¿Y el 2021 qué?

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11 de enero de 2021
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12:02 am
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¿Y el 2021 qué?

Por: Fernando Berríos
Periodista

Los seres humanos somos dados a ver lo malo, pero poco reparamos en lo bueno. Eso no está bien. Hay que mantener el equilibrio para evitar una vida llena de frustraciones y pesimismo.

¿Fue un año malo el 2020? Claro que sí, ni dudarlo. Fue de los peores. Fue catastrófico. Pero mucho ojo, también fue bueno, de los mejores en muchos aspectos, fue de bendición.

Si usted está hoy con vida, con salud, con su familia, doble esas rodillas y con reverencia dele gracias a Dios porque ha sido fiel y bueno con usted.

Si usted tiene un trabajo, si usted tiene ahorros, si a usted no le ha faltado comida en la mesa, si sus seres queridos no están en una sala hospitalaria, en una sala UCI o en un cementerio, el 2020 ha sido un año bueno.

Hay mucho por lo cual agradecer y hay muchas cosas de las cuales podemos obtener una lección, un aprendizaje o simplemente, una oportunidad valiosa para ser mejor.

Reconozco que es muy fácil escribirlo y decirlo, pero peor haría si le digo lo contrario. Ya Honduras tiene suficientes pesimistas de oficio, ya tiene muchos vendedores de desesperanza, ya hay muchos que cada día, desde la tv, la radio, las redes o por teléfono, le dirán que usted no puede, que no es capaz, que no hay futuro.

Y si bien las condiciones son adversas, usted de la mano de Dios puede levantarse, resurgir y reinventarse.

La pandemia y los huracanes Eta e Iota nos hicieron tocar fondo, nos lanzaron nuevamente al profundo abismo de la desolación.

Según la Cepal, los efectos de los dos huracanes más catastróficos de los últimos tiempos generaron pérdidas superiores a los 45,000 millones de lempiras. Desde luego, estos cálculos podrían no reflejar la magnitud de los daños, pero son un buen punto de partida para considerar que estamos ante una situación excepcional que requiere decisiones firmes, oportunas, inteligentes y sobre todo, de mucha unidad en la nación.

Le guste o no, usted debe entender que no vamos a llegar muy lejos si persistimos divididos como nación. Es decir, seguiremos sobreviviendo como siempre lo hemos hecho a lo largo de la historia, pero habremos dejado ir una oportunidad de oro para reconstruir un país con bases más sólidas, tanto en lo económico como en lo social, político y ambiental.

El Banco Central de Honduras también ha estimado que por la pandemia, hasta diciembre de 2020 se habían perdido más de 55,000 millones de lempiras. Es decir, los tres eventos (covid-19, Eta e Iota) representan para el país una pérdida de más de 100,000 millones de lempiras.

Qué significa esto en otras palabras: más pobreza, más migración irregular, más inseguridad ciudadana, menos ingresos, menos riqueza, menos crecimiento y justicia social.

Las proyecciones establecen que el PIB nacional caerá entre 9.5 y 10 puntos, un golpe letal para economías como la nuestra que venía reportando un crecimiento de 3 puntos, uno de los más altos de Centroamérica e inclusive, por encima de la media de crecimiento en el continente.

Pero recuerden, no todo fue malo en 2020. En términos de seguridad ciudadana, Honduras cerró con una tasa de homicidios de 37.5 muertes violentas por cada 100,000 habitantes. Si bien sigue siendo elevada, es muy inferior a la tasa de 90 muertes que llegamos a alcanzar en el pasado.

Las remesas familiares se mantuvieron por encima de los 5,729.9 millones de dólares al cierre del 2020 y el precio internacional del café comenzó a mejorar generando un alivio para más de 100,000 familias productoras.

Sumado a ello, el lempira lejos de devaluarse se revaluó en más de 50 centavos, generando un impacto muy positivo en los bolsillos de los consumidores.

Además, la inflación que está directamente relacionada con la seguridad alimenticia de los hondureños, cerró en 4.01%, esto gracias a un gran sentido de responsabilidad de los sectores productores que a pesar de las consecuencias del severo confinamiento por COVID y los daños ocasionados por las tormentas, lograron mantener los precios de los productos básicos.

A esto podemos agregar un crecimiento, bastante conservador, de las exportaciones, lo cual dio un respiro a la estabilidad financiera del país a pesar de la distorsión abrupta del comercio internacional.

Asimismo, se reportó una caída en las importaciones, en gran medida determinada por menos importación de petróleo, que representa una de las principales fuga de divisas. Asimismo, menos actividad comercial producto del confinamiento, entre otros.

Honduras traía una macroeconomía ordenada, con mucha disciplina fiscal, lo cual ha sido clave para aprobar el tercer examen del FMI, que abre muchas puertas en los organismos financieros para acceder a muchos recursos frescos, que son vitales para financiar la reconstrucción nacional, sobre todo considerando la estrepitosa caída de más de 24,000 millones de lempiras en la recaudación fiscal.

El 2021 debe ser un gran año, desde ya hay que apostar a que lo bueno supere lo malo.

Correo: [email protected]
Twitter: @berriosfernando

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