PLANES, PATARATA Y MIGRACIONES

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14 de diciembre de 2020
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12:15 am
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PLANES, PATARATA Y MIGRACIONES

LO que temíamos y anticipamos. El aparato productivo lesionado –por los golpes de la peste sanitaria y las dos tormentas tropicales– las industrias y las empresas batallando por sobrevivir, la creciente ola de desocupados, tiene a muchos al borde de la desesperación. Pero además, como desgracia que se suma a la calamidad, la poca creatividad de las instituciones financieras internacionales que no han canalizado recursos de rescate y reactivación al sector privado –que es la fuente de empleo para cientos de miles de trabajadores que han quedado en el aire– desemboca en lo inevitable. Las migraciones de gente desesperada procurando su subsistencia. Pero esos convenios de “cooperación de asilo” entre los países del Triángulo Norte y la administración republicana, no disimulan. Paran en seco a los peregrinos.

En Guatemala los detienen y en bulto los expulsan. Y si consiguieran escapar la férrea cortina de contención, peor les va si llegan a territorio mexicano. Allá topan con una muralla virtual. No hay trato solidario de buenos amigos. Cuando la amenaza de castigos arancelarios de Washington si no paraba las caravanas, AMLO corrió a suscribir un programa “Esperar en México” –alias tercer país seguro– que obliga a los que cruzan la frontera norte a regresar y esperar en México –en refugios deplorables– el fallo de los jueces norteamericanos a su solicitud de asilo. No hay condescendencia ni por la pandemia. Van deportados 35,948 hondureños. Desde los Estados Unidos 13,486, de ellos 1,524 niños y adolescentes, algunos no acompañados. Desde México fueron retornados al país por la vía aérea 13,757 migrantes incluyendo 1,594 menores. También 8,072 hondureños fueron retornados por las autoridades mexicanas vía terrestre, mientras que a 633 nacionales los repatriaron desde países centroamericanos. Sin embargo, pese a las casi nulas posibilidades de llegar, siguen probando. Una caravana que partió en días recientes fue detenida en Guatemala. Expulsaron 67 hondureños aplicando los protocolos. (Ese término “protocolo” ahora es maldición para tantos que buscan salir de sus apuros). (Estos son los problemas que importan. Los que se refieren a las angustias del pobre pueblo pobre. Que debiesen ser tema de atención permanente de los políticos. No solo usarlos, para hacer puntos sectarios, cuando coyunturalmente se hacen escándalos).

Insistimos en la necesidad nacional de atender la iniciativa privada para que las empresas, las industrias, los negocios, los comercios que boquean por los golpes, puedan recuperarse. El sistema financiero nacional –fundamentalmente los bancos de sello hondureño, ya que varios de los multinacionales solo vienen a montar sucursales para la explotación del mercado en tiempo de las vacas gordas– ha respondido hasta donde ajusta la cobija. Lo mismo es cierto del BCIE. Sin embargo, lo hacen con poco respaldo de las tías zanatas y de las aves agoreras. Estos prestamistas multilaterales no han pasado de ser anuncios ilusorios de moratorias bilaterales. Saludando con el pisto ajeno de los países ricos. Pero eso no representa ni un ínfimo porcentaje del total que paga Honduras como servicio de su deuda externa. Y vuelven las promesas. Ahora para reparar la infraestructura dañada por las dos tormentas. Con tal que no salgan con poses parecidas a las que salieron con los recursos de alivio a la pandemia. Como el plan AMLO de desarrollo integral de sus vecinos del sur –dizque para enfrentar las causas de la migración en los países de origen– fue pura patarata, apenas una limosna para un proyecto de sembrar palos, no queda más esperanza que el otro plan. Ese es el norteamericano ofrecido por el Ejecutivo en la última administración demócrata. Los recursos, enmarañados en los intríngulis de la campaña política –entre el Salón Oval y el Congreso– se siguen esperando ya que nunca salieron. El plan que fue enterrado en la presente administración, tal vez lo rehabilita la que viene.

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