamos añadir el nombre de Simón Rodríguez (maestro personal de Simón Bolívar) y algún nombre mexicano que por ahora se me escapa. Sin olvidar que el costarricense Florencio del Castillo, gran orador, hizo aportes teóricos y prácticos en el proceso de Independencia de la región ístmica.

José del Valle era un hombre ilustrado en el pleno sentido del término, cayendo a veces en utopías, cuando aspiraba que Centroamérica se colocara a la par de Europa; o por encima de Europa. Pero en los momentos de realismo, aunque le gustaba hablar en representación de los “sabios”, José del Valle percibía que eran poquísimos los hombres que alcanzaban su quilataje cerebral. A partir de aquí se puede sospechar que muchas veces se sintió soberanamente solo, sitiado y marginado (antes y después de la Independencia) por causa de las intrigas de la poderosa familia Aycinena, y de aquellos que caían en sus trampas. Leamos lo que dice el mismo Del Valle al respecto: “La Mano más poderosa no tiene imperio sobre el pensamiento, y mientras haya en el globo un solo hombre que piense, las ideas de este hombre se irán dilatando por toda la tierra.” (Dedico este artículo apresurado a Ramón Oquelí Garay, a Enrique Cardona Chapas y a Luis Alberto Zelaya Moncada).

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