“Golpe de gobierno” en Washington

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12 de enero de 2021
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01:00 am
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“Golpe de gobierno” en Washington

Juan Ramón Martínez

No creía que Trump llegaría a tales extremos. Sí, anticipé que alteraría el orden público. El golpe de gobierno, en aplicación de la lógica con que se calificó la caída de Zelaya en el 2009, es aplicable a la toma del Capitolio, para impedir que el Congreso –Senado y Cámara de Representantes– certificara los votos del Colegio Electoral. No realizado el acto, se producía un vacío constitucional que Trump, podría, vía declaración de destrucción del estado de derecho, continuar en el poder. Pero el sistema democrático, resistió la prueba.

La alcaldesa de Washington declaró el estado de excepción; la Guardia Nacional fue movilizada, y los representantes y senadores, se mantuvieron firmes, preservando los documentos que acreditaban la voluntad de los ciudadanos de los 50 estados de la unión estadunidense. Y finalmente, Pence –en una conducta que le salva de la compañía y la sombra nefasta de Trump– declaró que, no podían actuar en contra de la voluntad de los ciudadanos. Y que, debían ser fieles a la Constitución. (Aquí eché de menos, las declaraciones insultantes de Óscar Arias que, cuando enfrentamos un problema igual, acusó a nuestra Carta Magna de esperpento. Llamándome la atención su silencio, porque le va a costar diferenciar una de la otra. Y justificar su irrespeto, bajo una arrogancia inventada y sostenida en supuestas superioridades). Dejaré para otra oportunidad la necesidad de recomendarle a los estadounidenses, una “comisión de la verdad”, incluso recomendándoles a Julieta Castellanos, Sergio Membreño y otros narradores nacionales. Que, aunque los estadounidenses tienen mejores investigadores, carecen de experiencia en delitos relacionados con la violación de la ley, y los ataques contra la soberanía y la voluntad popular.

Donde se diferencia, el golpe de gobierno, es que allá, desde el principio los “bandidos” fueron los atacantes y, el principal instigador, el presidente Trump. Y los héroes, los que se alinearon en defensa de la Constitución. Aquí, la línea siempre fue difusa. En primer lugar, reconocieron la peligrosidad de Trump, para ejecutar acciones que comprometan y destruyan la democracia americana. Y, en segundo lugar, empezaron a debilitar las posibilidades de hacerle daño a la democracia estadounidense. La presidente de la Cámara Baja, pidió la aplicación de la enmienda 25, que permite que, el gabinete certifique ante el Congreso, que el titular del Ejecutivo no está en una condición sana, por lo que no puede ejercer la presidencia de la nación (nosotros, más radicales, lo capturamos y lo expulsamos del país); y se hicieron contactos con el Pentágono para que Trump, no pudiera apretar el llamado botón rojo, –que no es botón; ni es rojo–, para que en su locura Trump, –en el tiempo que le queda–, pueda crear un conflicto internacional: u ordenar un ataque nuclear, precipitando una guerra con Irán, Rusia o China.
Aunque no ha ocurrido; pero lo anticipamos, la forma cómo los estadounidenses trataron a Trump, es diferente a cómo lo hicimos con Zelaya. Podemos adelantar que, no harán las tonterías que permitimos.

Ninguna cancillería del mundo recibirá a Trump, invitando a USA para que le restaure en el poder. Zelaya fue a la Secretaría de Estado con ese fin. Y le dieron, en forma sesgada, esperanzas. Tampoco la OTAN, o más bien la ONU, va a nombrar una comisión para hacer una revisión electoral que permita contar los votos electorales. Y tampoco, pedirán que restituyan a Trump en el poder, como hiciera la OEA. Tampoco Trump, contará con apoyo de Brasil, para asilarlo, mientras las turbas armadas amenazan bienes y seguridad de las personas en las ciudades estadounidenses. Y no será cuestión de lógica. Estados Unidos tiene experiencias en promover golpes de estado; pero no había sufrido uno, hasta ahora. Pero por su poder, no acepta ni la más mínima crítica, por lo que ningún político del mundo, se ha atrevido a enviar una nota siquiera, pidiéndole a las autoridades, que abandonen esos comportamientos singulares, propios de “repúblicas bananeras”. Estados Unidos es la gran potencia y la primera “república bananera” desarrollada. Y al final, tampoco le regalarán un partido a Trump, como lo hicieron aquí con Zelaya, como precio para cumplir las exigencias de las OEA. Trump seguirá escandalizando; pero allá le aplicarán la ley. Y cuando le comprueben delitos, lo meterán a la cárcel. No tendrá la suerte de Zelaya.

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