Una trampa más

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30 de noviembre de 2020
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12:04 am
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Una trampa más

Por: Edmundo Orellana

Que el presidente electo de los Estados Unidos decida crear una oficina dentro de OFAC para el Triángulo Norte de Centroamérica, dice claramente lo que piensan los gringos de los gobiernos de esta parte de América Central.

Es curioso que en Nicaragua se sancionen funcionarios directamente por el gobierno gringo y que para el Triangulo Norte se necesite una oficina especializada con ese propósito. ¿Será que los gringos piensan que en esta parte de Centroamérica los corruptos son buena gente descarriada que hay que “poner en juicio”, mientras en Nicaragua se trata de perversos funcionarios, cuya redención es imposible? El corrupto no es un ladrón bueno, estilo Robin Hood; es perverso por definición, porque roba las esperanzas del pueblo al que jura servir.

El mismo remedio aplicado en Nicaragua debió aplicarse, al menos en Honduras, para castigar la desenfrenada corrupción que convirtió al país en uno de los más corruptos y pobres del mundo. Ninguna diferencia objetiva existe entre la corrupción del gobierno de Nicaragua y la del gobierno de nuestro país. Desde la perspectiva gringa, la diferencia es que el gobierno nicaragüense se autoproclama socialista. Por ese detallito no se aplican a los corruptos hondureños las medidas aplicadas a los corruptos nicaragüenses.

El caso es que Biden creará una oficina como parte de OFAC del Departamento del Tesoro gringo, para, entre otras cosas, “revocar las visas a los Estados Unidos y congelar los activos de personas corruptas de El Salvador, Guatemala y Honduras”.

¿Qué criterio seguirá para identificar a los corruptos? Si siguen el aplicado para elaborar la lista famosa que solicitara la representante Torres y que terminó elaborando el Departamento de Estado, los resultados serán muy pobres, porque se incluyeron únicamente los que tenían procesos judiciales, y en nuestro país desde la expulsión de la MACCIH y la eliminación de UFECIC los casos contra los “altos funcionarios del Estado” han disminuido drásticamente.

Se adopta esa medida para evitar las caravanas multitudinarias hacia Estados Unidos, lo que, por supuesto, no es suficiente. Por eso proponen otras medidas para “mejorar la seguridad y el Estado de Derecho” y “movilizar la inversión privada”, “priorizando la reducción de la pobreza y el desarrollo económico”. Pero la más destacable para nosotros, por novedosa y su tono acusatorio, es el combate a la “corrupción endémica”, como la califica oficialmente el “plan de Biden para fortalecer la seguridad y la prosperidad en colaboración con los pueblos de Centroamérica”.

Esta declaración oficial del presidente electo de Estados Unidos define claramente lo que piensa de estos gobiernos, especialmente del hondureño, y al efecto afirma que la corrupción “es un cáncer que está carcomiendo a los países del Triángulo Norte y les impide progresar significativamente en cualquiera de sus otros desafíos clave”. En otras palabras, para el nuevo gobierno gringo, el hondureño es un gobierno altamente corrupto.

Esta calificación oficial del nuevo presidente gringo no es un exabrupto, como los del orate de Trump, quien acusó al gobierno hondureño de ser corrupto, para luego decir que eran socios y amiguísimos con el gobernante hondureño, al grado de admitir que, en el combate contra el coronavirus, creía más en sus consejos médicos que en los de sus científicos.

Biden es, sin duda, un político serio, muy distinto del energúmeno de Trump. Aún está por definirse, sin embargo, los alcances de esa nueva medida, por la que los gringos harán lo que es deber nuestro; vergonzoso, por cierto. ¿Les espera un infierno a los corruptos del gobierno actual y de los que vienen, con ese apéndice de OFAC? Solo el tiempo lo dirá.

Concluyendo. El combate a la corrupción en la región es prioridad del gobierno de Biden y el gobierno hondureño, según Biden, entra dentro de la categoría a combatir. En estas condiciones, ¿considera usted, distinguido lector, que el gobierno está en posición ideal de generar confianza entre la cooperación internacional? El gobierno mismo entiende que no; por eso crea el Consejo Consultivo.

Si este es, según dicen los gringos y las mediciones internacionales, de los gobiernos más corruptos del mundo, y la población está convencida de ello, no logrará cambiar esa percepción, aquí o en el exterior, con ese consejo que, sin importar el prestigio de quienes lo integren, carece de los mecanismos para garantizar la transparencia, puesto que el gobierno retiene las potestades para decidir cómo disponer de la cooperación y su destino. Una trampa más de las que nos tiene acostumbrados el gobierno, por lo que debemos insistir diciendo: ¡BASTA YA!

Y usted, distinguido lector, ¿ya se decidió por el ¡BASTA YA!?

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