Por: Ivonne Tábora
Lic. en Periodismo, Relacionista Pública
Quién no recuerda cuando de niño le leyeron una fábula en la escuela, en la casa, el pueblo u otro sitio, y es que son tan famosas y peculiares estas narraciones que quedaron grabadas en las memorias de la mayoría.
La fábula es un género narrativo, generalmente en prosa o verso, familia del cuento, nace de la peripecia de la vida y fue un texto preferente de lectura en la escuela primaria, en el cual los personajes suelen ser animales u objetos inanimados que presentan características humanas.
Pero muchos críticos han considerado que las fábulas no son solo para niños, sino más bien deben ser utilizadas para la educación de los jóvenes y adultos, ya que desde su lejano origen está vinculada a la enseñanza y ha sido clasificada en el género didáctico.
Pero entró en decadencia a mitad del siglo pasado, sin embargo estas historias breves, seguidas de una moraleja, no deberían de pasar de moda ni ser sustituidas por diferentes instrumentos tecnológicos, ya que el mensaje es necesario e indispensable en estos tiempos.
Las fábulas fueron creadas en el oriente y se esparcieron alrededor del mundo, sin embargo suele decirse que su origen fue en Grecia, pues fue allí donde agarraron forma y característica como de lo que hoy conocemos.
Esopo o Aesopus fue considerado el padre de todos los fabulistas, se dice que fue un hombre jorobado, tartamudo y de extrema fealdad, hoy es recordado por ser el gran divulgador de las fábulas, precursor de un género que luego tendría grandes exponentes como Jean de la Fontaine, en Francia en el siglo XVII, y Félix María Samaniego e Iriarte, en España en el siglo XVIII.
Una de las más famosas y emblemáticas fábulas de Esopo, es la de “La cigarra y la hormiga”, que cuenta que en un verano caluroso, una cigarra descansaba bajo la sombra de un árbol, se la pasaba el día cantando y bailando, mientras su vecina la hormiga iba y venía cargada de comida.
La cigarra le pregunta a la hormiga: ¿porque no vienes a descansar?, y ella le responde que si descansa, quién dará de comer a sus crías en invierno y que ella debería de hacer lo mismo, ponerse a recoger provisiones.
Pero la cigarra continuó su vida de ociosa, entonces llegó el invierno y no encontró alimento, titiritando fue a la casa de la hormiga a pedirle comida, pero la hormiga contestó que apenas tenía provisión para su familia.
La pobre cigarra siguió su camino pero aprendiendo la lección. La moraleja fue: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, enseñando así que con esfuerzo se obtiene la recompensa, pero con vagancia y pereza, no se logra nada.
Entre las fábulas de Esopo están El águila y la zorra, El pastor mentiroso, La gallina de los huevos de oro, El ratón y la rana, Las ranas y su rey, etc.
Los cuentos y fábulas ayudan a entender las cosas de la vida, pero con una reflexión que nos permite avanzar en nuestro crecimiento personal, con sus moralejas enseñan los valores morales que se han perdido en las sociedades o que han sido desbancados por la deshonestidad, vicios, materialismo, corrupción, entre otros.
Actualmente existen ya este tipo de fábulas para jóvenes y adultos mayores, se utilizan como herramientas educativas, bajo dilemas morales que son instrumentos excelentes para formar un criterio ético en los alumnos, además de ayudar a tomar conciencia en la jerarquía de valores.
Fomentar una educación con valores, prevendría muchos problemas a futuro, ayudaría a tener mejores ciudadanos, mejores seres humanos, además de inculcar el hábito de la lectura.
A través de una fábula se educa, se aprende y se enseña, se inculcan valores, se fomenta la reflexión, no hay una edad específica para leerlas, ya que son para niños y adultos, y “adquirir el hábito de la lectura es construirse un refugio contra casi todas las miserias de la vida”, así lo dijo William Somerset Maugham, un narrador y dramaturgo inglés, especialista del cuento corto.
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