Juntas regionales de reconstrucción

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5 de diciembre de 2020
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12:15 am
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Juntas regionales de reconstrucción

Por: Coronel ® José Antonio Pereira Ortega

No obstante las históricas y dolorosas lecciones generadas por eventos de desastres naturales o antropogénicos, experimentadas algunas en carne propia y a pesar de ser intensas e inolvidables, la nefasta experiencia, no siempre tienen el impacto esperado en los pueblos, tal es el caso de las inundaciones que por años han embestido a las poblaciones y en alrededor de los valles de Sula y El Aguán, a pesar de su recurrente paso, no hay mecanismos de prevención y capacidad de respuesta tanto de las autoridades como de la población, triste y cruel realidad.

Así en este vaivén convertido en un pingüe negocio para los oportunistas, para los políticos desalmados y para algunos empresarios, que han encontrado una mina en los famosos bordos de contención y otras medidas, al igual que las mismas autoridades locales que postergan las prioridades del pueblo, para hacer proyectos para su beneficio y conveniencia populista que no ofrecen la protección debida, evidenciando con ello el poco interés en resolver la problemática real de los pobladores.

El hecho es que tanto los habitantes como las autoridades de toda índole en esos sectores, han tomado como normal los efectos de las mismas, sin reparar que esos fenómenos naturales o fenómenos antrópicos, afectan el normal y cotidiano desempeño y que terminan causando efectos destructivos diversos, unos más severos que otros, derivándose en pérdidas estructurales, económicas y sociales, con inclementes daños a las personas en su integridad física, en sus bienes, sus áreas de trabajo de producción agrícola o ganadera y hasta de agricultura de subsistencia que repercute en su producción alimentaria y otros productos de sustento básico de los pobladores.

Como se puede apreciar, Honduras y los hondureños enfrentan un panorama tétrico y se vuelve aún más sombrío por la presencia de factores multiplicadores del actual problema, que se constituyen en pesadas anclas para los programas de recuperación y reconstrucción, como las específicamente identificadas: la desmedida y descarada corrupción de algunos funcionarios del gobierno, que provocan la repulsa popular y generan desconfianza, desencadenando con su actuar irresponsable la protesta pública, hecho que desmarca la posibilidad de confiar en ellos en cualquier programa que contemple el manejo de fondos públicos propios o de ayudas externas, que tampoco llegan por la misma condición debido a que los actos de corrupción han trascendido al conocimiento de los países amigos cooperantes, contrario a los arribos masivos de aviones con ayuda en las emergencias del Fifí en 1974 y del Mitch en 1998, destaco este último caso porque marcó un hito histórico en la cooperación de México y del Japón, que enviaron tropas y vehículos militares, al grado que en un margen de 72 horas teníamos un convoy del Ejército mexicano operando en nuestro país y el Japón que por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial pudo movilizar tropas fuera de su territorio y fue para mandar un contingente a Honduras.

Ante tal situación, y en el apremio a paliar las condiciones inhumanas de los afectados y restablecer el normal desarrollo de la gobernanza se deben buscar soluciones que puedan acelerar las acciones de habilitación, recuperación y reconstrucción, se deben buscar mecanismos eficientes que sustituyan la pálida actuación gubernamental, que ha descansado en las acciones de los organismos e instituciones que siempre e independientemente de su situación se han empeñado casi de inmediato como ser las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional, los Bomberos, etc. Que junto a pobladores de las áreas afectadas se han lanzado al rescate, rehabilitación y procurar mejorar las condiciones de los afectados por los eventos destructivos y las secuelas de Eta y de Iota.

Sin ir más lejos y por las experiencias vividas he creído necesario elevar una recomendación oportuna que dio resultado en eventos catastróficos pasados, se trata de organizar las juntas regionales de desarrollo, con personas líderes reales de sus comunidades sin importar su filiación política, basta que tengan capacidad de liderar y organizar el uso adecuado de los recursos y así evitar el despilfarro en gastos y viáticos de los burócratas o tecnócratas de siempre, un vicio antiguo porque nombran un “coordinador en Tegucigalpa”, y este nombra un residente para el proyecto en el mismo Tegucigalpa y a su vez un residente en la zona norte, etc., allí se va el presupuesto de la reconstrucción.

Para evitar ese despilfarro basta con empoderar a los gobernadores o a los alcaldes, que se supone tienen liderazgo probado, y restablecer la confianza en la ciudadanía y que sean ellos los que administren y lideren el proceso, en los eventos pasados funcionó muy bien con los Comités de Emergencia Regional (Coder) dirigidos por el comandante militar de la región, acompañado de las autoridades locales, la empresa privada y las fuerzas vivas de las comunidades. Hay que organizar e impulsar a los pobladores a trabajar por sus pueblos, hay que cortar el paternalismo estatal como medida populista electorera.

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