“CENTROAMÉRICA 2020”

ZV
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27 de diciembre de 2020
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12:49 am
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“CENTROAMÉRICA 2020”

HACE dieciocho años un grupo interdisciplinario de investigadores económicos, políticos, históricos y sociales, realizó proyecciones para toda el área centroamericana, con los ojos puestos en el año 2020. Partieron de diagnósticos practicados durante la última década del siglo pasado, incluyendo el tema del huracán “Mitch”, con el optimismo que las democracias locales, incluyendo sus economías, mejorarían notablemente.

Algunos de aquellos investigadores eran europeos; y otros todavía son profesores de algunas universidades del viejo mundo. Se nota que realizaron sus diagnósticos y elaboraron sus ensayos prospectivos, con bastante simpatía hacia la región ístmica del continente americano, con la esperanza que se recompusiera el tejido social; se superara la pobreza extrema; se neutralizara el narcotráfico subcontinental; y además se arreglaran otros entuertos en el camino.

Parece que los autores hicieron pronósticos más o menos alentadores, partiendo de la experiencia de la Unión Europea. Inclusive uno de ellos sugirió la idea de una “moneda única” para toda el área. Tal vez perdieron de vista –a pesar de que el equipo estaba integrado por un formidable historiador británico–, que nosotros, como región, ya habíamos experimentado con aquello del “Mercado Común Centroamericano”, desembocando en una guerra fratricida entre dos países vecinos, por causa de las discordancias y diferencias entre unas sociedades y otras. Diferencias ideológicas, geográficas y “etnosincrásicas”, que resultan muy difíciles de detectar por los extranjeros en una primera mirada. Esas diferencias sólo pueden ser conocidas por aquellos que han vivido durante varios decenios en estos países. O que se han quitado los anteojos oscuros de algunas ideologías demasiado utópicas.

Se suponía que para el año específico del “2020”, estos países darían un giro positivo con miras a superar sus verdaderas fallas estructurales, y a colocarse en los tinglados de cierto tipo de modernidad. Sin embargo, con la pandemia y los dos huracanes que devastaron varias subregiones de Nicaragua, Honduras, Guatemala y en parte de El Salvador, los vaticinios más o menos optimistas se vinieron a pique. Por eso hay que tener cuidado con los futurólogos que hacen proyecciones “matemáticas” (léase dogmáticas) sin tomar en cuenta para nada las sorpresas de la naturaleza y el incógnito factor humano. No se puede ni se debe profetizar con dogmatismo ni tampoco con superficialidades esnobistas, el futuro de ningún país. Mucho menos el devenir del mundo entero.

Lo más lejos a que se puede llegar es a elaborar aproximaciones humildes sobre las cosas que podrían ocurrir en tal o cual país. En este caso se trataría de una actitud científica para entes pensantes cautelosos, moderados y prometedores. Ahora mismo, que hemos experimentado todas las tragedias habidas y por haber en el curso del año “2020”, provoca cierta tristeza leer o releer las páginas prospectivas de aquellos autores bienintencionados que al final de la jornada se equivocaron grandemente. No en sus radiografías de la realidad del siglo pasado, sino en sus vaticinios de mediano plazo.

Frente a la cruda realidad actual tenemos que retomar algunas tareas pendientes que habíamos dejado abandonadas en el camino, como el tema del “reordenamiento territorial” y la búsqueda de nuevos nichos económicos para los productos agrícolas que se producen en la mayor parte de países de América Central. El tema educativo y cultural también debe ser reabordado, y consensuado, con nuevas y mejores visiones, de cara al pasado, al presente y al futuro de nuestras sociedades ístmicas. El problema de las deficiencias sanitarias debe corregirse, sobre la marcha, en función de los intereses de los contribuyentes en general, y del pueblo pobre en particular. No se debe seguir jugando con la salud y con la educación de las mayorías. De lo contrario corremos el riesgo de activar una bomba de tiempo, un tanto extraña a la relojería centroamericana.

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