Ejemplar vida de un hondureño ilustre

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10 de enero de 2021
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12:03 am
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Ejemplar vida de un hondureño ilustre

Algo más sobre la numismática

Por: Mario Hernán Ramírez
Presidente vitalicio “Consejo Hondureño de la Cultura Juan Ramón Molina”.

Con más de sesenta años en su vida profesional, de los cuales veinticinco consagró a la docencia superior universitaria, el ingeniero Mario Alfredo Vallejo Mejía nos sorprende con un importante y valioso aporte a la ingeniería moderna en sus ramas civil y sanitaria, ya que posee máster en ambas ramas de su profesión.

Esta obra, primera en su género, es un manual o guía para maestros y alumnos envueltos en esta carrera, el mejor aporte que a inicios del 2021 se entrega a la ciencia de tan importante actividad en el desarrollo de la humanidad.

La obra en referencia lleva el impresionante título de “Ingeniería Sanitaria; conceptos teóricos y prácticos de mecánica de fluidos aplicados a la enseñanza y aprendizaje de sistemas de agua potable y alcantarillado sanitario”, cuya edición primigenia fue alcanzada por la prestigiada corporación mundial Amazon, para después el benemérito Colegio de Ingenieros de Honduras hiciera lo propio en una entrega limitada, ya que este libro tiene un valor inconmensurable no solo por su contenido sino por el esfuerzo que este gran hondureño ha realizado para que los arquitectos e ingenieros, no solo de Honduras sino del mundo entero puedan encontrar en el mismo algunos secretos e ideas geniales que el autor ha logrado plasmar por virtud de una inteligencia excepcional de que es dueño, pues el ingeniero Vallejo Mejía es considerado por sus colegas y amigos que lo conocen como un hombre con un coeficiente intelectual fuera de serie.

Sin embargo, lo más impresionante, a nuestro juicio es la manera en que el propio autor se describe a sí mismo, ofreciéndonos con su microbiografía una auténtica demostración de lo que el hombre es capaz de realizar cuando concibe metas y objetivos idóneos que impactan en el resto de sus congéneres.

Leamos a continuación cómo se retrata este hondureño ilustre, símbolo del talento catracho.

“Nací en Comayagüela en las cercanías del parque La Libertad, donde me escapé del kínder porque solo me ponían a dar saltitos, desde entonces supe que no era para los deportes.

Estudié primaria y secundaria en el Instituto Central de Varones, tuve un profesor al que le llamábamos anteojitos, cada vez que él consideraba que cometíamos alguna falta, nos ponía a hacer culucas, agarrándonos del pelo. La disciplina en el Instituto Vicente Cáceres era tal, que don Vicente manejaba un chilillo en la dirección, donde nos castigó alguna vez a chilillazos, cuando la educación fue enteramente escolástica y no necesariamente la mejor, como entiendo ahora.

Luego, decidí estudiar comercio en el Instituto San Francisco, a la par de mi guitarra, anduve junto a otros dos Marios dando serenatas y conciertos, de ahí su nombre “Trío los Marios.” Éramos los Tres Ases de la capital, tuve en esas cuitas, la suerte de tocar por casualidad con el también trío mexicano Los Panchos de fama mundial, porque llegaron a la misma taberna que visitamos y con ellos bien dispuestos dimos un concierto a seis guitarras, fue una noche de película, inolvidable.

Camino a la escuela por la Calle Real de Comayagüela me decía a mí mismo “aquí voy a estudiar algún día”-era la facultad de ingeniería-. Tanta fue mi voluntad de hacerlo, que algunas veces pagué mis estudios vendiendo algunas pintas de sangre, ya que mi padre falleció cuando apenas tenía catorce años, y por dejar que un “amigo” se encargara de sus asuntos despojó a mi madre de su pensión y propiedades, hoy en día me pregunto ¿será por eso que ahora soy tan delgado?, en mí se aplica, no solo la frase: Con el sudor de tu frente, sino también -La letra con sangre entra-.

Eso sucedió el ocho de junio de 1961, así que ya era guitarrista e ingeniero, el sueño de las muchachas de la época.

Un año después me casé con mi inteligente y guapa prometida, Esmeralda Baca, fue la década de los hijos, los viajes a Brasil y Colombia, mudanzas de Tegucigalpa-San Pedro Sula; San Pedro Sula-Tegucigalpa; Tegucigalpa-La Ceiba y de vuelta otra vez a la capital, por motivos de trabajo, así que a mis hijos e hija les tocó, al primero nacer en San Pedro Sula, graduado y especializado en ingeniería en París, Francia, donde ejerce, pero ahora le va muy bien con su arte de músico consagrado y caricaturista profesional, padre de dos, ese era el trepa cocos; luego Luis el muchacho guapo e irresistible, matemático y padre de cinco, Rainel el más serio, pintor, y Diana la niña terremoto, hoy en día una escritora trotamundos casada con un -órale México- vaya familia.

También, realicé estudios en el Centro Interamericano de Vivienda y Saneamiento (AIDIS), empecé a trabajar en la Standard Fruit Company de La Ceiba, moviéndome entre ciudades, luego me regresé a Tegucigalpa a laborar en el Instituto de la Vivienda (INVA), donde me otorgaron una beca para estudiar en la Universidad de Sao Paulo, Brasil, especializándome en Ingeniería Sanitaria, al graduarme, empezó mi vida de docente aquí en el país.

Continué estudios en Estados Unidos, Colombia y Venezuela, ahondando en ingeniería sanitaria y rural. Desde entonces el trabajo siempre fue constante en el SANAA, luego en la empresa constructora CINSA, donde un tiempo fui accionista, a la par de ser catedrático en la UNAH, Universidad Católica y José Cecilio del Valle, donde me granjeé muchas experiencias, conocimientos, amistades y pupilos. Con algunos de ellos llegamos a trabajar en proyectos comunes, pues me volví un consultor independiente.

A razón de la experiencia como profesional y docente, ya conocedor de las características de distintos terrenos y afluentes de agua en Honduras, las falencias por geografía que no siempre se adaptan a nuestra realidad única que exponen los libros de texto extranjeros, y animado primero por mi hija que es escritora y sus tres hermanos, decidí organizar notas, estudiar mis archivos, ordenar los retos que encontré en el terreno y plantear la ruta de evolución del libro. Fueron años de trabajo, entre más conciso y comprensible para los educandos, mejor, reto complicado pero muy grato.

Además de la satisfacción de embarcarme en esta inusual experiencia de escribir un libro, valoro todas esas memorias para los profesionales de mi área, visualizo poder agenciarme una renta noble, lejos del proselitismo político y entuertos sin sentido que salpican la vida en Honduras, quiero aportar la experiencia de mi carrera que honre de algún modo a nuestra ilustre patria”.

Finaliza así esta impresionante historia relatada sin tapujos.

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