Educar contra la corrupción

MA
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16 de diciembre de 2020
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01:28 am
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Educar contra la corrupción

Noé Pineda Portillo
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Educar contra la corrupción. Parece interesante y también importante, los resultados habidos en una reunión de obispos católicos en Nicaragua, hace algunos años, a comienzos de este siglo, donde daban a conocer en su mensaje final, que en la lucha contra la corrupción, “el camino a seguir para lograr erradicarla en lo posible debe ser ante todo la educación hogareña, la seriedad de la educación escolar y universitaria”.

Y efectivamente, tienen toda la razón los señores obispos. Aunque, claro está, hay que recalcar que el mayor efecto educativo se logra con el ejemplo de los mayores, y por tanto, la lucha contra la corrupción y los corruptos, lucha que se libra y se supone, sigue frontal tanto con personas e instituciones en muchos países de nuestra América, y que con el respaldo de los pueblos, debe tener un impacto psicosociológico importante.
Con una educación teórico-práctica, la prédica de principios morales y la fuerza del ejemplo, se considera clave en la lucha contra la corrupción. A ese respecto, podemos asegurar que si la corrupción ha inundado y degradado a nuestras sociedades, en gran medida es por falta de educación, especialmente cuando al niño y al adolescente no se les hace conciencia de las buenas y justas acciones de los humanos.

La verdad es que el déficit de educación es una de las causas fundamentales de los ingentes e históricos problemas que sufre la sociedad hondureña y latinoamericana. Por tanto, el mejoramiento de la educación debe ser tema prioritario en las agendas de los medios de comunicación, en escuelas, colegios y universidades, en las actividades de las organizaciones cívicas, en las relaciones familiares y sobre todo en las políticas del Estado a través de sus diferentes instituciones.

“Tan solo por la educación -decía el maestro Kant- uno de cuyos oficios fue el de ser maestro, puede el hombre llegar a ser hombre”. Por eso es que es obligación constante, motivar a los gobiernos para atender más y mejor la educación y no dedicarse a confrontaciones inútiles con los mismos maestros, porque eso resulta estéril, pues en vez de construir, destruye, mientras tanto, se descuida la educación nacional.

Un gobierno que se interesa por la educación, es un gobierno que tiene miras sociales de alto valor patriótico y de alto valor cultural, porque debe entenderse que en la educación está cifrada la fortaleza cívica de una nación.
Se dice que la verdadera riqueza de una nación depende de la educación de los ciudadanos y del respeto de la sociedad a sus instituciones. Pero tal objetivo se consigue, cuando se hace de la educación una estrategia prioritaria de Estado, con la convicción de que esta es la clave para aumentar la calidad productiva y ética de capital humano.

La educación integral (en el hogar, la escuela, medios de comunicación, la comunidad, las organizaciones gremiales y cívicas), no es indispensable solo para erradicar la corrupción, o al menos para reducirla a su mínima expresión, sino que en términos generales es necesaria para construir la nación y dinamizar la democracia como sistema de gobierno que busca la participación igualitaria y que los beneficios de la justicia sean también iguales para todos. Por eso se dice que la educación, incluyendo todos los niveles, no es un simple gasto sino una inversión a largo plazo que beneficia a toda sociedad con tales productos.

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