Reconstrucción y reformas

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1 de diciembre de 2020
/
12:14 am
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Reconstrucción y reformas

Por: Juan Ramón Martínez

Reconstrucción y reformas. Oportuna la pregunta de Julio Raudales sobre qué reconstruir. Lo que no le dio tiempo y espacio es, para la respuesta. Por lo que esperamos en el futuro, siga por el camino de la reflexión, aportando ideas y provocando reacciones –como la presente– sobre un tema, crucial para todos. Especialmente, donde culturalmente nos mostramos poco dispuestos a pensar y atrevernos a proponer, evitando refugios mágicos para explicar lo ocurrido en la costa norte y en los ejes viales, como cólera de Dios. O como castigo de un Creador, precristiano, que nos envía castigos por los pecados cometidos, contrario a la visión que, enfatiza en su amor eterno, su misericordia infinita, y su comprensión ante nuestras debilidades.

Fuera de estas reflexiones teológicas, para las que no estoy muy capacitado, hay que ir más allá de donde llegó Raudales. Lo de la reparación y la mitigación, están claras. Debemos obedecerle más a la naturaleza; embridar a los ríos Ulúa y Chamelecón, y reformar las visiones constructivas y las prácticas agrícolas. Ahora, el problema es qué reformar. Porque el sistema que nos funcionó bien en lo político y económico en el 2009, ahora en el 2020, ha sido rebasado por los tres fenómenos más duros que hemos sufrido: la pandemia y los dos huracanes. Sin pasar por alto que la debilidad del sector público para responder, corresponde a la debilidad del hondureño, como individuo y como persona, para responder, con la hidalguía ciudadana que, no tiene. De modo que, en primer lugar, hay que reformar al hondureño, transformando el sistema educativo que, en vez de ciudadanos, críticos y participativos, nos da electores inocentes, masas irregulares y poblaciones dóciles, sometidas a los chilillos de los caudillos. La escuela primaria debe cambiarse. Más que conocimientos, debe formar carácter y, alimentar juicios críticos. Y, la educación media, debe tener más visión de mundo e instrumental filosófico, para entenderlo y cambiarlo. Y sobre las universidades –la mayoría “colegios nocturnos”, vendedores de maestrías– hay que redefinir su papel que, ha demostrado que, no ha sido no solo incompetente, sino que poco comprometido con la construcción del país. Y siguen, como antes de Marco A. Soto, preparando empleados públicos, y precarios ejecutivos, de la empresa privada.

Hay que reformar los sistemas de salud, rebasados por la pandemia. Buscando fórmulas en que médicos y funcionarios, no hagan de los enfermos, el campo de sus egoístas batallas gremiales. Y devolverle al municipio, el control de sus destinos, de forma que, en las crisis, como ocurriera con el alcalde de Morolica con el Mitch, sean los líderes protagónicos para dirigir a sus pueblos. Ese centralismo en el que, solo el Presidente de la República es el “espíritu santo” que resuelve todo, debilita a la ciudadanía y favorece comportamientos autoritarios en que, se usa a gente inocente como Villegas, para instrumentalizar los problemas, yendo hacia atrás, en vez de ver con esperanza el futuro, en donde los cambios son oportunidades para responder. Y probar nuevos liderazgos. Hay que devolverle al Congreso sus competencias originales, reduciendo el Ejecutivo a un servidor, no al patrón principal, de la hacienda ganadera en que han convertido a Honduras.

En términos sociales, hay que remover la desigualdad. El sistema educativo –con la excepción de la UNAH, cosa que no la prestigia– no debe diferenciar entre pobres y ricos, dándole a aquellos los huesos mientras la carne rica, les queda a unos pocos. Hay que establecer una nueva conciencia social en que, desde las reformas, crear en la economía, una cara humana, en que la distribución del producto social, tenga sentido igualitario. Luchar contra la pobreza y el retraso de 20 años que dejarán los daños, es un imperativo categórico.

En fin, hace falta crear ciudadanía, para que confiemos la dirección de los asuntos públicos a los mejores. Frente a los problemas, más que caras bonitas y figuras populares del fútbol –probadamente incompetentes– busquemos y votemos, a los que nos hacen propuestas de cómo cambiar al país, mejorar sus instituciones, y elevar la capacidad de respuesta ante otras crisis que, sin duda, se enfrentarán en el futuro. A Shirley Arriaga, me gustaría oírle sus criterios de cómo reformar al país, para volverlo más fuerte y más competente. No solo justificaciones, de doble moral, para defender a sus correligionarios. Lo que, es insustancial.

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