Una Navidad atípica

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20 de diciembre de 2020
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12:02 am
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Una Navidad atípica

Por: Mario E. Fumero

Nunca en los últimos doscientos años se había experimentado una celebración navideña tan atípica como la que vamos a celebrar este año. ¿Y por qué digo que es atípica? Porque en esta Navidad hemos perdido la esencia de la misma, la cual se fundamenta en la reunión familiar para evocar un hecho histórico, en donde hay comida típica y regalos, algo que, como consecuencia de la pandemia, y por mantener la distancia, no se podrá efectuar en muchos países cristianos.

Durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, las Navidades estuvieron vestidas de tragedia y dolor, sin embargo, esto no impidió que la familia se juntara y compartiera la celebración de este evento, que, aunque tiene un origen pagano, se ha convertido en una tradición vivencial que proclama el amor y la unidad de la familia en torno al nacimiento de Jesucristo.

Hoy tenemos una Navidad fuera de lo común, sin poder juntarnos en familia, sin abrazos y besos, sin podernos congregar como iglesia para evocar el hecho del nacimiento de Jesús en el pesebre de Belén. El coronavirus nos ha confinado, tapado la boca y sumido en el aislamiento. Por otro lado, los huracanes nos han arruinado, empobrecido y llevado a una crisis económica terrible, complicada además por el divisionismo político y la corrupción histórica que desde décadas nos ha minado muchos recursos, conduciéndonos a una extrema pobreza. Tristemente el nivel de pobreza se ha disparado alarmantemente, afectando a más del 60% de la población.

En estas fiestas navideñas nos enfrentamos a la realidad de que más de dos millones de personas sufrirán la tristeza y el dolor de vivir una triste Navidad, con la mesa vacía, y muchos, sin tener un hogar, pues lo han perdido todo. Otros sufrirán el dolor de haber perdido un ser querido, víctima de la covid-19. En estas Navidades muchos, olvidando las medidas de bioseguridad, violarán todas las normas establecidas y contagiarán a cientos de personas, en su desesperación de tratar de celebrar unas Navidades atípicas como si fueran normales. Tristemente, al celebrar las fiestas navideñas rompiendo las reglas del juego, ocasionaremos un aumento de los contagios, y, por ende, de muertos, y en el deseo de celebrar las fiestas como normales producirán tragedia.

¿Cómo debemos enfrentar esta Navidad atípica? Haciendo realidad el mensaje de Belén, que se llama “amor”. El amor debe manifestarse en solidaridad. Si es cierto que aproximadamente dos o tres millones de personas tendrán una triste Navidad, hay entre nosotros tres a cinco millones de personas que la podrán disfrutar, al menos, manteniendo la distancia y en grupos pequeños, pero, contarán con los recursos para sus tamalitos y torrejas, además de su estreno de ropa? Pero también hay otros que no tendrán nada, por lo cual hay algo que podemos hacer. Si cada familia solvente, de la clase media y alta, pensara que hay una familia necesitada, y compartiera su mesa con ellos, o aliviaríamos el dolor humano compartiendo algo de lo que se tiene, llevaríamos alegría a miles de hondureños en su desgracia. Esto nos permitiría que esos dos millones de damnificados, pese a su tragedia, pudieran celebrar una Navidad no tan atípica ni triste.

Es cierto que yo no puedo resolver la necesidad de todo el mundo, pero puedo hacer mío el adagio del Talmud, el cual dice: “que quien salva una vida, saltó al mundo”. No podré saciar el hambre de todos los que sufren, ni tampoco suplir la necesidad de todos los necesitados, pero sí puedo ayudar a uno, y si cada uno comparte con otro, pudiéramos transformar la Navidad atípica, en una Navidad solidaria.

Si conoces a alguien que ha perdido la familia, un familiar y está triste, o perdió su casa y le conoces, comparte un poco de lo que tienes, y permite que el espíritu de la Navidad, que es amor, prevalezca en medio de la crisis, y se cumplirá la palabra cuando San Pablo dijo: “que la abundancia de uno supla la escasez de otro para que en este tiempo haya igualdad”. (2 Corintios 8:14).

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