Musical entusiasmo por un libro

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3 de enero de 2021
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12:01 am
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Musical entusiasmo por un libro

Por: Segisfredo Infante

En las honras fúnebres de Roberto Castillo, en la Iglesia Catedral de Tegucigalpa, se mencionaron varios textos “inéditos” del autor fallecido. Aquellas declaraciones me sorprendieron un poco. En un primer momento porque el único libro que le conocíamos al profesor de ética y estética, era “Filosofía y Pensamiento Hondureño”, publicado por nosotros, en la vieja Editorial Universitaria de la UNAH, durante el año 1992. De hecho, yo elaboré el dictamen, y años más tarde le publiqué una segunda edición del libro citado. Aunque nunca fuimos amigos, cada vez que nos encontrábamos, conversábamos sobre algún tema, especialmente sobre la “Escuela de Frankfurt”, que parecía apasionarle.

Aquel libro del profesor Castillo Iraheta, era una recopilación de ensayos ya dados a conocer por el autor en más de algún suplemento cultural. Al elaborar el dictamen pensé, previamente, en dos cosas primordiales: La primerísima fue que en Honduras los libros de filosofía de autores hondureños brillaban por su ausencia. La segunda, igualmente importante, es que la filosofía, desde una óptica utilitarista, había decaído desde los tiempos del positivismo decimonónico. Al grado que algunos de los mismos filósofos se dedicaban a desdeñar esta disciplina universal, en dirección a fortalecer el practicismo industrial. En otros casos los ataques provenían de un grupito de teóricos que se encaminaban a levantar una nueva ideología “exitosa” que proponía acciones inmediatas para “transformar el mundo”. En verdad que el pensamiento de varios filósofos y teólogos de la antigüedad, había contribuido a la transformación o al salvamento del mundo, según fueran las circunstancias de cada región.

Con la emergencia de los totalitarismos (sobre todo del nazi-fascismo) la gran Filosofía estuvo a punto de desaparecer. De hecho algunos libros fueron destruidos públicamente, como una forma sui generis de intentar repetir las quemas de libros escenificadas en algunos momentos de la antigüedad clásica y de la edad media, especialmente cuando los “bárbaros” incursionaron por casi toda Europa quemando libros y destruyendo monumentos históricos por doquier. Pero incluso en los instantes de esplendor contemporáneo algunos ignaros se han atrevido a proponer que la Filosofía debiera ser arrinconada en el archivo de lo inútil.

Al momento de redactar el dictamen de publicación del libro de Roberto Castillo, en marzo de 1992, había terminado de leer, o releer, “Horror Metaphysicus” de Leszek Kolakowski, un filósofo e historiador polaco que había roto con el marxismo y con todos los totalitarismos. Veamos lo que dice Kolakowski en una de sus páginas: “Desde hace aproximadamente cien años, gran parte de la filosofía académica se dedica a explicar que la filosofía es imposible o inútil, o bien ambas cosas. La filosofía prueba así que puede sobrevivir a su propia muerte felizmente y sin peligro manteniéndose ocupada en demostrar que, en realidad, ha muerto”.

Los renglones anteriores de Kolakowski me mantenían muy preocupado, en tanto que me quedaba claro que los peores ataques contra la gran Filosofía provenían de algunos de los mismos filósofos, respecto de los cuales sospechaba, en el fondo de mi corazón, que carecían de verdadera vocación filosófica. Entre ellos José Gaos, un gran traductor español, y un gran animador profesoral de la filosofía hispanoamericana, quien a su vez había creado, de manera paradójica, un escepticismo extremoso en torno de la historia de las categorías filosóficas, anticipándose al “deconstruccionismo”.

Por supuesto que también los científicos de tendencia positivista y neopositivista más o menos empírica, han intentado destruir la gran Filosofía. Uno de ellos fue el famoso físico teórico británico Stephen Hawking, cuando declaró en el primer párrafo de uno de sus libros más importantes que “la filosofía ha muerto”. Lo curioso es que Hawking termina incorporando, en ese mismo libro, tal vez inconscientemente, algunos ingredientes de metafísica pura, sin conocer el lenguaje ni tampoco las categorías filosóficas. En cierto modo era una forma de repetir la frase “Dios ha muerto”, que se autoadjudicó Friedrich Nietzsche, en tanto que tal frase es originariamente de Guillermo Hegel, para referirse a una época laica. No para atacar la idea o noción de Dios.

Sea como haya sido, la verdad es que al leer los ensayos de Roberto Castillo, escribí que me resultaba “imposible disimular una nota de musical entusiasmo”, al proponer la publicación del libro “Filosofía y Pensamiento Hondureño”. Nunca el estimado Roberto agradeció mi esfuerzo por poner en circulación su único libro que versa sobre varios filósofos con algunas reflexiones de orden nacional, en búsqueda de un “pensamiento propio”. Tampoco me interesó que me lo agradeciera, pues al fin y al cabo se trataba de hacer mi trabajo, con la diferencia que para aquel texto había colocado mi empeño personal, más allá de las jornadas laborales. En todo caso mi deseo es que su libro sea leído o releído.

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