¡Abrazos del Año Nuevo en la frontera que nunca duerme!

ZV
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4 de enero de 2021
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05:30 am
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¡Abrazos del Año Nuevo en la frontera que nunca duerme!

EL AMATILLO, Goascorán, Valle. A las 12:00 en punto de la noche del 31 de diciembre, los hondureños y salvadoreños de este punto fronterizo se fundieron en un fuerte abrazo de Año Nuevo a mitad del puente. Fue un momento inédito y lleno de cariño a prueba de guerra, guerrilla, diferendos limítrofes y las imposiciones de bioseguridad, ahora, del COVID-19.

Esta frontera concentra migraciones masivas y la memoria y la historia de conflictos, pero nunca ha sido un punto de fractura entre ambos pueblos. Por aquí pasaron los aviones y las tropas invasoras de la guerra de 1969. Fue refugio natural de la guerrilla salvadoreña de la década de los 70 y 80 y una buena parte de la franja estuvo en disputa en La Haya. En este fin de año, ha estado sometida a un cierre total, exceptuando el transporte de carga, como sucede lo mismo que en todas las fronteras del mundo para evitar la expansión del coronavirus.

A mitad del puente, los hondureños y salvadoreños despidieron el Año Viejo.

“TODO HA CAMBIADO”

Es jueves, a pocas horas del fin del 2020. Las calles de este caluroso pueblo deberían tener el acostumbrado ajetreo de todo paso fronterizo, pero la pandemia tiene moribundo el comercio informal y el tránsito de personas es escaso.

El jefe de Migración de turno, Denis Ferrufino, asegura que los ingresos y salidas bajaron el 90 por ciento. Esta es la frontera más transitada del país con más de 3,000 personas a diario, pero esta vez un par de familias hace cola para cruzar al lado salvadoreño. Con todo, es una frontera que nunca duerme, el paso de mercancías y la familiaridad de la gente de ambos lados la mantienen despierta. Ferrufino explica que las condiciones de la pandemia han cambiado mucho el contexto cotidiano de la frontera. El Salvador exige pruebas COVID-19 PCR y Honduras una rápida. El horario para la gente es de 6:00 de la mañana a 6:00 de la tarde y 24/7 para el transporte de carga. La delegación, albergada un inmueble que data desde 1947, mantiene información sobre las medidas de bioseguridad, como el uso de la mascarilla y gel. A Ferrufino y sus cinco compañeros de turno se les hacen interminables las 12:00 de la noche.

Ambiente de efervescencia comercial en El Amatillo, el 31 de diciembre de 2020.

Afuera del inmueble, Francisco Aguilar, uno de los cambistas se pasea con un fajo de billetes. El bulto de dólares y lempiras que carga se parece al famoso “paquetazo”, el antiguo truco con el que los timadores engañaban a los incautos de la Calle Peatonal de Tegucigalpa, pero los billetes de Aguilar son reales. El dólar se ha depreciado frente al lempira en estos meses de la pandemia, dice, bajando de 24.90 en febrero a 24.10. Francisco vende desde los años 90, cuando la moneda oficial de El Salvador era el colón y que dio paso al dólar, comenzando el milenio. Son pocos los vendedores y compradores del billete verde.

A unos cuantos metros, casi en la cabecera del puente internacional que une ambas aduanas sobre el río Goascorán, Jorge Vijil, le exhibe unos “blue jeans” a dos muchachos con pinta de “reguetoneros”. Lleva 22 años vendiendo aquí, pero este año, asegura, fue fatal. El cierre por la pandemia, casi lo lleva a la quiebra. “Todo ha cambiado, hemos sobrevivido de milagro, esperamos que las cosas cambien el otro año”, comenta. En otras “champitas” improvisadas, la gente compra luces y petardos navideños para despedir el Año Viejo. Hay un ligero movimiento de autobuses, mototaxis, motocicletas y transeúntes citadinos.

Las oficinas de Migración y Aduana están abiertas las 24 horas para el transporte de carga y hasta las 6:00 de la tarde para personas.

A MITAD DEL PUENTE

Seguidamente, se halla la posta policial. El agente de turno, Dani Ordóñez, se encarga de levantar y bajar la tranca a quienes entran y salen. Un par de agentes de migración lo acompaña para revisar la documentación.

En tiempos normales, esta tranca siempre está levantada, pues el paso cotidiano es libre. No todo es mercancía y no todo es legal, pero es complicado controlarlo. Los salvadoreños y hondureños de ambos lados están emparentados que pasan cruzando el puente de día y de noche. Los agentes se han familiarizado con esta mecánica que hasta conocen quién es quién de ambos lados. Como son pueblos tranquilos, casi nunca pasa nada que altere el orden. “De vez en cuando hay incidentes de bebidas alcohólicas, pero nada grave”, dice Ordóñez, quien lleva más de dos años asignado en El Amatillo.

Por ahora, este tránsito familiar ha desaparecido por la pandemia y los hondureños y salvadoreños se han acostumbrado a intercambiar mercancías, regalos, y saludos a mitad del puente. Justo aquí, hay una cuerda y conos anaranjados hasta donde la gente llega para hacer el intercambio. Cruzar la cuerda implicaría presentar una prueba COVID-19.

El agente Dani Ordóñez en el puesto de control de El Amatillo.

EXPECTACIÓN

A pocas horas de la última campanada del 2020, el momento era expectante para las familias de ambos lados. Es una situación inédita. Caminarán 50 metros aproximadamente de cada extremo para abrazarse en los conos y la cuerda. Otras familias prefieren cruzar tempranamente el río a pie por la parte seca, como lo han hecho desde siempre, para reunirse en familia. Desde el puente, construido en 1943, se puede ver a la gente con bolsas en la cabeza cruzando la fresca corriente del Goascorán a la rodilla. No hay problema en esto, pues todo mundo sabe que son familias y vecinos, a quienes no los ha separado los conflictos del pasado. La enfermedad de la COVID-19 tampoco. (Eris Gallegos)

Jorge Vijil, es uno de los comerciantes afectados por el cierre de la frontera.
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